NUESTROS LIBROS: Vuelo desde la URSS

26/07/2024

Dato Turashvili. Vuelo desde la URSSLas familias de los condenados recibían las facturas por el coste de las balas utilizadas para matar a sus hijos.

Es un episodio poco recordado fuera de las fronteras de Georgia, pero no dentro, y uno de los sucesos más crueles en la historia de ese país mientras formó parte de la Unión Soviética: en el invierno de 1983, un grupo de jóvenes de ambiciones dispares, y familias acomodadas, incluso en algún caso cercanas a las autoridades, trataron de escapar de la URSS secuestrando un avión, pretendiendo obligar a quienes pilotaban un 6833 de Aeroflot que debía transitar de Tbilisi a San Petersburgo a desviarse hacia Estambul. Eran conscientes del riesgo de la operación y del hecho de que un miembro de la KGB viajaba en cada aparato, y no deseaban que mediara la violencia y que ninguno de los pasajeros resultase herido, sin embargo se dejaron llevar por sus ilusiones y se arriesgaron.

El resultado del sueño de esos veinteañeros fue la muerte primera de ocho personas, entre ellas tres de los secuestradores (salvo el caso de uno de ellos que se suicidó, a cargo de un operativo de asalto militar que disparó a la aeronave desde el exterior, para luego irrumpir en ella) y la posterior pena capital aplicada, en un juicio en absoluto limpio, al resto de los involucrados, y a alguien que no lo estaba: un joven monje, con una hija pequeña, a quien se atribuyó ser jefe del grupo sin ninguna prueba, y que aceptó dar su vida si así contribuía a salvar a los demás -ni siquiera conocía a todos-. Se libró de esa condena, que no de la cárcel, Tina Petviashvili, esposa de uno de los ajusticiados, el actor Gega Kobakhidze, que perdió al hijo que esperaba.

Salvo los médicos, y hermanos, Kakha y Paata Iverieli, el resto de quienes pagaron con la vida esa búsqueda de libertad se dedicaban a profesiones artísticas (Gia Tabidze, Dato Mikaberidze, Soso Tsereteli; la propia Petviashvili era estudiante de arte y más tarde sería pintora, en Grecia); es posible que no sea un dato relevante, pero hay quien atribuyó a esa circunstancia, y a su posición social elevada en general, que su caso, y sobre todo su juicio, retrasado a un caluroso agosto, no suscitara protestas masivas entre la población.

Parece, de hecho, que pasaron varios días antes de que este suceso se conociera internacionalmente, a través de la agencia oficial Tass y mediante datos escasos y confusos; dirigió palabras enormemente duras hacia el grupo Eduard Shevarnadze, entonces líder del Partido Comunista georgiano, años más tarde ministro de Exteriores con Gorbachov y después presidente de una Georgia ya independiente. Los castigos aplicados fueron incluso más duros que los que podían esperar entonces desde Moscú.

La condena, en realidad, no terminó en el tribunal para sus familiares, que durante años trataron de encontrar sus cuerpos ante la nula información de las autoridades (al principio ni siquiera pudieron saber con seguridad que estaban muertos, al no notificárseles las fechas; la condena se ejecutó, por otro lado, meses antes de lo previsto en estos casos y el avión sería pronto desguazado). Con el paso de los años, en Georgia, la opinión social seguiría estando dividida: entre quienes consideraban a los secuestradores héroes por la libertad; quienes, como Shevarnadze, se atrevían a llamarlos bandidos; y quienes creían que pagaron caro el idealismo propio de su juventud.

Ninguna de esas opciones se corresponde, del todo, con la adoptada por Dato Turashvili: No eran héroes. Lo que hicieron es un delito en cualquier sitio. Por consiguiente: los padres, familiares, amigos y conocidos de los secuestradores nunca dijeron que Gega y sus amigos fueran inocentes y que no tuvieran que responder por lo que habían hecho. El secuestro del avión era un delito en todas partes, y aún más cuando acaba con muertes. Los secuestradores se merecían un castigo.

Pero: Fusilar a alguien que no había matado a nadie es un delito igual que el secuestro, incluso peor. Además: Es un delito aún mayor castigar, por un intento de secuestro, a una persona que ni siquiera estaba en el avión (se refiere al monje Tevdore).

Turashvili es uno de los dramaturgos y escritores más populares en Georgia y su novela más difundida es, justamente, Vuelo desde la URSS, que recrea, sin artificios y en un estilo próximo al documental, las semanas previas al secuestro en las vidas de cada uno de sus actores, lo sucedido en el avión, el juicio y el tormento posterior de las familias de los asesinados, especialmente de la madre de Gega Kobakhidze, en el que se centra buena parte del libro. Ha sido llevado al teatro, por cierto, con el título de Generación de los jeans, por ser esa la prenda occidental que ansiaban muchos de los suyos.

El gran mérito del autor es clarificar para el público poco conocedor de estos hechos acontecimientos que, durante muchos años, permanecieron velados, o solo sospechados a medias, y también contextualizar, y mucho, las circunstancias de este intento de huída: las motivaciones de los siete jóvenes cuando tomaron el avión, el aparato político y judicial al que se enfrentaron, las razones de quienes declararon. Su tragedia queda condensada, en buena medida, en las palabras de uno de los testigos sobre uno de los captores del Aeroflot: Tenía una bomba redonda en una mano (…) En la otra mano tenía un vaso. Un vaso normal. Traía agua para cualquiera que se sintiera mal.

El texto lo ha publicado Navona, en 2024; quienes quieran saber más tienen a su disposición además el filme Rehenes, de Rezo Gigineishvili, en plataformas.

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