Fue en el siglo XVI cuando algunas mujeres comenzaron a lograr convertir la insistencia del Renacimiento en la virtud y la donosura en atributos que beneficiasen a las artistas femeninas, y bien por haber nacido en familias de artistas (con lo que ello conllevaba de facilidad de aprendizaje), o bien por pertenecer a una clase elevada, más permeable a la idea de conceder educación a las mujeres, lograron desarrollar sus carreras.
Numerosa documentación de los siglos XVI y XVII nos habla de la figura de Sofonisba Anguissola, aunque específicamente sobre su obra escasea la información. Fue autora de aproximadamente medio centenar de pinturas que se conservan en museos y colecciones privadas y sobre esa producción existen opiniones encontradas: Baldinucci dijo en el siglo XVII que sus retratos eran comparables a los de Tiziano y en 1971 Sidney Freedberg le enmendaba la plana, subrayando su falta de formación técnica y su dibujo deficiente.
Ambas afirmaciones resultan seguramente exageradas, pero sí puede destacarse el moderno naturalismo de sus pinturas costumbristas y retratos, y su significativo papel como eslabón entre el retrato italiano y el español en el siglo XVI, y también su influencia en el desarrollo posterior de este género en Italia. Fue precisamente el retrato, y también el autorretrato, uno de los géneros que más cultivó, llegando a establecer nuevas reglas en el ámbito concreto del autorretrato femenino.
Trabajos como Bernardino Campi pintando a Sofonisba Anguissola, que probablemente date de finales de la década de 1550, nos hace pensar que la artista era consciente de la importancia de su propia imagen como ejemplo de mujer triunfante y que comprendía además la relevancia del vínculo maestro-discípula y de su labor como productora de imágenes de mujeres. En esta obra se pintó como si estuviera siendo pintada, quebrantando quizá por primera vez, en el caso de una mujer artista, la posición sujeto-objeto.
Sabemos que Sofonisba nació entre 1532 y 1540 y que murió en Palermo en 1625. Era hija de Amilcare Anguissola, noble viudo que tomó la decisión de educar a sus siete vástagos conforme a los ideales humanistas renacentistas. Varias de sus hijas se hicieron pintoras: Sofonisba y Elena estudiaron con Bernardino Campi, maestro de Cremona, y después la mayor trabajó con Bernardino Gatti. Posteriormente Sofonisba enseñó el oficio a su hermana Lucía, y puede que también a Europa. Además de su talento, su posición social y su juventud favorecieron que pronto brillase, pese a que mantuvo solo un aprendizaje de tres años cuando muchos pintores de entonces estudiaban, al menos, durante cuatro.
Tenemos noticia de los propósitos de Amilcare Anguissola respecto a su hija por dos cartas que envió a Miguel Ángel pidiéndole su apoyo. La primera data de 1557, y en ella le expresaba su agradecimiento por el afecto mostrado hacia Sofonisba, “a quien incité a que empezase a practicar la honrosa virtud de la pintura… Le ruego tenga a bien enviarle uno de sus dibujos para que ella lo coloree al óleo, con la obligación de devolvérselo a usted fielmente acabado de su mano.”
Buonarrotti no se lo puso fácil: le encargó un niño llorando, y ella le envió el dibujo que hizo de su hermano Asdrubale (Niño mordido por un cangrejo, anterior a 1559).
En todo caso, en las obras primeras de Sofonisba, como La partida de ajedrez (1559), donde aparecen tres hermanas suyas, se hacen patentes las características propias de la pintura del norte de Italia a mediados del XVI: predominio de verdes y negros y superficies glaseadas.
El duque de Alba, que la conoció a través del gobernador de Milán, llamó la atención sobre su talento a la corte española, y la artista vino a nuestro país, en 1559, ceremoniosamente escoltada. Fue pintora de cámara y dama de honor de Isabel de Valois hasta 1580 y se le pagó, como entonces era habitual, con ricos regalos. Prueba la categoría que adquirió en la corte el hecho de que, antes de que saliera de ella, el rey concertara su matrimonio con el prócer Fabricio de Moncada y le concediera una dote.
Una de las pocas obras que se conservan de la estancia de Sofonisba Anguissola en España es un Autorretrato de 1561 en el que se muestra seria, vestida con recato y tocando el teclado de una espineta junto a una señora de más edad que quizá la acompañara desde Italia.
Podemos situar esta representación de sí misma como una joven seria, modesta, refinada y culta dentro de la tradición de retratos que articulaban el ideal renacentista del artista como un caballero o señora en vez de como un artesano. El hecho de que se presente tocando música alude a su pertenencia a una familia culta y noble, en un tiempo en el que la habilidad para esta disciplina era un signo de cultura.
La tradición retratística que introdujeron en España Moroni y Claudio Coello durante el reinado de Felipe II influyó en la pintura de Anguissola, aunque este autorretrato también señala que conocía las aspiraciones culturales de la corte española y la pintura que en ella se realizaba. Los complejos nexos entre su producción, la pintura del norte de Italia y la retratística española han llevado a que algunas de sus pinturas se confundiesen, incluso, con las de Tiziano, Moroni o Leonardo da Vinci, e incluso con las de Coello, Zurbarán, Van Dyck o Sustermans.
Como hemos mencionado, apenas se conservan trabajos de los cerca de veinte años que la autora pasó aquí, porque seguramente muchos se perdieron en el incendio del Alcázar de 1734. Un inventario de 1582 mencionaba un retrato suyo de la reina calificándola como “excelente retratista, por encima de todos los pintores de su tiempo”.
El autorretrato de 1561 se rige según un planteamiento semejante al que Tiziano siguió en La Bella (hacia 1536), aunque las semejanzas no son mayores porque esta pintura del italiano es el primer caso debidamente documentado de un retrato vendido como obra de arte y no como descripción de una persona específica.
Otra obra esencial atribuida a Sofonisba es el retrato de Felipe II de medio cuerpo, con vestiduras negras, que se conserva en el Museo del Prado. En 1573, cambió la disposición de la mano derecha del Rey, que anteriormente tocaba el Toisón de Oro, para adaptarlo al retrato de Ana de Austria, su cuarta esposa, con el que forma pareja. La más tardía Virgen con el Niño prueba el peso en la obra de la artista de Correggio y Luca Cambiaso, además de la influencia del círculo de los Campi.
La invitación a Anguissola a que acudiera a la corte de Felipe II fue un precedente para varias mujeres artistas que eran excluidas de la enseñanza académica, de gremios y talleres y del mecenazgo papal, pero que sí encontraron respaldo en las cortes europeas entre los siglos XVI y XVIII.
La discípula de Tiziano Irene di Spilimbergo dijo verse “devorada por un ardiente deseo de igualar a esa noble y talentuda doncella” y su obra también se piensa que influyó mucho en la de Lavinia Fontana, miembro de un grupo de mujeres artistas nacido en Bolonia entre los siglos XVI y XVII.