Henry Darger
MUSÉE D´ART MODERNE DE LA VILLE DE PARIS
11, avenue du President Wilson
París
Del 29 de mayo al 11 de octubre de 2015
Dicen que vivía colgado de sus obsesiones, tanto que, según escribió Agustín Fernández Mallo, quienes a su muerte entraron en la casa en la que había vivido durante sus últimos cuarenta años, encontraron pilas y pilas de cómics, recortes de prensa, basura, acuarelas, dibujos y collages de contenido algo sádico, libros y… 15000 páginas que componían Reinos de lo Irreal, el libro que escribió durante esas cuatro décadas de práctica reclusión (con la excepción de sus varias misas diarias y de su trabajo en hospitales).
Os hablamos de Henry J. Darger, un artista nacido en 1892 supuestamente en Chicago, aunque Brasil es otra opción. Perdió a su madre a una edad temprana, fue ingresado en un hogar para discapacitados mentales, escapó de él y en el tiempo que le dejaban sus trabajos en varios centros sanitarios de esa ciudad norteamericana, escribió ese Reinos de lo Irreal, una historia a medio camino entre lo onírico y lo épico, cómo no dada su extensión.
Trata de siete princesas (las Vivian Girls, heroínas de la novela) que combaten sin fin a ejércitos de soldados Glandelinians que pretenden hacerlas sus esclavas, escenas éstas que aparecen representadas en esas acuarelas extremadamente detallistas que mencionábamos y que probablemente fueron realizadas para ilustrar esta narración estrambótica: paisajes amenazantes, ninfas huyendo, empaladas o dispuestas a volar con alas de mariposa. Quizá incapaz de decidirse por un único desenlace para esta narración, propuso dos: en uno triunfan las princesas, que Darger concibió como símbolos de la cristiandad; en el otro eran masacradas por los Glandelinians. Sabía componer también música militar, así que escribió los himnos de los dos bandos, y puede que llegara a interpretarlos en la soledad de su vivienda.
Es difícil obtener conclusiones claras de las derivas mentales de Darger a partir de Reinos de lo Irreal, pero parece claro que el planteamiento de la obra debe mucho a su estricta educación en la fe cristiana y a su cierta obsesión con la infancia. Su biógrafo oficial especula con la idea de que fuera un asesino en serie, quizá el responsable de la muerte de una niña estrangulada en Chicago en 1911 cuya fotografía guardó y enseñó. Hipótesis.
Otra de sus obsesiones fue la meteorología: actualizó durante una década The book of weather reports, un libro en el que anotó los partes meteorológicos para Chicago de un hombre del tiempo al que criticaba con poca piedad. Además, en otro libro mucho más breve que Reinos de lo Irreal, The history of my life (de “sólo” 4000 páginas) explicó cómo un tornado podía destruir un pueblo.
En fin, nadie podría pensar que hoy, más de cuarenta años después de su muerte, estaríamos hablando de este extraño empleado de hospital, autodidacta, absolutamente marginal de la escena artística de su tiempo y dueño de un extraordinario mundo interior que combinaba, por singular que parezca, reminiscencias de la narrativa histórica y tópicos de la cultura popular estadounidense.
Sus trabajos se descubrieron poco después de su muerte, en 1973, y desde el 29 de mayo el Musée d´ Art Moderne de la Ville de París expone la mayor parte de ellos, incluyendo paneles narrativos que desarrolló por las dos caras, banderas, retratos, y la que se considera una de sus mejores obras, The Battle of Calverhine, que puede verse por primera vez en Francia. De tres metros de longitud, contiene la primera representación de Darger de una batalla iniciada por la revuelta de unos niños esclavizados.
Convertido en leyenda y en gran figura del arte outsider (definido por Roger Cardinal como arte al margen del establishment realizado por autodidactas), el americano ha inspirado a creadores como los hermanos Chapman, Paul Chan y Peter Coffin, así como a escritores como Jesse Kellerman o Xavier Mauméjean, que han reconocido la fascinación que Darger ha ejercido sobre ellos, y a grupos musicales, como se hace evidente en el conjunto de punk-rock The Vivians Girls.
Esta muestra francesa cuenta con trabajos cedidos por el MoMA, la Collection d’Art Brut de Lausanne y varias colecciones privadas.
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