Si el dicho popular dice que una imagen vale más que mil palabras y estamos saciados de escuchar que vivimos en una civilización visual, el filósofo Roland Barthes defendía que, al menos en lo que se refiere a la comunicación de masas, el lenguaje está constantemente presente en fotografías y vídeos y que, aunque es innegable el peso creciente de la representación, continuamos sumidos en una cultura basada en la escritura: las palabras ejercen una función de control, complemento y guía del sentido de las imágenes, evitando que su lectura sea tarea exclusiva del lector y dependa exclusivamente de su criterio.
Desde hace ya algunos años, el artista cartagenero Javier Pividal viene trabajando a partir de la relectura de textos de Barthes precisamente referidos a la imagen y al texto para explorar las posibilidades artísticas de las palabras, el modo en que estas pueden sugerir sensaciones físicas.
En 2012 presentó en la Galería Louis 21 de Palma de Mallorca écrire en blanc / escribir (en blanco), un proyecto en el que hacía uso de expresiones mil veces repetidas relacionadas con lo sensible y lo afectivo para, sacándolas de contexto, presentándolas en pulidas tipografías que las hacían prácticamente ilegibles, generando a partir de ellas la emoción (aquel trabajo le valió el Premio La Palabra Pintada que concede la Fundación Ankaria) y el año pasado por estas fechas, en la sala madrileña Ogami Press, nos mostró Una teoría, trabajos recientes inspirados en la imagen de Pasolini: se trataba de piezas de papel, plomo y ceniza en las que nuevamente imagen y texto, cuerpo y palabra, componían un discurso fragmentado.
Si en “écrire en blanc / escribir (en blanco)” -que el artista definía como escritura blanca como un iceberg que se transforma en imagen de la misma manera que el cuerpo se convierte en palabr – Ardor se conjugaba, empleando formas geométricas, como Ardeur/Ardeux/Ardoux y Amour se declinaba como Amur y como Amer, en la muestra “Durarder”, abierta hasta el 15 de noviembre en la Galería Art Nueve de Murcia, Durar se fusiona con Arder para dar lugar a Durarder, un término inspirado en una frase de Fragmentos de un discurso amoroso, del propio Barthes: Pourquoi durer est-il mieux que brûler? (Por qué durar es mejor que arder).
Podemos decir que las escrituras de Pividal, cuyas tipografías nacen de la oposición al tradicional negro sobre blanco, son singulares por neutras y por tratar de expresar con palabras lo que apenas puede ser descrito: las huellas, los reflejos, los susurros…proyecciones del cuerpo que van más allá de él, que trascienden sus límites.
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