El rebobinador

Procris muerta: la muerte y la doncella según Piero di Cósimo

En las listas de los grandes artistas del Renacimiento, Piero di Cósimo no es una presencia habitual y Vasari supo por qué: Si no hubiera sido tan fantasioso y hubiera cuidado mejor de sí mismo, lo que no hizo, se habría conocido más su genio, le hubieran adorado y no lo habrían tenido por loco, como su comportamiento bestial provocó.

Puede que ese calificativo de bestial sea exagerado: su fama en los libros es que era un individuo solitario, al que no le gustaba el ruido en general (ni los gritos de los niños, ni los cantos de los frailes ni el sonido de las campanas) y que sí amaba el silencio que encontraba en la naturaleza. Le encantaba ver llover y se cuenta que incluso enloquecía ante los frutos de la tierra y el cielo, nubes incluidas.

Ese carácter peculiar y heterodoxo sí ha despertado el interés por este autor, nacido y fallecido en Florencia (1462-1522), en época contemporánea, aunque, para ser justos, también recibió apoyo en vida de una familia afín a Savonarola, quien asimismo influyó en su trabajo. Discípulo de Cósimo Rosselli, cuestionó de manera velada los teóricos logros del humanismo.

Para la obra de la que vamos a hablaros, Procris muerta (1500), en las colecciones de la National Gallery de Londres, es posible que Piero di Cósimo se inspirase en un motivo iconográfico habitual en los sarcófagos romanos: un sátiro se acerca a una bella doncella dormida. Este tema se retomó de forma relativamente extendida en el inicio del siglo XVI, fecha de la que data esta tabla, concebida como cabecero de una cama a regalar con motivo de una boda.

Piero di Cósimo. Procris muerta, 1500. National Gallery, Londres
Piero di Cósimo. Procris muerta, 1500. National Gallery, Londres

Formaría parte de otros paneles, de un conjunto más amplio, dado que en su reverso figuraba un boceto del encajamiento en estructuras en madera o en estuco en las que se integraría. Conviene recordar que, en esas fechas, los talleres de los pintores más importantes aún recibían encargos de trabajos para funciones concretas: desde estandartes a tablas de arcones, pasando por palas de altar o decoraciones para festividades; en este momento, los oficios de artesano y artista aún no se habían desligado completamente.

Regresando al asunto de la composición, las Metamorfosis de Ovidio fueron, para la cultura renacentista y para Piero di Cósimo, la fuente de muchas fantasías imprevisibles. Una de las fábulas recogidas en ese libro narra la historia trágica de Procris, hija del rey de Atenas casada con Céfalo. Poseía un perro de caza inmortal y una jabalina que nunca fallaba y ambos los regaló a su esposo, de quien estaba celosa porque la abandonaba a menudo para ir de caza. Un día lo siguió para espiarlo, con desenlace trágico: Céfalo oyó sus pasos y, creyéndola una presa, disparó su jabalina y la mató.

En la pintura se introdujo un fauno, que no se menciona en el mito antiguo: deriva de un cuento popular en ese tiempo y que se representó en la corte de los Este. Atendiendo a ese relato, quien había provocado los celos de Procris y el crimen de Céfalo era este fauno enamorado de la joven, que le habría insinuado que su marido invocaba a la diosa Aurora antes de marchar. El perro que aparece a la derecha alude a la fidelidad; el pelícano, a la renuncia; y las garzas, normalmente símbolo de inteligencia e inocencia, vendrían a reforzar el sentido general de esta trama: los peligros y tremendas consecuencias de la desconfianza en el matrimonio, advertidas desde el cabecero del lecho compartido.

Cósimo ya había empleado anteriormente este tipo de composición horizontal (en Venus, Marte y Cupido, de 1490) y, en este caso, le sirve para concentrar su atención en el tema de la muerte. El cadáver de Procris, entre el fauno y el perro, yace en tierra, en una pradera en la que el artista volcó su amor por lo natural: una luz dorada baña a las figuras y el campo es rico en detalles.

Piero di Cósimo. Venus, Marte y Cupido, 1490. Gemäldegalerie, Berlín
Piero di Cósimo. Venus, Marte y Cupido, 1490. Gemäldegalerie, Berlín

Probablemente admirador del Tríptico Portinari de Van der Goes, aplicó su precisión (debemos fijarnos en el calzado de la fallecida, los pétalos, la vegetación en el terreno), además de una perspectiva aérea unificadora y cualidades propias del espacio pictórico en el Renacimiento, como la infinitud y la continuidad.

El silencio general, la inmovilidad de la protagonista, contrasta con los apuntes de ciudad que apreciamos al fondo en tonalidades frías; curiosamente, los colores más cálidos pertenecen al plano de la muerta.

Como amante del mundo animal y probable partidario de retomar ciertas formas de vida más o menos primitivas, el paisaje de esta composición de Piero de Cósimo es una suerte de imago mundi que remite a los inicios de la humanidad; en esa línea, el fauno tiene algo de antecesor del hombre.

Frente a otras escenas renacentistas, él no poetiza escenarios bíblicos ni recreados por los poetas clásicos, sino una realidad bárbara y prehistórica. Previa a la belleza equilibrada.

Piero di Cósimo. Perseo liberando a Andromeda, 1510 o 1513. Uffizi, Florencia
Piero di Cósimo. Perseo liberando a Andromeda, 1510 o 1513. Uffizi, Florencia

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Giorgio Vasari. Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos. Cátedra, 2011

María Bolaños. Interpretar el arte. LIBSA, 2007

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