La semana pasada, como algunos de vosotros sabéis, estrenamos sección: la #salaON, en la que nos hemos propuesto explorar las inquietudes temáticas y estéticas más frecuentes entre las nuevas generaciones de artistas a partir de los testimonios de los más de doscientos a quienes ya hemos fichado. Comenzamos hablando de quienes han vertebrado su obra, de forma más o menos explícita, en relación con la música y hoy queremos prestar atención a quienes atienden al lado poético, enigmático y bello de lo cotidiano, al silencio frente al ruido y a la importancia de la memoria en la construcción de nuestros modos de ver.
Es el caso de la iraní Shirin Salehi, que en dibujos, grabados y libros de artista trata de encontrar modos de representar lo inexpresable con palabras o aquello que nos pasa desapercibido. En ese proceso ha partido a menudo de la literatura o la poesía: He ido explorando el concepto del segno, que entiendo como la manifestación de la memoria poética de la experiencia humana. Me interesa nuestra necesidad de inscribir una memoria frente a la muerte, la violencia y lo prosaico (…) y la belleza como aproximación a la vida. Las sutilísimas obras de Miguel Marina, por su parte, nacen de la observación del paisaje y de las obras que en él encuentra: crea sobre todo pinturas sobre papel en las que, además, aborda las posibilidades de la memoria al evocar lo antes mirado y experimentado: El paisaje que trabajo desde mi pintura podría entenderse como un lugar abstracto, donde las sensaciones, los recuerdos y lo intangible cobran protagonismo.
María Yelletisch trabaja en técnicas muy diversas, desde la pintura a la acción site-specific, pero en unas y otras quiere rastrear los nexos entre la memoria individual y la colectiva, el camino en el que la primera se convierte en la segunda y la naturaleza íntima de los objetos y las imágenes. Cartografía espacios que habitamos buscando en ellos raíces, emociones, y la repetición (que encuentra en el paisaje) es su gran recurso compositivo. Muy distinta es la estética que maneja Marta Bran, que parte en su obra (pinturas, esculturas y animaciones que generan instalaciones) de lo cotidiano en un sentido muy estricto: Lo aparentemente desapercibido se convierte en protagonista en un determinado instante y, cuando se mantiene la magia, para mí ya es objeto de inspiración. De este modo es como nacen mis piezas, desde un detalle, un recuerdo, un gesto… Cristina Avello, por su parte, es autora de esculturas inspiradas en el mar, en la mujer, en la armonía y el caos en el terreno de las emociones y en la fragilidad propia de cualquier forma de belleza.
Por último, en piezas de estética minimalista y fondo poético, Anna Talens se interesa por lo trascendental y el misterio de la existencia (Los objetos y la materialidad de las cosas son muy importantes para mí. La presencia de las cosas, lo que transmiten. Me fascina ver cómo transcienden incluso a la vida de las personas) e Isabel Servera, autora de pinturas que escapan a las técnicas tradicionales, explora las relaciones entre el tiempo y la creación artística y los puntos de cruce entre lo sensitivo y lo conceptual. Alberto Gil Casedas cataloga y computa los actos diarios que evidencian nuestros tiempos en blanco, asociándolos a no-lugares físicos y mentales y al estado cero de la pintura, y Tamara Feijoo se sirve de papeles frágiles y deteriorados como soportes de piezas dedicadas al tiempo fugaz y al lado bello de su inevitable transcurrir o a una naturaleza que rompe sus supuestas fronteras.