Según el Cantar del Mio Cid, era una “buena ciudad” de gentes mesuradas y prudentes. San Esteban de Gormaz fue un punto estratégico en la frontera del Duero que se disputaron cristianos y musulmanes entre los siglos IX y XI (de ahí la importancia de su castillo, que se encuentra totalmente en ruinas, pero al que merece la pena subir por sus vistas). Pasó de unas manos a otras en varias ocasiones, hasta que precisamente el Cid, según la tradición, lo recobró definitivamente para los cristianos.
Yendo a lo que nos interesa, San Esteban es un foco muy importante del Románico castellanoleonés, del que conserva uno de sus ejemplos más antiguos: la iglesia de San Miguel. Actualmente está siendo restaurada y no podemos acercarnos demasiado por estar cercada, pero su belleza se aprecia igualmente, sobre todo si miramos su portada desde calle abajo. Se sitúa extramuros de la antigua cerca medieval y su galería porticada serviría de modelo para iglesias de localidades próximas.
Los historiadores han investigado si esta iglesia es más antigua que la de San Salvador, de la no lejana Sepúlveda (en Segovia), atendiendo a dos inscripciones epigráficas que aparecen en ambos templos. En uno de los canecillos del pórtico de este templo se representa a un monje con un libro abierto en el que aparece inscrito +IVLIA/NUS MA/GISTER/ FECIT/ERA MC/XV/III, es decir, se nos remite al año 1081. Por su parte, un sillar absidal del templo de Sepúlveda lo fecha en 1093.
Una y otra iglesia presentan muchos rasgos comunes, pero la rudeza en el tratamiento de los materiales y las esculturas apuntan a que la soriana es anterior. Se trata de un templo de nave única, ábside semicircular, galería porticada al sur y torre prismática al norte. En la nave encontramos techo de madera; en la cabecera, una bóveda de horno en el hemiciclo absidal y de cañón en el presbiterio. El arco triunfal apea sobre capiteles figurados que representan leones y toda la capilla se engalanaba con pinturas murales tardogóticas de las que quedan algunos restos.
Durante obras de acondicionamiento recientes, se ha encontrado una colección de grafitos repartidos por la parte superior de los muros de la nave, con motivos como caballeros, clérigos, animales, cruces…incisos en el enlucido. Se han fechado en la segunda mitad del siglo XII y podrían probar la existencia de una tribuna alta de madera que recorrería todo el perímetro de la nave, rasgo no habitual en el románico peninsular cuyo paralelismo más cercano sería San Baudelio de Berlanga, aunque allí la estructura ocupa solo un extremo de la nave.
En el eje del ábside se abre una ventana que se manifiesta hacia el exterior mediante una chambrana de billetes y una arquivolta de bocel sobre dos columnillas con capiteles de toscos entrelazos, mientras la cornisa se sostiene por canecillos historiados cuyos motivos parecen antropomorfos, pero apenas se conservan.
La portada de acceso al interior, en el muro sur, consta de tres arquivoltas baquetonadas y dos pares de columnas con capiteles en los que se representaron cuadrúpedos de tosco diseño.
La galería porticada es lo más bello del conjunto. En el frente meridional se abren siete arcos que descansan sobre capiteles decorados con estructuras fortificadas, soldados, una serpiente atacando a otro animal, un músico tocando un cordófono, Daniel en el foso de los leones, un pavo real, un jinete, una rapaz con una presa, una danzarina y otros personajes; todos trazados con una pericia técnica ruda.
El muro oeste está perforado por un arco de medio punto que descansa sobre capiteles decorados con un cáprido y una sirena de doble cola, alusión habitual a la lujuria. El muro oriental contiene dos arcadas sobre otros capiteles en los que se representa a un posible elefante y a varios personajes, uno vestido al modo árabe y otros con caballos. La interpretación de estos temas no es fácil, pero podrían apuntar a la juglaría, el mundo musulmán y lo pecaminoso.
La cornisa de la galería apoya sobre una serie de canecillos muy deteriorados en los que aparecerían leones, músicos, serpientes, soldados y un halcón.
La torre es posterior al resto del edificio, probablemente de la segunda mitad del siglo XII. Se concibió como una estructura independiente, pero más tarde se unió al templo mediante un pasadizo abovedado. El cuerpo superior de ladrillo es aún posterior y en la base occidental de la torre se encuentra una estela romana reutilizada; por cierto, paseando por la Calle Mayor con atención, quizá descubráis, en la puerta de una casa en restauración, dos estelas visigodas que encontraron allí hace unas semanas interviniendo la fachada.
También hay que mencionar, volviendo a San Miguel, la existencia de algunas piedras con tableros de juego reutilizados en el pórtico: un alquerque de nueve en la esquina suroeste y otro de doce en el banco o pódium. Se trata de juegos de origen muy antiguo que traerían a la península romanos o musulmanes; Alfonso X los incluyó en su Libro de juegos, así que su uso estaría extendido.
La segunda iglesia románica de San Esteban, la de Nuestra Señora del Rivero, sí es visitable, y con guía si lo pedís. Es más tardía que la anterior, aunque con una tipología arquitectónica semejante: presenta un ábside semicircular y una sola nave con una galería porticada adosada en su costado meridional.
A ese plan inicial se fueron sumando la sacristía, la capilla de san Lorenzo, la espadaña y el camerín de la Virgen.
El ábside es de buena sillería, aunque está parcialmente oculto por añadidos posteriores. Cuenta con cuatro paños delimitados por columnas adosadas que rematan en capiteles situados bajo la cornisa. Las cestas del costado norte se adornan con piñas y águilas de alas explayadas, mientras que las del otro lado se encuentran demasiado deterioradas para distinguir sus motivos. Los canecillos muestran figuras antropomórficas y de animales.
De la imposta ajedrezada que abraza el ábside arrancan tres ventanales románicos decorados con motivos ajedrezados y sogueados; el mejor conservado es el septentrional, que incorpora un timpanillo con discos de motivos radiales y dos cortas columnillas con capiteles historiados. En el izquierdo se ha querido ver la Huida a Egipto y, en el derecho, una Anunciación.
La portada de acceso tiene tres arquivoltas de medio punto decoradas con boceles, sogueados y motivos florales y la del centro se apoya sobre dos columnas de fustes sogueados también. En los capiteles de la izquierda aparecen un músico acompañado de otro personaje con turbante y una rapaz apresando dos aves; en los del lado derecho, apreciamos un simio con soga al cuello y una serpiente capturando un ave.
La galería porticada, lo fundamental del monumento, conserva originales cinco arcos del frente meridional y los dos que forman el costado oriental. En los motivos de sus capiteles hallamos figuras humanas y animales: una sirena de doble cola junto a dos hombres, un jinete con lanza acompañado de un león devorando a su presa y dos soldados con indumentaria musulmana, dos águilas, Sansón desquijarando al león, un tañedor de fídula, dos soldados entre hojarasca, tres rapaces con sus presas y dos posibles juglares junto a un oso.
La cornisa del sector románico del pórtico se apoya en canecillos figurados con diversos animales y personajes: aves, leones, un lector, un clérigo con báculo y un soldado con escudo.
Desde el punto de vista escultórico, la dependencia respecto a la Iglesia de San Miguel es evidente, así que la iglesia de Nuestra Señora del Rivero pudo empezar a construirse en los últimos años del siglo XI o inicios del XII.
Antes de iros de San Esteban, os sugerimos dar un paseo por el puente de los dieciséis ojos sobre el Duero. En la Edad Media, era uno de los pocos pasos que lo cruzaba, y seguramente tiene origen romano.