Las obras de Fermín Jiménez Landa elaboradas para las salas de ARTIUM que forman parte de la muestra “Turno de noche”, abierta hasta mayo en el centro vitoriano, no obedecen a un guion previo, de hecho el título de este proyecto alude precisamente a “la obra que no vamos a ver”. Resultan aparentemente independientes unas de otras y sus relaciones parecen nacer del azar: podríamos considerar que tienen en común las referencias a la parte por el todo, lo inmaterial y al humor, lo máximo y lo mínimo y también sus nexos con asuntos tan variados como la medicina, la botánica, la danza, la violencia vinculada a lo político, el orden, el caos y la euforia.
Autor de acciones, intervenciones públicas, video, instalaciones o dibujos que proponen enfoques muy variados (sensato o absurdo, empírico o metafórico) sobre temas sociales, Jiménez Landa ha cubierto el techo blanco de una sala de ARTIUM con estrellas que, pese a ser igualmente blancas, brillan en la oscuridad y se cargan de luz con la iluminación que por el día permite ver el resto de obras. El artista alude, a través de estos astros tecnológicos que no duermen, a las máquinas que no dejan dormir a los hombres en lugar de trabajar para ellos. Se nos propone una visión de la noche como etapa relativa en un mundo que nunca duerme, aunque no podamos dejar de asociarla al miedo, a lo febril y también a la picaresca.
¿Qué obras buscar en “Turno de noche”?
La bautizada como La Fiebre es una instalación que recorre todo el espacio; un circuito de tuberías de cobre atravesado por agua a 40º, una temperatura precisa pero elegida aleatoriamente en referencia a la fiebre. El artista navarro nos invita a pensar en la fiebre y en el cuerpo, en la medida de nuestro mundo y de nuestra arquitectura, a través de una estructura vagamente antropomórfica.
Jiménez Landa concibe aquí el cuerpo como nuestro modo y herramienta para medir el espacio y entender nuestro entorno, pero este cuerpo es aquí enfermo o apasionado. El público podrá tocar las tuberías como quien le toca la fiebre a un hijo enfermo.
Irónico es el título de El lago de los cisnes: una gran cantidad de agua sucia que ha pasado por un viaje caro y difícil hasta llegar a Vitoria desde el lago ruso Novodevichy, que se supone inspiró a Tchaikovsky a la hora de componer la pieza del mismo nombre. Landa juega con el fetichismo que genera un objeto líquido, pese a que al aislarlo de su contexto no pueda tener sentido.
Buscad también el conjunto de 65 pequeños dibujos que dan lugar a Periplanómenos, término que en griego significa “ser errante”. Arrancados de cuadernos, rescatados de bolsillos, nómadas en definitiva, estos humildes trabajos en papel representan la expresión espontánea e íntima del pensamiento y también el punto de partida de algunos trabajos que forman parte de “Turno de noche”.
Inevitablemente llamará vuestra atención La forma de la tierra, una viga que atraviesa tres habitaciones. Parece recta, pero está doblada con el mismo ángulo de la superficie del planeta, y Landa quiere con ella invitarnos a reflexionar sobre el afán del hombre por sistematizar y medir el mundo.
La exposición se prolonga en la fachada de ARTIUM a través de Parpadeo, una luz que tiembla en diez ocasiones por minuto. De nuevo el artista toma una medida empírica, una variable (porque el número de nuestros parpadeos depende de infinitos factores), para alejarnos de lo humano sin romper del todo ese vínculo y llevar al contexto urbano sublimándola una acción cotidiana e intrascendente.
La producción de Jiménez Landa parte de lo más próximo para indagar en nociones abstractas propias de la física y trasladarlas, siempre desde un punto de vista flexible, a la rutina, al campo de lo doméstico.
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