NOMBRE: Irene
APELLIDOS: Sánchez Moreno
LUGAR DE NACIMIENTO: Granada
FECHA DE NACIMIENTO: 1983
PROFESIÓN: Artista
Nos sedujo a principios de este año con La savia seca, un conjunto (que no serie) de paisajes a medio camino entre lo apacible y lo inquietante, bucólicos por sí mismos y algo amenazantes por una huella humana más o menos explícita, aunque a Irene Sánchez Moreno la habíamos conocido años antes, cuando en 2009 obtuvo una Mención de honor en el Premio de Pintura Focus-Abengoa.
También tenemos querencia por el paisaje, y por los estudios sobre cómo ha evolucionado tanto su representación como su evaluación crítica con los siglos: nuestra forma de mirarlo dice mucho de nosotros mismos y así lo entiende también esta artista andaluza, por eso la hemos fichado.
Al preguntarla por qué comenzó a pintar, curiosamente, nos ha contado que ella encontró en el arte lo que muchos buscan en la naturaleza (y quizá ella también): Dibujo desde la infancia y cuando probé la pintura encontré una especie de refugio, un nicho de intimidad que, paradójicamente, constituía un medio expresivo riquísimo. Sería complicado determinar el momento exacto en el que quiero ser artista. Es un proceso muy complejo que, sin embargo, se desarrolla de forma natural, intuitiva, vertebrándose por el cauce de lo puramente vocacional.
En su producción encontramos fundamentalmente paisajes, como avanzábamos, y en ellos condensa su buen conocimiento de la herencia pasada y su interés contemporáneo por el entorno natural como fuente de experiencias estéticas placenteras. Nos lo explica: El paisaje como tema autónomo, regido por sus propias leyes internas, es algo relativamente reciente, que tiene su origen -y alcanza su máximo esplendor- en el siglo XIX. Hasta ese momento, el paisaje servía de apoyo contextual de escenas religiosas y mitológicas, con la maravillosa excepción de los dos paisajitos que hizo Velázquez en la Villa Medicis. El paisaje era, simple y llanamente, un fondo. (Y) a pesar de que estamos trágica y dolorosamente separados de la naturaleza, o precisamente por ello, estar ante determinados paisajes es una de las experiencias más intensas que se pueden vivir. La naturaleza nos ofrece el abandono de la realidad inmediata de las cosas, una experiencia estética dinámica inigualable.
La obra de Irene puede hacernos pensar que hay algo de tragedia griega en la separación entre sociedad y tierra, y que entender que estamos profundamente conectados con ella, por más que, paradójicamente, nos distanciemos, puede ser una prueba de lucidez. A las montañas les concede prácticamente una poética propia, fruto de reflexiones concienzudas y conmovedora a la vez: En mi trabajo todo gira en torno al paisaje autonomizado, que rechaza la preponderancia del factor humano y que reconoce la desvinculación entre éste y el hombre. Del mismo modo, esta escisión pretende evocar en el espectador no sólo el sacrificio destructor que se nos avecina, sino también una celebración de la belleza original y primigenia. En cualquier caso, una montaña, un tronco seco o un cielo parcialmente cubierto deben ser capaces de reflejar- plásticamente- estados subjetivos de la conciencia. Es una experiencia del límite que postula un vasto itinerario espiritual más allá de la objetiva representación, entendiendo la naturaleza como incesante nacimiento y destrucción de las formas e infinita conexión de las cosas, como ilimitada expresión visual de líneas y contornos. Las montañas suponen una violenta acción articuladora del territorio; omnipresentes en mi trabajo, es su aplastante e indolente masa la que me seduce (Thomas Burnet consideraba las montañas como amasijos de un mundo hecho añicos, como restos de un paraíso en ruinas). La altura -mis cuadros siempre suceden en alto- nos dirige a una cierta sensación de desarraigo de la vida que trasciende las formas y se redime: la altura como salvación.
Es un paralelismo atrevido, pero si la naturaleza, su primera inspiración, puede ser sabia e impetuosa, en los procedimientos de trabajo de Sánchez Moreno encontramos también instinto primero y elaboración reflexiva y lenta después. Hay que subrayar que no pretende acercarse a la fotografía, sino subrayar los valores pictóricos de los que ese medio carece: Mi proceso de trabajo comienza con una simple intuición. A partir de ahí empieza una búsqueda de imágenes propias y ajenas que, finalmente y a través del uso de programas de tratamiento de imágenes, me ayudan a componer el boceto del que parto. Por lo referente a la ejecución, una vez realizo el dibujo a lápiz sobre el lienzo en blanco (el blanco como punto de partida es muy importante en mi proceso, y construyo con él, reservándolo en numerosas ocasiones) modelo la imagen haciendo uso de una pincelada muy libre, puramente gestual, pero sin excederme de lo proyectado en el boceto dibujado. Es a partir de ahí que empieza un intenso trabajo de codificación/descodificación de esa imagen hasta convertirla en una pintura con un peso plástico específico, significativo. En cualquier caso, intento que la pintura ofrezca aquellos valores plásticos y estéticos que la imagen fotográfica (aun siendo el punto de arranque) no alcanza a obtener.
Irene no desarrolla su obra articulándola en series, sino concibiéndola como gran proyecto conjunto, y normalmente utiliza el lienzo como soporte, aunque algunos de sus paisajes le demandan un tratamiento distinto: Hago toda mi obra sobre lienzo pero, cuando el proyecto expositivo lo permite, intento recurrir a la fijeza y la solidez que ofrece el mural. Además, creo que el carácter de mi pintura paisajística agradece estas incursiones en el mural. Ciertas cuestiones relacionadas con lo sublime o lo intensamente presencial funcionan mejor en este formato.
Sus referencias son fáciles de evocar; inevitablemente se ha fijado en aquellos pintores contemporáneos que han explorado la cara y la cruz de la naturaleza y nuestra relación con ella: El primer pintor al que debo hacer referencia es Caspar David Friedrich. El romántico alemán concedió al paisaje un peso específico del que ya nunca se deshizo. Tampoco puedo olvidar a Arnold Böcklin, Carl Blechen, Turner o Constable. De entre los contemporáneos, destacaría a David Hockney y Alex Katz.
Esta creadora granadina presentó su primera individual hace dos años, en el CUC de Antequera tras recibir una de las Ayudas INJUVE para la Creación Joven, y para aquella muestra creó su primer mural, El ciervo rojo. Ya este mismo año ha presentado otras tres: la citada “Savia seca” en la Galería Cámara Oscura de Madrid, “De rerum natura” en el Espacio Olvera de Sevilla e “Inclemencias” en el Palacio Condes de Gabia de Granada, donde desarrolló un nuevo mural, Injerto.
Sus colectivas han sido muy numerosas desde hace cerca de una década, ha participado en ferias como ARCO o Art Lima y sus trabajos forman parte de los fondos de la Fundación Focus-Abengoa, la Fundación Unicaja, la Fundación Rodríguez-Acosta (que le concedió una Beca de paisaje en 2005), la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, la Universidad de Granada y la Politécnica de Valencia.
¿Dónde encontrar su trabajo? Mi próxima exposición individual será en la sala Damián Bayón del Instituto de América de Santa Fe (Granada). Por esta sala, de 7×36 metros y una de las mejores de Granada, han pasado artistas como Soledad Sevilla, Ray Smith, Julian Schnabel…. La obra que estoy preparando son lienzos de grandes dimensiones y un mural de unos siete metros. También mostraré mi obra en el MAD de Antequera, en una exposición comisariada por Fernando Francés, director del CAC Málaga.
Y siempre en su web: www.irenesanchezmoreno.com