Joan Fontcuberta es más que un fotógrafo; a su labor detrás de la cámara hay que sumar sus interesantes proyectos como teórico e investigador del medio fotográfico y del lenguaje visual en la actualidad. A esa tarea se ha dedicado durante los últimos cuarenta años, tratando de encontrar las distancias entre lo que es verosímil y lo que es posible y de dilucidar hasta qué punto la actual saturación de imágenes puede modificar nuestra percepción y entendimiento de las mismas. La relación de la fotografía con la memoria, la noción de verdad y la identidad o las posibilidades de su fragmentación han sido otros ejes de su estudio.
Ensayista y docente, ha recibido a lo largo de su carrera numerosos galardones, como la Orden de las Artes y las Letras del Ministerio de Cultura francés, el Premio Nacional de Fotografía y el de Ensayo o el Hasselblad, hace tan solo dos años, considerado este uno de los más prestigiosos reconocimientos a fotógrafos a nivel mundial (entre sus receptores figuran Ansel Adams, Cartier-Bresson, Sebastião Salgado, Richard Avedon, Josef Koudelka o Robert Frank).
Para Fontcuberta el bombardeo actual de imágenes al que estamos sometidos ha derivado en que consideremos que las fotografías no son ya una representación de la realidad, sino la realidad misma, por eso considera que es responsabilidad del artista no contribuir a esa contaminación visual y dedicarse a buscar las fotografías que realmente faltan, las que ponen sobre la mesa cuestiones aún no abordadas, con objetivo de crear imágenes con valor propio, porque no todas lo tienen al no ser susceptibles de generar buenos usos o interpretaciones.
Hasta el próximo 27 de marzo, la Sala Canal de Isabel II de la Comunidad de Madrid presenta “Joan Fontcuberta. Imago, ergo sum”, muestra comisariada por Sema D’Acosta que recoge algunas de las series más representativas de su trayectoria desde mediados de los ochenta hasta hoy, como Herbarium, Sputnik, Securitas, Trepat o Milagros & Co; obras que, en cualquier caso, hacen referencia a dos de los asuntos que más interesan al barcelonés, como el citado de la verosimilitud de las imágenes y los dispositivos de transmisión de ideas.
Además de fotografías, forman parte de esta exhibición libros, objetos y audiovisuales en los que Fontcuberta quiso subrayar esa característica fundamental de la fotografía que es su capacidad de transmitir idénticos mensajes en varios soportes, a diferencia de otros lenguajes plásticos. Como muchas ediciones de su producción ya están agotadas, en la Sala Canal se muestran en tabletas de las que el público puede hacer uso.
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