NOMBRE: Víctor
APELLIDOS: Alba
LUGAR DE NACIMIENTO: Salamanca
FECHA DE NACIMIENTO: 1986
PROFESIÓN: Artista
Es muy posible que, si sois asiduos visitantes de ferias, conozcáis ya a Víctor Alba; su obra ha pasado por ARCO, Estampa, Art Madrid o JustMAD y forma parte de diversas colecciones dentro y fuera de España.
Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca, se ha formado además en pintura y producción artística en la Universidad de Belgrado y en la Politécnica de Valencia, centro, este último, en el que actualmente cursa un doctorado en arte.
La pintura es el eje de su producción: desde sus comienzos ha ido gestando un lenguaje propio dentro de este medio, tratando de evolucionar en sus recursos plásticos partiendo de la representación continua del paisaje. Para Víctor, los procesos de trabajo son tan o más importantes que los resultados finales (él habla de un proceso que solo busca seguir siendo proceso), y los suyos se basan en el cultivo de las relaciones entre los distintos elementos pictóricos que integran cada una de sus obras, un diálogo que él identifica con la esencia de la pintura: Establezco en cada obra una jerarquía plástica que ordena el caos de una manera coherente que me permite jugar con las ideas, pero ante todo, con la pintura.
Manchas, sombras y trazos enérgicos pero no del todo definidos dan lugar, en las obras de Víctor, a representaciones que, a la vez que bordean lo escénico, transmiten el enigma propio de lo inacabado, ese misterio presente en las obras cuya falta de precisión es fuente de libertad para el espectador, porque nos abre a numerosas y diversas interpretaciones, estilísticas y de significado, de lo que vemos. Sus paisajes no son cerrados sino ambiguos –rasgo favorecido por su presentación a medio camino entre lo figurativo y lo abstracto-, y contemplados en conjunto nos producen la sensación de formar parte de un proyecto en constante evolución y cambio.
No nos encontramos ante representaciones miméticas de su característico árbol, de un arbusto o rama, sino más bien ante la traslación a lugares mentales de las sensaciones que el paisaje – a menudo, un mismo paisaje- puede generar, dejando a un lado el interés por captar los efectos lumínicos sobre la naturaleza de los pleinaristas e impresionistas, aunque sí recurra a la captación de ciertos matices de la luz como vía generadora de efectos cromáticos que puedan derivar a su vez en experiencias emocionales.
Reconocemos las formas vegetales, pero no por ello estas dejan de tener cierto carácter de presencia espectral y totémica, acentuada por la nube de irrealidad que las rodea, una niebla formada por capas superpuestas de empastes que son huellas del ritmo con el que trabajó y que nos hablan de esos procesos creativos a los que el artista concede una importancia fundamental. En palabras de Jesús Alberto Pérez Castaños, Alba fusiona superficies (cemento y encáustica), otorgándolas envolturas de pliegues y accidentes casi orográficos que cuestionan todas sus posibilidades espaciales.
Si a menudo examinamos la pintura actual no estrictamente figurativa en función de la prevalencia de la geometría, la materia o el gesto, en el caso de la obra de Víctor tendremos que referirnos a la claridad con que se da el último, al impulso enérgico de sus trazos, que liga sus paisajes a las raíces, lo telúrico, en lugar de a la idealización romántica o el preciosismo.
En este punto tenemos que referirnos, sin duda, al árbol que es motivo casi obsesivo de buena parte de su producción, un árbol que constituye la síntesis de sus preocupaciones expresivas y que, aunque implique en su evolución una plasmación del transcurrir del tiempo, no ofrece narración alguna, sino que se nos reivindica como eje en sí mismo de reflexiones e interpretaciones varias, sin necesidad de más elementos. Porque, como subrayaba Marcos Fernández al referirse al proyecto con el que Víctor Alba participó en las Surprise Series de NOCA, cuando la pintura es pintura otras retóricas no son hábiles, de hecho, suelen hasta importunar porque dejan de hacer hincapié en la figura explícita del suceso pictórico, como voluntad e interiorización de nosotros mismos.
Si en la serie de Paisaje con árbol Víctor se servía de ese leitmotiv para, en sus palabras, reflexionar sobre el cambio (…), reforzar la idea del paso de tiempo y del devenir, en True Landscapes nos invitaba a reflexionar sobre lo que es o no real y nuestra forma de percibirlo (Incorporo elementos del paisaje sin la intención de representar fidedignamente un paisaje en sí, sino como módulos que asumen su rol de distraer para sembrar la duda: la paradoja de los paisajes de verdad) y en A mesa puesta rendía tributo a la considerada primera fotografía de la historia, una pieza de Niépce de 1822 llamada precisamente La mesa puesta, transformando la composición original a través de una suma de variantes. Así plantea que cualquier transformación o decisión, por efímera que parezca, tiene una trascendencia.
¿Dónde encontrar a Víctor? Hasta el 3 de julio presenta, en la Sala C del Centro de Arte Tomás y Valiente de Fuenlabrada, “Symbiosis Naturae”, una muestra junto a la fotógrafa Irene Cruz en la que nos enseñan un proyecto conjunto desarrollado en medios variados (performance, videoarte, fotografía, instalación y pintura) y dedicado a la naturaleza y sus ciclos. También en su web: www.victoralba.com