No sabemos con exactitud cómo fue el encuentro de la humanidad con el vidrio, pero no resulta raro pensar que el hallazgo pudo producirse en una playa en la que hubiera arena, sal y fuego, pues este material se obtiene de la fundición de tres elementos fundamentales: anhídrido silíceo o arena de sílice (75%), sosa y potasa (15%) y cal (10%).
Incorporando a esa combinación otros elementos, como óxidos metálicos, aluminio y magnesio, pueden variarse las cualidades fundamentales del vidrio, como su color, transparencia, dureza y translucidez. La mezcla se funde a una temperatura entre 800 y 1000 grados y el enfriamiento ha de ser controlado y lento, para evitar la opacidad y las roturas: el llamado shock térmico.
Las cualidades de este material le proporcionan utilidades muy diversas: es transparente a la imagen y translúcido a la luz; duro, difícil de rayar y cortar, pero muy frágil al choque. Permite el paso del calor y es diatérmico, pero mal conductor de la corriente eléctrica; también es estable e inalterable, salvo para el ácido fluorhídrico. Esas cualidades pueden modificarse, potenciándolas o disminuyéndolas en función de los componentes incorporados y su temperatura de fusión, de modo que podremos obtener vidrio común, de botella, óptico y de cristal, esmalte para la cerámica, de color, opaco…
A menos calor en la fundición, como en el vidrio antiguo, se produce una reducción de las propiedades, lográndose una pasta imperfecta comparada con las actuales, debido a que la energía actual de los hornos calentados con electricidad o gasóleo mejora la calidad técnica del vidrio en todos sus aspectos.
La lucha por conseguir transparencia y translucidez, imitando al cristal natural de roca, condujo al perfeccionamiento del vidrio en Murano a mediados del siglo XV. Ya en el XVIII, Ravencroft descubrió la fórmula del cristal de plomo, que consta de un 60% de sílice, un 30% de óxido de plomo y un 10% de potasa. El cristal óptico parte de esa ecuación añadiendo otros elementos, al igual que el cristal Strass, que a base de colorantes logra imitar las piedras preciosas en bisutería.
A menudo, por cierto, empleamos las denominaciones de vidrio y cristal indistintamente, pero son materiales diferentes en su dureza, composición, limpieza, transparencia y translucidez.
LOS PROCEDIMIENTOS DEL VIDRIO
Seguramente habéis oído hablar del vidrio colado: es el resultado de introducir pasta de vidrio líquido en un molde y genera objetos macizos. Desde 1500 a.C., el colado se realiza sobre un alma interior de hierro o tierra, colocando una pasta encima, quedando hueco el objeto. A veces se colaba en forma de hilos de distinto color, incluso con decoración espiral en zigzag: ese era el caso de los balsamarios egipcios. Esas técnicas se han seguido perfeccionando, obviamente, en los siglos posteriores, dando lugar a un sinfín de objetos de vidrio hueco decorado.
El vidrio soplado se obtiene con un tubo o barra de metal, soplando sobre el vidrio colocado en un extremo y moldeando la pieza sobre un molde o con tijeras hasta conseguir la forma que se desea. El objeto terminado ha de quedar sobre el horno hasta que se enfríe, lentamente. En las últimas décadas se fabrican ingentes cantidades de objetos de vidrio soplado (también llamado hueco), en la industria de la botellería.
El vidrio estirado o plano es el producido por la pasta al salir del horno, ser transportada en cilindros mientras se enfría y terminar cortada en grandes placas o láminas. Un sistema de garfios la estira, pasa por una piscina de mercurio para pulirse, se controla su calidad y después se corta para securizar o para cerramientos.
Si hace siglos poseer un horno de vidrio era solo posible para los grandes poderes, hoy el consumo de vidrio plano es, como sabemos, enorme: desde el vaso y la botella hasta los ventanales.
Nos referiremos, por último, al vidrio securizado, que es el templado para darle una dureza y una fragilidad controladas (duralex, securit) o bien el vidrio doble montado sobre una lámina de acetato de celulosa o poliacetato de vinilo o que consta de una armadura interior que evita la fractura dispersa e incontrolada, tal como se usa hoy día en los automóviles.
ASÍ SE DECORA
Los objetos de vidrio, y sobre todo los de cristal, cuentan en su misma materia con todos los elementos estéticos como para no necesitar ornamentos añadidos: brillo, transparencia, translucidez… y la forma y la imagen añadidas por el artesano. Sin embargo, desde siempre, el vidrio hueco y el plano han sido soporte de ornamento a través de diversas técnicas.
Una de las más antiguas es la pintura esmaltada, que consiste en el uso de óxidos metálicos aplicados en frío y vitrificados en el horno a temperaturas menores que la fusión del vidrio. También se ha empleado la pintura en frío, con pigmentos aglutinados con aceite sobre la superficie, con mayor riesgo de desprenderse.
Pero el camino más habitual para decorar vidrio y cristal es la incisión o talla sobre el cuerpo del objeto duro y espeso. Podemos diferenciar la incisión grabada a la muela o talla (se somete el vidrio a la abrasión de una muela o disco de carborundo, siguiendo un dibujo previo señalado con punta de diamante o tinta especial, y las señales se pulen con ruedas y ácidos) y la incisión grabada al ácido (recubriendo el objeto de vidrio con resina o ceras, se dibuja sobre su superficie retirándolas. Al aplicar ácido fluorhídrico, este come y ataca el vidrio descubierto, realizando la incisión o grabado).
Una de las decoraciones realizadas con vidrio es el camafeo (a la izquierda, Jarrón Portland): se aplica la talla o incisión sobre objetos de dos o más capas de vidrio de distinto color (normalmente blanco sobre azul) buscando el contraste cromático, sobre todo en imágenes de retratos o animales.
En cuanto a espejos, los más antiguos conocidos son de metal pulido y bruñido en su superficie. Más tarde, se añadió sobre la misma una amalgama de plomo, estaño y mercurio o de plata. Después se procedía a un baño de estaño sobre la superficie del vidrio, añadiendo mercurio. Espejos, arañas, cornucopias, lámparas… fueron esenciales en los ambientes barrocos y rococós a la hora de multiplicar espacio y luz.
ESMALTE AL FUEGO y VIDRIERAS EMPLOMADAS: DEL CLASICISMO AL GÓTICO
El esmalte es una técnica propia del vidrio y también una de las técnicas del fuego: consiste en acoplar vidrio en polvo sobre un soporte metálico; luego se funde dentro de un horno o mufla.
Los primeros esmaltes conocidos datan, aproximadamente, del 1200 a.C., en la cultura micénica. Se desarrollaron durante la época clásica griega y los celtas llevaron la técnica a Occidente, usando los esmaltes en hebillas (las fíbulas), empuñaduras de armas y lámparas; por último, adquirieron especial desarrollo durante los siglos XI al XVI en Europa, en cruces, arquetas, relicarios…
Su elaboración consta de tres fases: preparación del soporte metálico, acoplamiento del esmalte en polvo sobre el soporte y vitrificación dentro del horno.
Como todas las técnicas al fuego, el esmalte es de difícil restauración; en todo caso, puede sustituirse alguna pieza.
En cuanto a la vidriera emplomada, hay que subrayar que los vidrios engarzados con plomo han sido empleados desde muy antiguo y varios textos hablan de ventanas con colores en la arquitectura romana y en la árabe. Eran perfectamente conocidos ya en los siglos XI y XII, tal como describe su técnica el monje Teófilo.
Tuvieron su esplendor en la etapa gótica, decayeron en el Renacimiento y resurgieron a fines del siglo XIX; actualmente son frecuentes las vidrieras engarzadas en cemento y de cristales gruesos: el llamado tabique translúcido.
Las vidrieras más antiguas eran de cristales pequeños, las más modernas son de cristales grandes, y por ello más frágiles. El cristal pequeño y el plomo evitan las rupturas por vibración de truenos y por vientos.
La realización de vidrieras emplomadas requiere de un cartón: el boceto a tamaño real de las figuras a realizar. Existían por ello maestros vidrieros especializados en el boceto y cartón (pintores) y en llevar a cabo la vidriera engarzada con el plomo (propiamente vidrieros). Sobre el cartón se han de dibujar las líneas del plomo y su anchura, porque el plomo dibuja y es parte formal, no solo estructural, de las obras.
Los cristales tienen distintos colores, pero para precisar detalles (ojos, cabellos, arquitecturas, pliegues) se utilizan las grisallas, óxidos metálicos vitrificables. Los más utilizados (casi los únicos) durante el románico y los inicios del gótico fueron los óxidos de hierro, que ofrecen una coloración gris, y de ahí ese nombre.
El descubrimiento del color óxido de plata amarillo a principios del siglo XIV supuso que pudieran combinarse todos los barnices vitrificables, originando los colores rosas, verdes y violetas. Se inició entonces la decadencia de la vidriera en favor de la pintura sobre vidrio, en la que se usan barnices vitrificables de distintos colores sobre este material blanco o incoloro.
Una respuesta a “Vidrio y cristal: la lucha por la transparencia”
MÓNICA
me interesa mucho este ámbito