Fichados

Ivana de Vivanco

Ivana de VivancoNOMBRE: Ivana

APELLIDOS: De Vivanco

LUGAR DE NACIMIENTO: Artista chileno-peruana nacida en Lisboa

FECHA DE NACIMIENTO: 1989

PROFESIÓN: Artista

Es muy posible que encontraseis su obra, junto a audiovisuales de Lois Patiño, en la última edición de ESTAMPA en IFEMA: nuestra última fichada, Ivana de Vivanco, participaba en la feria de la mano de la galería malagueña Isabel Hurley, donde ya en 2015 presentó su primera individual en nuestro país: “Recomposición”, en la que encontrábamos trabajos que analizaban tanto las esencias de la pintura como los terrenos donde confluyen imagen y texto.

De Vivanco, artista chileno-peruana nacida en Lisboa y residente en Alemania (esas geografías tienen ecos, lo veremos, en su trabajo), es autora de escenas desarrolladas en ambientes más o menos domésticos en los que encontramos figuras aisladas que parecen a punto de naugragar y que cobijan misterios que el espectador puede intentar descifrar… o elegir deleitarse en la duda. Se suma esta semana a esta sección porque nos interesa su manejo de la teatralidad en los espacios y en la iluminación, pero también más allá: en las actitudes de los personajes y en los propios mecanismos compositivos de las imágenes. A veces estas contienen, además, referencias a los relatos de la Antigüedad clásica, así que el desafío de estas imágenes puede ir más allá de lo perceptivo para tener que ver con lo intelectual.

Formada en Bellas Artes en la Universidad de Chile, Ivana ha recibido asimismo las enseñanzas de Oliver Kossack y Annette Schröter en la Art Academy of Leipzig, donde llevó a cabo otro posgrado, y ha obtenido becas del DAAD y la Heinrich Böll Foundation, así como el premio Marion-Ermer, galardón concedido en Alemania a jóvenes artistas. Además de en Isabel Hurley, ha presentado individuales en las galerías Juan Egenau y Departamento 21 de Santiago de Chile y en las salas HGB y Potemka de Leipzig (esta última, el año pasado) y sus colectivas le han llevado, entre otros espacios, al MAC de Santiago, a El Farol de Valparaíso, la citada HGB alemana, el Museum of Contemporary Art, la Galerie Thaler, Kunsthalle der Sparkasse y el Grassimuseum de Leipzig; Beers Contemporary (Londres), NUNC Contemporary (Amberes), Tecla Sala, la Casa de la Provincia de Sevilla, Kunstverein Duisburg, la Casa de la Moneda madrileña, la Galerie Leuenroth de Frankfurt, Browar Mieszczański (Breslavia), Ostrale – Zentrum für zeitgenössische Kunst, y el Neuer Sächsischer Kunstverein (Dresde); la Galerie Elten & Elten de Zürich, el Museo Joaquín Peinado de Ronda, Kunstwerk Carlshütte y el Centro Unicaja de Cultura de Almería, también en 2018.

 Vista de la exhibición “The Last Judgment at School” Galerie HGB Leipzig, 2016
Vista de la exhibición “The Last Judgment at School”. Galerie HGB Leipzig, 2016
Ivana de Vivanco. Odd Breakfast, 2018
Ivana de Vivanco. Odd Breakfast, 2018
Ivana de Vivanco. Taller-escenario, 2018
Ivana de Vivanco. Taller-escenario, 2018

Como a cada uno de nuestros fichados, a Ivana le hemos preguntado por sus inicios creativos. No los sitúa en una fecha concreta, pero sí recuerda que dibuja desde pequeña y está convencida de que la confianza en su obra y sus mensajes es esencial para avanzar en un panorama siempre complejo para los nuevos autores. Nos habla de los comienzos de su trayectoria: Apenas recuerdo cuándo comenzó, pero sé que desde que fui capaz de sostener un lápiz en la mano nunca más lo solté. Mi mamá siempre dice que cuando me compró mi primera caja de colores supo que sería una artista. ¡Sí, es verdad que las madres ven con frecuencia en los pequeños movimientos de sus criaturas acciones épicas, dignas de eterno recuerdo! Sin embargo, algo de razón debe haber tenido la mía en sus observaciones de mi comportamiento temprano. Desde muy pequeña me pasaba horas y horas dibujando hasta que los lápices se hacían chiquitos. Nunca me voy a olvidar de esos lápices en miniatura que a partir de cierto punto se hacían insostenibles. Los solía guardar en un estuche aparte. A veces los contemplaba y jugaba con ellos. Quizás me fascinaba el hecho de que fuesen como una especie de prueba de mi empeñoso quehacer artístico; algo así como el sudor que mezclado con la suciedad y los aceites del cuerpo se quitaban los atletas griegos tras las competencias y ofrecían a los dioses. Mi ofrenda en aquella época eran mis pequeños lápices de colores. Crecí así y por suerte siempre había una caja nueva de crayolas y mucho papel a disposición. Con los años esta actividad solo se ha intensificado.

Hace once años ingresé a la Universidad de Chile para estudiar artes plásticas y desde ese entonces cada día ha estado dedicado al arte. Luego de cinco años de estudios en Santiago, aterricé en Alemania, donde hice un posgrado en la Academia de Artes de Leipzig. No es fácil sobrevivir como artista joven en esta verdadera jungla del arte contemporáneo, pero me impulsa la confianza en mi trabajo y el convencimiento de que tengo algo importante que decir.

Sus intereses tienen que ver con los que han conformado el latido de la historia de la pintura desde siempre, pero Ivana los aborda desde un enfoque contemporáneo y personal, reinterpretando cuerpos y escenas en piezas que nos invitan a reflexionar sobre los vínculos entre la imagen y la literatura. Y nunca pierde de vista el mimo a la composición y sus rasgos formales: La escena es una problemática importante en mi obra. Muchas de mis pinturas son de gran formato (algunas tienen hasta casi 3 metros de alto y 5 de largo) y se levantan frente al espectador como escenarios teatrales con figuras a escala uno a uno. En estos escenarios me interesa reflexionar sobre la artificialidad de la construcción del espacio y la artificialidad del comportamiento humano.

Trabajo también frecuentemente con fuentes literarias específicas que me ofrecen un marco y me dan un impulso para empezar a pintar cada nuevo cuadro. Durante tres años, por ejemplo, trabajé con el libro “Descripciones de Cuadros” de Filóstrato, reconstruyendo las imágenes que el filósofo griego describe en su libro. Por otros cuatro años estuve volcada en la reinterpretación de motivos bíblicos, un tema que aún no está cerrado. Me motiva enormemente el desafío de darle una vuelta de tuerca a antiguos motivos de la historia del arte y de observar qué ocurre con ellos cuando se les representa con códigos contemporáneos.

Pero, al final, lo que más me importa es lograr pintar un buen cuadro. Y eso significa amasar como un buen panadero una y otra vez las diversas partes de la pintura hasta que no quepa duda alguna de que todo ha sido puesto en el lugar correcto, de que cada objeto ha sido pintado con el color preciso y de que la imagen final ha sido amoldada en la medida justa. Es cierto que es imposible que todo esté ajustado a la perfección, pero al menos deben percibirse muchos más aciertos que desaciertos.

Lo que más me importa es lograr pintar un buen cuadro. Y eso significa amasar como un buen panadero una y otra vez las diversas partes de la pintura.

Ivana de Vivanco. A Peculiar Pool Party Between Brandenburg and Cairo, 2018
Ivana de Vivanco. A Peculiar Pool Party Between Brandenburg and Cairo, 2018
Ivana de Vivanco. De izquierda a derecha: Retrato surrealista con ojos colgantes, 2017; Sonrisa perlada, 2018 y Retrato cubista con dos narices, 2017
Ivana de Vivanco. De izquierda a derecha: Retrato surrealista con ojos colgantes, 2017; Sonrisa perlada, 2018 y Retrato cubista con dos narices, 2017

Se refería Ivana a Filóstrato de Lemos, que en el siglo II a.C. ya decía que la imaginación es un maestro más sabio que la imitación, porque esta retrata lo que se ve, mientras que la imaginación lo que no se ve. Las figuras de las obras de esta artista son realistas, pero ello no es óbice para que no tengan aquí un peso fundamental ensoñaciones y estados mentales: la mímesis que ella practica nos traslada tanto lo existente como lo posible (la imagen y la palabra).

Los personajes, aparentemente ensimismados o perplejos, miran a veces hacia el exterior del cuadro pero sin dirigirse al espectador, gesto que incrementa su aire surreal y su misterio. En la iconografía que portan, o que ellos mismos concitan, se reúnen alegorías y algunas irreverencias, mito y cotidianidad e incluso narración y lecturas críticas: huye Ivana de cualquier estereotipo a la hora de aproximarse a los géneros y temas clásicos y trabaja yuxtaponiendo relatos múltiples que, al enlazarse, generan enigmas más hondos.

En el texto mencionado de Filóstrato, el autor nos hablaba de pinturas mitológicas de la Antigüedad e Ivana partía de sus palabras para imaginar aquellas obras y recomponerlas desde la actualidad y desde su mirada personal. Hablamos del procedimiento de la écfrasis, que la artista lleva, como debe ser, a su terreno, jugando con la riqueza de los espacios libres a la interpretación: los ambientes cotidianos quedan habitados por la extrañeza gracias a penumbras, a las relaciones complejas (o la falta de ellas, al menos de modo evidente) entre los personajes y a un aire siniestro y de silencio que inevitablemente nos hace acordarnos de Delvaux, pero también de la más carnal Paula Rego. Queda en manos del observador rearmar (o no) verbalmente lo que ve, devolviendo estas imágenes, en un sentido circular, a su origen: el de la palabra inmaterial.

Como ya habéis adivinado, la técnica en la que De Vivanco trabaja es fundamentalmente la pintura y entiende su práctica y su contemplación en nuestros tiempos convulsos como un desafío, un incentivo creativo: Mis medios principales son la pintura y también el dibujo. La escultura y la instalación las entiendo en mi trabajo como una traducción tridimensional del mundo pictórico y gráfico y como una extensión del cuadro hacia el espacio real.

Una de las cosas que me fascina de la pintura es su capacidad de ofrecer una experiencia temporal y material que los ritmos acelerados de nuestra sociedad actual han relegado casi totalmente al olvido. Vivimos en un mundo en el que el flujo de imágenes corre tan aceleradamente, que resulta un desafío enorme remover al público con una imagen inmóvil.

Mi taller está ubicado, por ejemplo, en una antigua hilandería de un barrio industrial que luego de años de estar de capa caída se ha vuelto el foco de inversionistas. Están restaurando edificios viejos y levantando nuevos como locos. Cada día que termino mi jornada me sorprendo: en el tiempo que me ha tomado pintar una mejilla carnosa y sensible con sus sombras azulinas, un toque de rojo carmín y otro toque de rojo bermellón, ellos ya han levantado un piso completo de algún edificio nuevo.

El proceso pictórico no se ajusta a la concepción mercantilista del tiempo que impera en nuestros días. Hoy todo corre a la velocidad de la luz y se zanja en dos patadas, pues time is money. Me enerva ese tic-tac neurótico del tiempo presente. Un buen cuadro es todo lo contrario. Con sus procesos lentos, una pintura es poseedora de un tiempo concentrado y denso. Es esa experiencia temporal densa, de observación detenida, la que me interesa capturar en mi trabajo y ofrecer al público.

Cada uno de mis cuadros ha sido construido por muchísimas capas, que se superponen unas sobre las otras. En mis composiciones hay siempre figuras o elementos que tuvieron una importancia en algún momento del proceso, pero que fueron luego cubiertos por nuevas capas de pintura. Estas formas quedan ocultas, pero no desaparecen del todo. Permanecen allí y hacen que el cuadro se “engrose” y se vuelva más interesante. La pintura tiene un espesor material que permite dejar un rastro de una experiencia temporal intensa. Eso es algo que siempre me ha fascinado al estar frente a una obra pictórica, ya sea con un pincel en mano o con los ojos bien abiertos en la sala de algún museo.

En el tiempo que me ha tomado pintar una mejilla carnosa y sensible con sus sombras azulinas, un toque de rojo carmín y otro toque de rojo bermellón, ellos ya han levantado un piso completo de algún edificio nuevo.

Ivana de Vivanco. La Nave de los Locos II, 2017
Ivana de Vivanco. Venus y Adonis, 2017
Ivana de Vivanco. Juego de Niños, 2018
Ivana de Vivanco. Juego de Niños, 2018

A la hora de citar sus referencias, Ivana se acuerda de su primera visita al Museo del Prado (en el año de su Bicentenario). Pero también se ha fijado en otros pintores que trazaron, como ella, mejillas carnosas cuya piel estaba llena de expresividad, en autores figurativos que en su producción no esquivan múltiples lecturas críticas y en lo conocido en sus viajes: Hay tantos artistas increíbles que me han influido y siguen haciéndolo… Nunca me olvidaré, por ejemplo, de mi primera visita al Museo del Prado. Tenía casi 15 años y viajé con mi familia desde Chile a España. Luego de como 30 horas de viaje aterrizamos finalmente en Madrid. Recuerdo que no dormí nada durante la travesía y me sentía terrible, pero a pesar de eso nos encaminamos como primerísimo primer plan al Museo del Prado. Pues la verdad es que bastó el avistamiento de las primeras pinturas para que se me quitaran todos mis males. ¡Cuál sería mi impresión viendo a Velázquez, al Greco y a Goya en vivo! Los guardias tuvieron que venir a echarme a la hora de cierre del museo. Esa admiración me dura hasta ahora y cada vez que puedo me escapo a Madrid para visitar el Prado. La escuela veneciana también me ha enseñado tantísimo en términos de color… ¡Tiziano es un artista increíble! ¡Y los primitivos flamencos! Frente a un cuadro de Memling en Brujas entendí por qué hay gente que roba obras por encargo. Es una obra que inspira la veneración. Hubiese querido estar a solas frente a tamaña pintura para contemplar a un milímetro de distancia lo que una mano con un pincel de un solo pelo ha sido capaz de representar. Otro pintor posterior muy importante para mí ha sido Manet. Hay tantos artistas que me han influido: Paula Modersohn-Becker, Brancuși… y más actuales: Balthus, Lucian Freud, Paula Rego, Bacon, Hockney…

El arte colonial del barroco latinoamericano ha dejado asimismo una impronta importantísima en mi trabajo. He crecido rodeada de esa estética. Mis abuelos maternos tenían en su casa en Lima una pequeña colección de pintura colonial de la escuela cuzqueña, que desde pequeñita me ha dejado boquiabierta. Además, cinco años de mi infancia los pasé en Quito, otra de las cunas de la pintura colonial en Sudamérica. Hace poco tiempo he terminado de entender que mucho del dramatismo de mi trabajo me viene de esa línea de una manera casi inconsciente. El año pasado viajé nuevamente a Cuzco para visitar las iglesias y estudiar con detención el arte colonial andino. Las pinturas y esculturas religiosas del barroco americano tienen una especie de retorcimiento, de sufrimiento extremo; tienen algo desmedido e imposible, pero que justamente las hace más reales que lo real.

Frente a un cuadro de Memling en Brujas entendí por qué hay gente que roba obras por encargo.

Ivana de Vivanco. Retrato Cubista con Dentadura Postiza, 2017
Ivana de Vivanco. Retrato Cubista con Dentadura Postiza, 2017

Si nos fijamos bien, en algunas de sus pinturas encontraremos imágenes dentro de otras, reflejos especulares en los que detenerse, estancias comunicadas entre sí (las acciones fundamentales no suceden en las más iluminadas) y numerosas referencias a la condición pictórica y al propio oficio de pintar, en forma de sus utensilios: interesan a la artista la presencia en este medio de lo verosímil y lo ilusorio y plantea hasta qué punto lo fabulado es connatural a la propia pintura.

Nos avanza Ivana algo de lo próximo: En este momento estoy experimentando en el área de la escultura y trabajando en varios proyectos expositivos para el 2020.

Podemos encontrarla en publicaciones como “100 Painters of Tomorrow” (editorial Thames & Hudson, Londres) y “SUB30, Pintura Joven en Chile” (Ediciones C, Santiago de Chile); también podemos seguir sus pasos en su web: www.ivanadevivanco.com

Ivana de Vivanco. La Nave de los Locos II, 2017
Ivana de Vivanco. La Nave de los Locos II, 2017

 

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