Tras su paso por La Alhambra y el Centro José Guerrero de Granada, hoy se ha inaugurado en la Casa de las Alhajas de Madrid, que será sede de las muestras anuales programadas por la Fundación Montemadrid (antes Fundación Caja Madrid), “The presence of black”, muestra que repasa, a través de algo más de un centenar de pinturas, muchas inéditas hasta ahora en España, el paso por Estados Unidos del pintor andaluz.
Hace 35 años, en 1980, este mismo espacio de la Casa de las Alhajas ya acogió una muestra antológica de Guerrero considerada decisiva por la posterior influencia del artista en generaciones de creadores más jóvenes; ahora este espacio nos ofrece una revisión de su producción entre 1950 y 1966, los llamados “años americanos”, considerados una etapa experimental en la que depuró su anterior lenguaje figurativo hasta aproximarlo a la abstracción biomórfica, caracterizada por su contenido simbólico, que cultivaría desde entonces.
El recorrido de la exposición en cinco secciones nos permitirá aproximarnos a sus obras fechadas a finales de los cuarenta, tras llegar a Estados Unidos, fase en la que se inició en el grabado; a su evolución de las bioformas al gesto en la primera mitad de los cincuenta, a los murales en los que trató de integrar en la pintura materiales propios de la construcción, como uralita, ladrillos o cemento (él los llamaba frescos portátiles); a sus trabajos más próximos al Expresionismo Abstracto, en los que el negro que da título a la exposición suma su fuerza dramática a la de otros colores más provocativos, y por último, contemplaremos el resultado de toda la evolución de su periodo americano en las obras que llevó a cabo tras su regreso a España, en 1965.
La figura de Federico García Lorca sobrevuela “The presence of black”: en 1965, coincidiendo con el 30º aniversario del asesinato del poeta de Fuentevaqueros, Guerrero emprendió un viaje por Andalucía que le llevó al lugar donde murió, el Barranco de Víznar. Los dibujos que Guerrero realizó allí, y que recopiló en un cuaderno, pueden verse por primera vez en esta exposición.
El barranco también inspiró a Guerrero una de sus obras más conocidas, La Brecha de Víznar (1966), y telas de gran tamaño de inevitable asociación lorquiana como A la muerte de Sánchez Megías (1966) o Antojos negros con amarillos (1966). No podemos olvidarnos tampoco de los arcos de La Alhambra, el Alabicín y el Sacromonte, que también fueron motivos habituales de inspiración para Guerrero.
En Nueva York, Guerrero, que llegó a adquirir la nacionalidad americana, conoció a Steinberg, Rothko y Lindner, Motherwell y Kline y también trabó amistad con Johnson Sweeney, el entonces director del Solomon R. Gugghenheim Museum. Este centro llegó a adquirir uno de sus murales portátiles. Fue fichado por Betty Parsons y la Graham Foundation le concedió una prestigiosa beca para trabajar en un proyecto conjunto de arquitectos, pintores y filósofos “para ver cómo podría remodelarse la ciudad de Chicago” (otros becarios fueron Wifredo Lam, Chillida o Mies van der Rohe).
A raíz de algunas crisis personales, el artista comenzó a psicoanalizarse; lo haría durante cuatro años, y, además de alcanzar mayor bienestar personal, reflejaría sus estados de ánimo en las pinturas de aquella etapa.
Dos años antes del retorno del artista a España, la Galería Juana Mordó le brindaría en 1963 una muestra individual (la primera en esa sala).
“The presence of black” tendrá parada en Barcelona: a partir del 7 de marzo y hasta el 5 de septiembre podrá visitarse en la Fundación Suñol.
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