FOD es el acrónimo de Francisco Olivares Díaz, un artista autor de obras sobre papel y trabajos tridimensionales que explora en su producción la presencia de la arquitectura más allá de los edificios, la necesidad de construir como condición propia del ser humano. En el caso de sus esculturas, FOD, nacido en Puerto Lumbreras, se sirve de todo tipo de materiales, desde maderas reutilizadas y cartones hasta chapas onduladas, para acoplarlos de modo que obtengan una función distinta para la que en inicio se concibieron.
Su obra ha evolucionado hasta escapar de la pared para ocupar otros espacios y, hasta el próximo 24 de enero, tenemos ocasión de comprobarlo en la Sala Verónicas murciana, donde FOD presenta STRÛTS, un proyecto específico para este espacio en el que ha combinado pintura, escultura y arquitectura a la hora de explorar de nuevo la necesidad humana de habitar, de ocupar un espacio y de crear un hogar.
Podríamos decir que las esculturas motivan sus pinturas, que derivan a su vez en las arquitecturas hasta hacer difícil establecer dónde termina cada disciplina y empieza la otra
Los trabajos que presenta están dominados por la geometría y vinculados a procesos de trabajo de construcción y deconstrucción en los que dialogan las disciplinas mencionadas (pintura, escultura y arquitectura) y unas y otras se complementan a la hora de ofrecer soluciones que definan espacios.
La noción de habitabilidad se hace muy presente en STRÛTS a través de esculturas y pinturas que parecen poder ser pobladas, vividas, y que hacen referencia a la necesidad vital de construir un refugio, una cabaña o cualquier emplazamiento que nos sirva de techo y resguardo.
La producción escultórica e instalativa de FOD expone también un claro carácter recolector, como aquel que definía la actividad de supervivencia humana en los inicios del hombre. Utiliza, como avanzamos, materiales usados de la construcción –chapas onduladas, cartones, metacrilatos, maderas o tableros- con los que homenajea a las aves y a sus migraciones a través de una casa-nido anclada en una esquina del altar a cuatro metros de altura.
Estas esculturas e instalaciones han nacido de la capacidad de observación del artista murciano, una capacidad que ponía a prueba en sus viajes y traslados de un lugar a otro, fijándose sobre todo en las autoconstrucciones de las periferias y en los barrios donde la necesidad de encontrar refugio sigue siendo, de manera palpable, un instinto primario. En estos lugares es donde también puede apreciarse de forma más clara que los métodos de construcción no son casuales, sino que tras ellos subyacen a veces necesidades, otras voluntades estéticas.
Además de estas instalaciones y esculturas, se exhiben en la Sala Verónicas tres piezas colgantes y algunas pinturas: un tríptico, un díptico y dos piezas individuales que hacen referencia también a la arquitectura y la geometría del espacio.
La suspensión de las casas-nido y las esculturas colgantes no tiene solo implicaciones estéticas, sino que alude a la inestabilidad propia de nuestro tiempo y convertida en sistema de vida (también de trabajo). Podríamos decir que las esculturas motivan sus pinturas, que derivan a su vez en las arquitecturas hasta hacer difícil establecer dónde termina cada disciplina y empieza la otra.
A partir de febrero tendremos ocasión de contemplar la obra de FOD en la Tabacalera madrileña, de la mano de Promoción del Arte.
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