Ahora sí, antes no. El peso de los detalles

05/04/2016

Ahora sí, antes noCuantísimas veces no habremos pensado que sería genial que la vida fuese como uno de los libros de aquella serie de Elige tu propia aventura, en los que si no nos gustaba lo que nos pasaba a partir de la página 52 podíamos dar marcha atrás y saltar mejor a la 71, escogiendo el desenlace a placer.

El cineasta coreano Hong Sangsoo regresa hoy a cines con Ahora sí, antes no, una película que sigue la estela de sus obras anteriores en cuanto que también se centra en el análisis de las relaciones amorosas, contadas de manera pausada, sin excesivo drama y fundamentalmente a partir de diálogos extensos pero discretos, porque pese a que se manejan escasos personajes (los principales son aquí solo dos, Ham y Yoon) y estos mantienen una conversación constante y desprenden una naturalidad deliciosa, ambos siguen guardando numerosos secretos. Parecen transparentes pero son un enigma, entre ellos y para nosotros, porque el cineasta y la pintora que se cruzan accidentalmente en esta película no saben más el uno del otro que lo que nosotros podemos conocer de ellos.

El encuentro se produce en Suwon, donde el director ha viajado para participar en un coloquio universitario posterior a la proyección de una de sus películas. En aquel coloquio, que por cierto alteró sus nervios, nos vino a decir que las palabras no sirven absolutamente para expresar nada (puede que podamos entender a Ham, por su profesión y por su rechazo de la atención a lo formal, como trasunto de Sangsoo), pero en Ahora sí, antes no son precisamente las palabras, más aún que los gestos, las que lo cambian todo. En una primera parte asistimos al nacimiento de la relación entre ambos jóvenes, a unos primeros diálogos aparentemente cándidos y sinceros pero sembrados, como descubrimos después, de mentiras y rachas de presunción relacionadas con la riqueza y la profesión de ella y el verdadero carácter y los sentimientos de él.

Ahora sí, antes noUna segunda parte plantea cómo hubieran sido sus comienzos si ambos hubiesen sido más francos: los cambios son sutiles pero profundos, no modifican el desenlace pero transforman por completo el trasfondo de esta relación, intensa pese a no alcanzar el par de días.

Todo en la historia de Ham y Yoon parece cotidiano, incluso el tono se aproxima al del documental: se mueven en sus ambientes, y la cámara del director parecería simplemente estudiar su comportamiento. Y en ese estudio de cómo se tratan primero y cómo se tratan después (podríamos decir, habiendo aprendido la lección) surge lo trascendente.

Con los medios justos (los desplegados en la primera versión del acercamiento, repetidos), con cámara digital y sin necesidad de ningún discurso teórico, Sangsoo nos invita a reflexionar sobre la importancia del azar en nuestro día a día, las segundas oportunidades y sobre el peso de los detalles que pueden parecer nimios pero que acaban determinando que pensemos bien del de enfrente o que nos crispe a fondo. También agudiza nuestra capacidad de observación al obligarnos a fijarnos bien en esos suaves pero determinantes matices que lo cambian todo en la segunda parte, una segunda historia que para nosotros resulta un ejercicio de suspense, cuando tratamos de adivinar si el final será diferente al primero, y para el director seguramente fue un ejercicio de filigrana y de sensibilidad.

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