A la hora de estudiar la vanguardia española de posguerra, es inevitable estudiar la figura de Juan Genovés, el artista valenciano al que comúnmente recordamos por su producción de los setenta, neofigurativa y comprometida con las libertades en la etapa franquista. Comenzó a ser conocido a partir de una controvertida exposición en la Biblioteca Nacional en 1965, seguida por su participación en la Bienal de Venecia del año siguiente, pero había iniciado su trayectoria artística a comienzos de aquella década, de la mano del Grupo Hondo, que propugnaba una pintura neofigurativa de lenguaje próximo al Expresionismo que también se sirvió de técnicas propias del Informalismo.
Aquel colectivo resultaría importante, años después, a la hora de dar forma al realismo social de tintes críticos que comenzó a desarrollar en España hacia 1965, una etapa en la que Genovés comenzó a realizar, por un lado, hombres solos a base de encolados de ropas viejas y pintura y, por otro, multitudes, que no masas: imágenes de muchedumbres que se desplazan, en distintas direcciones, por el espacio del cuadro y que, por su pequeñez, el espectador se ve obligado a contemplar desde la distancia y a vista de pájaro.
Nuestro ojo las mira como lo haría un objetivo fotográfico en la distancia y precisamente la ordenación de esas micro figuras –todas importantes- responde, en buena medida, a criterios cinematográficos: los de la alternancia de planos, el lenguaje paralelo y la secuencia.
Cada miembro de estas multitudes cuenta y no hay dos iguales, pero todos forman parte a su vez de algo más grande que el individuo
Más adelante, a medida que avanzaba la década de los setenta, la obra de Juan Genovés ganó en la viveza de su cromatismo y en el tratamiento, más complejo, del espacio pictórico entre las figuras, que en ocasiones ordenaba a partir de franjas verticales que distinguimos por su color, y otras veces a partir de tonos grises.
Se sirvió el artista de recursos propios del arte Pop, como la apariencia de distanciamiento o la multiplicación de las imágenes mediante plantillas, pero no quiso referirse al afán consumista o al fetichismo de los objetos, como los artistas ligados a aquella corriente, sino que optó por una temática comprometida políticamente con su tiempo.
El Museo de Arte Contemporáneo Gas Natural Fenosa, en colaboración con la Galería Marlborough, expone hasta el 10 de enero una selección de setenta multitudes en fuga que el propio artista ha conservado.
En las más tempranas predominan, como hemos dicho, las tonalidades grises, y conforme avanzan en el tiempo ganan en viveza de color, atención a los detalles individuales y a la composición grupal. Cada miembro de estas multitudes cuenta y no hay dos iguales, pero todos forman parte a su vez de algo más grande que el individuo: una espiral, un pozo de luz o un abismo. Forman un conjunto en su soledad, pero la ausencia de edificaciones, elementos de la naturaleza o caminos transmiten cierta ansiedad o alienación y desde luego ausencia de un rumbo común.
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