Os lo adelantábamos hace unas semanas: el Museo Universidad de Navarra estrenó la temporada, el pasado 25 de septiembre, de la mano de Hiraki Sawa, joven artista japonés que viene explorando las posibilidades de (re)construir lo real a partir de imágenes fijas y en movimiento en relación con las memorias familiares, con objetos inanimados y domésticos a los que dota de vida propia, con imágenes fantasmagóricas que inserta en contextos naturales y con símbolos circulares que aluden al eterno retorno.
Estudioso de la memoria visual y de los procedimientos por los que esta es construida o se desvanece (le interesa profundamente la amnesia como pérdida), Sawa propone en sus trabajos escenografías oníricas pobladas de simbologías personales. Llevó a cabo una residencia artística en este museo, en el marco del programa Tender puentes en 2017, y la muestra que ahora visitamos, “Memoria paralela”, es fruto de la misma: consta de una quincena de filmes que se proyectan en 18 pantallas y cuatro monitores, de 24 dibujos y de otras cuatro esculturas, y el montaje se acompaña de ocho fotografías históricas pertenecientes a las colecciones de este centro: obras de Ortiz Echagüe, Claudius Galen Wheelhouse, Alphonse de Launay, Jean Baptiste Laurent y José Martínez Sánchez. Su presencia se explica desde los mismos planteamientos de Sawa, que ha vinculado su trabajo sobre la memoria al concepto de la imagen latente que Talbot descubrió en el siglo XIX mientras desarrollaba el calotipo, una de las técnicas fotográficas más tempranas.
Los distintos proyectos que forman parte de la muestra pueden entenderse como elementos narrativos relacionados que dan lugar a una única obra continua: todas las piezas contienen referencias comunes que permiten labrar vínculos entre ellas, obviando cronologías, y el espectador tendrá que hilvanarlas en función de su propia experiencia de contemplación o de su posible inmersión sensorial, si se desea prolongada, en el proyecto. Adrede, este autor japonés emplea un lenguaje fragmentado que nos posibilita repetir las visitas al Museo tantas veces como lo deseemos, logrando lecturas que se complementan en cada ocasión.
Pese a haber desarrollado buena parte de su producción en vídeo, Sawa se define como escultor, entendiendo como manual su actividad: considera el uso del ordenador una disciplina escultórica que permite idear y visualizar los frutos de un trabajo que no deja de requerir pericia técnica, y no concibe las arquitecturas, tampoco, como mero escenario en el que situar sus obras, sino como parte integrante de estas, que transforma su percepción por parte del espectador. El público, por cierto, es para él otra parte integrante de sus muestras: determina su desarrollo a partir de los movimientos que realiza, del tiempo que permanece en ellas y de su posición respecto a lo que ve. La mirada del visitante acentúa el componente emocional del conjunto, presente en las fantasías infantiles, los recuerdos y los objetos, que no son neutros sino proyecciones de nuestra psicología.
Hablando de memoria, Sawa también vincula sus esfuerzos para poner en movimiento los objetos en 3D a las investigaciones primeras en torno a la captación del dinamismo de autores como Muybridge. Cada una de las piernas de sus teteras o de los paseantes y animales que desfilan por sus vídeos son homenajes al investigador británico y a sus secuencias de imágenes consecutivas.
El recorrido puede iniciarse con la pieza que da título a la exposición: Memoria paralela es una instalación presidida por una proyección de dos canales en la que Sawa reinterpreta esa disciplina escultórica en la que inicialmente se formó y aporta las claves para acceder al resto de su producción y a su tratamiento del funcionamiento de la memoria y de la amnesia, que antes había iniciado en Lineament y Did I?, filmes que también pueden contemplarse en el museo pamplonés. Fue justamente aquí donde el artista pudo conocer, de primera mano, el procedimiento citado del calotipo, relacionándolo con el concepto de imagen latente (solo visible al ser revelada) que ya formaba parte implícita de su obra. De este modo, Memoria paralela sugiere dos tipos de revelaciones fotográficas: la química, previsible, y la de aquello que aparece sin ser previamente conocido, convocado.
Uno de los trabajos en los que se manifiesta de forma más clara la querencia de este creador por la escultura es Hako, un conjunto de seis proyecciones simultáneas en pantallas apoyadas en el suelo que el espectador debe recorrer una a una (si desea contemplar la obra en su conjunto). Ese sentido escultórico tiene que ver con su tratamiento del espacio: encontraremos imágenes del estudio de Sawa y paisajes exteriores. Más estrechamente se relaciona con la memoria familiar Fishstory, filme dedicado a la actividad familiar de la fabricación y transporte de hielo; en él no trata de narrar hechos pasados, sino de organizar recuerdos y construir memoria colectiva. Se incorporan, a veces, narrativas cronológicas y, en otras ocasiones, imágenes yuxtapuestas. Los dibujos que acompañan en Navarra estos vídeos presentan pájaros, faros o altavoces: elementos que forman, o podrían formar, parte de sus grabaciones porque componen su universo poético.
Justamente 24 dibujos de la luna en sus distintas fases, en las que, al igual que la memoria, el satélite pierde progresivamente tamaño, se exhiben junto a la proyección en un solo canal Fantasmagoría. En ella, como en Souvenir IV, propone el autor nipón una mezcla de objetos, figuras y paisajes estructurados a partir de movimientos repetitivos y pausados que simulan los ciclos de nuestros recuerdos. Y ya en el atrio del centro nos espera la mencionada Lineament, obra inspirada en la pérdida repentina de conciencia que padeció un amigo del artista tras una siesta (se trató de una amnesia psicogénica).
Los animales, muy presentes en la producción de Sawa, protagonizan Going places sitting down, un filme proyectado en tres pantallas que rodó en una casa victoriana inglesa, evocando recuerdos infantiles a partir del movimiento de un caballo de madera. Ningún ser humano aparece en esta obra.
Y en la Sala 2 encontraremos cuatro películas monocanal: Dwelling, Elsewhere, Airliner y Eight minutes. La primera fue también el primer filme que realizó a partir de imágenes en movimiento, centrándose en un escenario doméstico (recurrente en su trabajo temprano), tan doméstico como las habitaciones de su apartamento en Londres. Aviones a escala realizan maniobras de vuelo por la mesa de la cocina o el edredón y amenazan los cotidianos cielos como una suerte de aves metálicas. Este proyecto lo realizó poco después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 y esos mismos aviones en movimiento los vemos también en Airliner, vídeo con el que logró reconocimiento internacional.
Elsewhere cuenta asimismo con escenarios domésticos: a tazas, teteras y demás ajuar doméstico le crecen patas que les permiten caminar por la casa. Se inspiró para esta obra, de forma directa, en una figura caminante de Muybridge, aunque también tributa a Marey, otro de los autores pioneros que más contribuyó al estudio de la captación del movimiento en imágenes, fijas y en secuencias.
La exposición finaliza con Platter, una proyección en dos canales que esta vez nos sitúa en un escenario circense y en la que de nuevo pone en movimiento fotografías fijas. Tanto este proyecto como el inicial, Memoria paralela, los desarrolló Sawa durante su residencia en Navarra y a partir de los fondos fotográficos del Museo de su Universidad.
Hiraki Sawa. “Memoria paralela”
Campus Universitario
Pamplona
Del 25 de septiembre de 2019 al 15 de marzo de 2020
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