Jannis Kounellis nació en 1936 en El Pireo, pero inició su carrera en Roma, primero como pintor que incorporaba a sus cuadros materiales encontrados y, después, como escultor y artífice de instalaciones y performances basadas en el empleo de lo fragmentario y efímero.
Ocho años después de su fallecimiento, Es Baluard Museu le dedica una exposición cuyos elementos hacen referencia al viaje, la migración y los medios de transporte marítimos tan ligados a los inicios de la globalización histórica, aunque ya casi obsoletos. En unos y otros, este autor viene a manifestar cierta nostalgia por la pérdida de la dimensión poética del viaje a partir de la era industrial.
La instalación principal de “Laberinto sin paredes”, que así se llama esta muestra, comisariada por David Barro, está compuesta por nueve velas venecianas dispuestas en forma de abanico que remiten a distintas historias de navegación, y a episodios históricos en un sentido más amplio. Las velas, cuyo uso abarca desde el siglo XVII hasta épocas más recientes, simbolizan aquí el patrimonio cultural de Venecia y su conexión con el Mediterráneo, pero también una melancolía crítica respecto a la transformación del comercio marítimo y la deshumanización de ese sector en el presente. Estas velas son pinturas que recuerdan cómo los veleros eran adornados con marcas que identificaban los barcos y a su tripulación, a menudo con formas que implicaban cierta protección en su condición religiosa.
La exhibición incluye, además, otra serie de obras elaboradas con velas que el artista llevó a cabo ya en el siglo XXI, reutilizando antiguas velas blancas mallorquinas de algodón o haciendo uso de otras italianas que se retuercen como un escorzo caravaggiesco. Aluden a la memoria de su vida anterior en el mar e introducen reflexiones sobre la huella humana en los objetos y sobre la pintura y sus posibilidades.
Veremos, asimismo, su serie Albatros, de 2001, formada por piezas compuestas de secciones rotas de un barco de madera que cuelgan suspendidas frente a placas de acero inclinadas, sugiriendo el desgaste y la memoria de los enseres marinos y también la posibilidad del drama que acompaña a quienes navegan.
La exposición puede visitarse hasta el 30 de agosto de 2026.

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