Cinco razones para no leernos (demasiado) según Nicholas Carr

11/02/2016

Nicholas Carr. Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?Leyendo hace un tiempo La civilización del espectáculo de Vargas Llosa (quizá ahora podría escribir una segunda parte), una referencia a nuestra distinta actividad neuronal según nos encontremos ante páginas impresas o ante pantallas nos conducía hasta Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, de Nicholas Carr, un escritor americano que estudia en sus libros qué impacto tienen en nuestros cerebros y nuestras vidas las tecnologías de la información a partir de determinados estudios científicos. Se centra en las repercusiones a largo plazo en nuestra capacidad de leer (comprendiendo) y de pensar (en profundidad) del uso continuo de Internet, y su perspectiva, vaya por delante, no es halagüeña; uno de sus artículos más conocidos se titula ¿Google nos vuelve estúpidos?, y la cita inicial de esta obra está tomada de la Oda a Psyche de John Keats y también es muy reveladora: Y en medio de esta amplia quietud/un santuario rosáceo vestiré/con el enrejado interminable de un cerebro activo…

Resumimos algunas de las ideas que defiende Carr sobre los cambios que la Red efectúa en nuestras cabezas y que le sirven para abogar por su uso crítico, en lo posible moderado. El debate no es nuevo, pero este libro puede resultar interesante tanto para escépticos como para entusiastas de lnternet.

EL MEDIO NO ES INOCENTE

1. En línea con Marshall McLuhan, autor de Comprender los medios de comunicación: las extensiones del ser humano, Carr defiende que, siempre en el largo plazo, el contenido de cualquier medio es menos relevante, en cuanto a influencia en nuestros pensamientos y en nuestros actos, que el medio en sí, porque este moldea no solo lo que vemos (leemos, oímos), también cómo lo vemos, en tiempo y frecuencia, cambiándonos a todos, individual y socialmente. Si prestamos atención únicamente a los contenidos, no percibimos estos efectos de calado hondo y acabamos aceptando que la tecnología no nos cambia si la utilizamos de una forma que nos parece correcta, perspectiva errónea según Carr y que nos da una sensación de falso control. En este punto se pregunta si podemos asegurar que las pantallas no son nuestras amas a día de hoy; cita a McLuhan cuando afirma que el contenido de un medio es solo “el trozo jugoso de carne que lleva el ladrón para distraer al perro guardían de la mente” y utiliza los ejemplos de la rueda, los instrumentos agrícolas, el reloj o la metalurgia para explicar que los avances tecnológicos pueden marcar puntos de inflexión en la historia, en el individuo y en el funcionamiento social.

2. Carr hace uso de su propia experiencia para explicar que la lectura profunda de cualquier texto que antes realizaba con facilidad se ha convertido, con el paso de los años y la progresiva incorporación de Internet en su vida, en un esfuerzo. Su atención se disipa –dice- al cabo de una o dos páginas. Como investigador, reconoce que Google ha sido para él un regalo del cielo como fuente de recursos y por el ahorro de tiempo de búsqueda en bibliotecas que le ha proporcionado, pero como siempre, los beneficios han tenido un coste: su mente, de forma mecánica, espera ahora absorber la información cuando lee en papel tal como lo hace cuando lee en pantalla, es decir, “en un flujo veloz de partículas”: atendiendo a gran volumen de contenido pero sin profundizar. Cita ejemplos de personas que se declaran incapaces de leer completo un libro largo o que dicen saltarse fragmentos buscando la información interesante. Podría perderse lo que Karp llamaba “proceso lineal de pensamiento”, calmado y sin distracciones, porque nuestro cerebro, como comenzó a probar Merzenich, es muy plástico y tiene capacidad de cambio también en la edad adulta; nuestras formas de pensar no están determinadas. Este mismo científico habló claro: El uso continuado de Internet entraña consecuencias neurológicas.

Diversos estudios neurológicos apuntan a que el cerebro de los alfabetizados es distinto al de los no alfabetizados, no solo en lo relativo a su forma de entender el lenguaje, también en cuanto a procesamiento de señales visuales, procesos de razonamiento y mecanismos de formación de los recuerdos. Los circuitos mentales de lectura son distintos entre personas que leen ideogramas y las que emplean el alfabeto fonético, como también se transformó, muy paulatinamente, nuestra capacidad de memorizar cuando la invención de la imprenta posibilitó  el paso de la cultura oral a la escrita. El mundo de la pantalla –asegura Carr- es muy diferente al de la página y el funcionamiento de nuestro cerebro se está rediseñando por nuevos caminos. Además, el tipo de estímulos sensoriales y cognitivos (repetitivos, intensivos, interactivos, adictivos) que Internet genera han demostrado capacidad de provocar alteraciones tan rápidas como hondas de las funciones del cerebro. Nos proporciona un sistema de alta velocidad para entregar respuestas y recompensas –refuerzos positivos, en psicología- que fomentan la repetición de acciones físicas y mentales (en el caso de las redes sociales, muy a menudo según Carr, en busca del reconocimiento social o intelectual).

Merzenich habló claro: El uso continuado de Internet entraña consecuencias neurológicas

3. Es obvio, los usos de Internet se han multiplicado: de mostrar solo imágenes se evolucionó hacia la reproducción de sonidos y vídeos, y desde hace años podemos enviar mensajes a través del sistema, además de recibirlos, así que la interactividad del medio lo ha convertido en un centro, evidentísimo, de reunión. En paralelo a esa ampliación de los usos de la red se ha incrementado el tiempo que dedicamos a ella (fundamentalmente entre adultos jóvenes). La media era de 153 horas al mes por usuario en 2008. Curiosamente, y según estudios de Jupiter Research, quienes más ven la tele son también quienes pasan más tiempo frente a ordenadores. Lo que sí disminuye es el tiempo que dedicamos a publicaciones impresas: en estadísticas desarrolladas en Estados Unidos, había caído un 11% entre 2004 y 2008, porcentaje que se elevaba al 29% entre la población de 25 a 34 años.

McLuhan es, como siempre, radical al respecto: Un medio nuevo nunca es una adición a otro viejo, ni deja nunca al viejo en paz. No deja de oprimirlo hasta forzarlo a una nueva forma y posición. Carr recuerda que una página de texto vista a través de una pantalla de ordenador no es igual que una impresa, y suscita distintos estímulos sensoriales derivados del mero hecho de desplazar el ratón, porque el acto cognitivo de la lectura no se basa solo en la vista, también en el tacto; en el paso del papel a la pantalla no cambia solo nuestra forma de navegar por un texto, también nuestro grado de atención al mismo  y la profundidad de la experiencia (los hipervínculos, a la vez, aportan información y nos distraen de la que nos ocupa). Nuestro apego a la lectura es, en Internet, provisional y la concentración se ve sometida a interrupciones. Podemos sumar, en este punto, la aportación a la causa de de las alertas de las redes sociales y Whattsapp. Trasládese el panorama al mundo laboral y búsquese la misión (casi) imposible de la eficiencia.

A medida que la Red se expande –constata Carr – otros medios de comunicación se contraen, y los productos tradicionales que subsisten también se transforman a menudo para aproximarse a la experiencia online: resúmenes y facilitación al máximo de la búsqueda de información en prensa escrita, acceso a Internet en bibliotecas…

4.  Defiende Nicholas Carr que, si queremos una experiencia lectora óptima, nada como el papel, porque las palabras impresas son más faciles de leer que un texto pixelado (menor fatiga visual, paso más veloz de las páginas, posibilidad de anotaciones…). Kindle incorpora vínculos al texto, así que se reduce la potencial concentración y nuestra forma de leer –volvemos al inicio – no es la misma, aunque pueda parecerlo. El picoteo es la diferencia, y el escritor relaciona la lectura somera con el pensamiento superficial y apresurado, y en el camino, con una posible caída en la empatía y en el grado de atención hacia otras personas, porque aunque ve posible – no lo niega- reflexionar mientras se navega en la Red, no es ese el tipo de pensamiento que la tecnología “promueve y recompensa”. Cuando estamos online, a menudo y según Carr, nos mostramos ajenos a lo que ocurre a nuestro alrededor: el mundo “real” retrocede mientras procesamos el flujo de símbolos y estímulos que proporcionan nuestros dispositivos. En sus palabras: Intenten leer un libro mientras resuelven un crucigrama: tal es el entorno intelectual de Internet. De hecho, la mayoría de las páginas web no se visionan durante más de diez segundos.

5. Estudios psicológicos llevados a cabo en los últimos veinte años apuntan que, tras pasar un tiempo desconectados en un entorno rural o natural tranquilo, las personas muestran una mayor atención, una memoria más fiel y una cognición, en general, mejorada, porque cuando no estamos sometidos a múltiples estímulos externos nuestro cerebro se relaja, no se sobrecarga su memoria de trabajo y el estado contemplativo resultante fortalece su capacidad de controlar la mente. La Universidad de Michigan midió cómo una hora de caminata por un parque arbóreo alejado de la ciudad mejoró significativamente el rendimiento de los sujetos estudiados en varias pruebas cognitivas, y no ocurrió lo mismo al pasear el mismo tiempo en un centro de urbe bullicioso: no hubo mejoras destacables en ese caso. Ver imágenes del campo o de una ciudad produce efectos similares a los del paseo. Los estímulos de la Red son vigorizantes, comparables a los de la ciudad.

Para acompañar sus afirmaciones, “Superficiales” incluye casos de estudio y distintas investigaciones; no podemos profundizar en todas, pero este es un libro fácilmente accesible, si os interesa leerlas a fondo.

En contraste, que Carr también habla de compensaciones, otras actividades cognitivas se fortalecen por el uso de la Red, a veces sustancialmente. Es el caso de funciones mentales de corte más primitivo (las nuevas tecnologías es lo que tienen), como la coordinación ojo-mano, la respuesta refleja y el procesamiento visual de señales. Así que seguid leyéndonos, por favor. Antes de dar un paseo por el campo.

 

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