Molière en bicicleta y Valentín en La Quebrada

6/05/2014

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Son varias las buenas opciones si, de vuelta al trabajo tras fechas festivas, decidís también volver al cine: El viento se levanta, El pasado, La imagen perdida, Crónicas diplomáticas (Quai D’Orsay) o Matterhorn, entre otras. Os hablaremos más de ellas los próximos días, hoy es el turno de…

MOLIÈRE EN BICICLETA

Molière en bicicleta es un lucido mano a mano de amistades, personalidades y maneras de interpretar entre dos actores encarnados por un Fabrice Luchini en racha tras En la casa o Las chicas de la sexta planta y Lambert Wilson. Dirigidos por Philippe Le Guay, dan vida respectivamente a Serge y Gauthier: el primero, retirado en la isla de Ré tras su desencanto de la profesión, es terco, obsesionado por lo verdadero, narcisista y poco sociable (su desconfianza en la humanidad le invita a la vasectomía). Se asemeja al Alcestes de El Misántropo, al que desea fervientemente representar sin reconocerlo; el segundo, como Filinto, es más indulgente, menos solitario y se adapta mejor a las convenciones sociales.

Por iniciativa de Gauthier, Vilches televisivo que desea adentrarse en otro tipo de proyectos, ensayan con ahínco durante días sin que Serge llegue a aclarar si finalmente participará en la puesta en escena.

El desenlace os espera en las salas, y os recomendamos no perdérosla, sobre todo por su retrato tierno y también crítico del mundo actoral, de la amistad y sus altibajos en un contexto más amplio (qué importante saber echar el freno, con o sin bici) y del intenso y pasional trabajo previo a un montaje, pero también por su fotografía y sus matizados personajes principales, contradictorios y en evolución constante. Los secundarios son otro mundo.

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GUILLAUME Y LOS CHICOS, ¡A LA MESA!

¿Podemos llegar a pensar de nosotros mismos lo que de nosotros piensan los demás? ¿Y vivir años, o décadas, con esa idea?

Le ocurre a Guillaume, el protagonista de este filme construido como gigantesco flash-back a partir de una obra de teatro: el primer recuerdo que tengo de mi madre es de cuando tenía cuatro o cinco años: nos llamaba a mis dos hermanos y a mí a la mesa diciendo: “Niños, Guillaume, ¡a cenar!” y la última vez que hablé con ella por teléfono, colgó diciendo: “Cuídate, mi niña grande”. Y, bueno, entre estos dos momentos hubo un buen número de malentendidos.

Esta obra, personal y divertida, en la que Guillaume Galienne lo hace todo (dirige su opera prima y se interpreta a sí mismo y a su omnipresente madre) rastrea, siempre desde el humor, un asunto que acepta enfoques más crudos: el de la búsqueda de su identidad sexual por parte de un joven inadaptado en una sociedad y una familia que dejan poco margen a la naturalidad y a los grises y que mantienen aún rígidas consideraciones sobre los roles de género. Todos pensamos (trampa consciente al espectador) que el protagonista es gay o que quiere convertirse en mujer… hasta que termina enamorándose de una de ellas.

Puede entenderse la película como un ejercicio de psicoanálisis descarnado y a camisa abierta en el que la risa está asegurada, pero lleva siempre implícita una mueca de dolor.

 

PUEDE GUSTARTE SI DISFRUTASTE CONSalir del armario (Le placard) de Francis Veber

 

 

GRAND HOTEL BUDAPEST

Quienes acuden a ver esta peli de Wes Anderson sin conocer al director y atraídos por el elenco de actores y las referencias que hablan de que la obra se inspira en la literatura de Stefan Zweig o que supone un homenaje en clave cómica a aquel Grand Hotel de 1932 en el que se hospedaba la Garbo salen del cine con la boca abierta, para bien o para mal. Si ya habéis visto trabajos de Anderson, no os sorprenderéis de su gusto por el humor absurdo ni de su excepcional concatenación de escenas en fábulas donde no importa tanto el argumento como la estética, el goce visual y la recreación de atmósferas de cuento; si no es el caso, id al cine sin prejuicios y, sobre todo, con ganas de divertiros.

El gran talento de Anderson es el convertir a delirantes personajes próximos al cómic, o a la novela picaresca, en héroes sublimes. Tras el humor, no es difícil entrever el recuerdo entrañable a una vieja Europa y unas formas de relacionarse en sociedad y de hacer cine que ya sólo queda recordar.

PUEDE GUSTARTE SI DISFRUTASTE CON…otras pelis de este director tan particular, como Rushmore, Viaje a Darjeeling, Fantastic Mr. Fox o Moonrise Kingdom

 

 

NO SE ACEPTAN DEVOLUCIONES

El argumento de la película mexicana más taquillera en Estados Unidos, dirigida y protagonizada por Eugenio Derbez, ya ha tenido mucho recorrido: mujeriego empedernido descubre que tiene un bebé del que debe irremediablemente hacerse cargo. Superado el rechazo inicial a la responsabilidad, se ocupa de su hija, y cuando más ha perfeccionado su papel de padre y se ha encariñado con la niña, aparece la madre dispuesta a llevársela. Sin sorpresas en este sentido para cualquiera que haya visto Tres hombres y un bebé o Tres hombres y una pequeña dama (mencionar a la muy superior Kramer contra Kramer es demasiado).

La de Derbez es una película para disfrutar sin exigencias, una historia simpática sin peso argumental complejo pero con un fondo dramático, sobre todo en su segunda mitad, que hace que nos ofrezca algo más de lo que podríamos pensar en los primeros compases. El hacer hincapié en la importancia de superar dificultades, las alusiones a la inmigración, el desarraigo o los problemas laborales y el hecho de que el final no sea feliz ni redondo, ayudan, aunque el tratamiento de estos asuntos graves pueda parecer demasiado ligero. No llega a conmover pero logra sonrisas casi continuas.

 

 

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