Tras dos semanas de intensa presencia en ferias (ESTAMPA en Madrid y Swab en Barcelona), la Galería Siboney retoma su actividad expositiva en Santander mostrando pinturas realizadas recientemente por un habitual de la sala: el artista de Torrelavega Emilio González Sainz. Esta muestra se ha preparado como proyecto complementario a su exhibición de este pasado verano en el Centro de Arte del Faro de Cabo Mayor.
Bajo el título de “Tres rusos en el jardín”, podremos ver en Siboney una veintena de acuarelas dedicadas a las tres figuras referentes del artista en su formación, que son precisamente esos tres rusos a los que alude: Chéjov, Turgueniev y Tolstói.
El tema más recurrente en la obra de este artista son los paisajes, entornos naturales que nos invitan a redescubrir el nuestro y que tienen mucho de poético, de ensoñaciones
En su primera juventud, González Sáinz leyó a otro ruso que no ha llevado al jardín, Dostoievski y su Crimen y castigo, y para él supuso un revulsivo: “Me zambullí en las calles oscuras de los locos. En sus buhardillas y palacetes habitados por borrachos, visionarios y epilépticos. Descubrí a un narrador excesivo y desesperante del que ya no me separé. Después salí de San Petersburgo y empecé a vagar por el campo. Estepas y bosques infinitos de abedules. Allí pude respirar por fin”.
Y de ahí que el tema más recurrente en la obra de este artista cántabro sean los paisajes, entornos naturales que nos invitan a redescubrir el nuestro y que también tienen mucho de poético, de ensoñaciones. A estos mismos paisajes se dedica la muestra de Siboney, donde podremos ver acuarelas y óleos sobre metal o tela, de formato pequeño o mediano y nacidos del placer que causa la contemplación de un paisaje, o la sensualidad que inspira, nunca de un proceso de trabajo calculado fríamente.
Transmiten soledad, melancolía y también cierta exaltación de los ciclos vitales de la naturaleza a partir de un cromatismo armónico donde no tienen cabida las estridencias, de colores que recuerdan, por ejemplo, los de los atardeceres de las localidades marítimas del norte.
A menudo el pintor intercala en estas vistas figuras pequeñas, delgadas y casi espirituales, que no rompen con la atmósfera íntima general de su obra, ya hablemos de amplios espacios abiertos o de distancias cortas. Tienen algo de viajeros frente al mar de niebla, aunque en este caso se trata de tres rusos “bebiendo té bajo los tilos. Parlotean sobre arte y literatura. Conversaciones infinitas. Como los bosques”.
González Sainz es, podríamos decir, un romántico de hoy.
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