Ernesto Neto: El cuerpo que me lleva
MUSEO GUGGENHEIM BILBAO
Avenida Abandoibarra, 2
Bilbao
Artista: Neto, Ernesto
Se define como escultor, pero las obras de Ernesto Neto trascienden formatos: pueden ser habitadas, atravesadas, olidas y sentidas e invitan al espectador a interactuar, no sólo con las propias piezas, también con su entorno arquitectónico y con el resto del público. El eje de su trabajo es la investigación de las relaciones humanas, de nuestros puntos comunes, el lenguaje y el tránsito de las cosas; es por ello que sus esculturas apelan a la corporalidad, la sensualidad y, en último término, a la reflexión.
Hasta el 18 de mayo, podemos visitar en el Museo Guggenheim Bilbao “El cuerpo que me lleva”, una muestra desarrollada en colaboración estrecha con Neto concebida como un recorrido de alto voltaje que recoge las esencias de la producción del brasileño y nos invita a sumergirnos en una experiencia sensorial de emoción, color, olor y lenguaje.
Su propósito es claro: todo el tiempo recibimos información, pero quiero que aquí se deje de pensar. Que nos refugiemos en el arte. Pienso que no pensar es bueno, es respirar de la vida.
La muestra se inicia en el Atrio del Guggenheim, donde una gran obra suspendida en el techo sirve de introducción a distintos proyectos desarrollados en las ocho salas de la segunda planta. Su contemplación/inmersión requiere un tiempo diferente y orientadores del Museo indicarán a los visitantes cómo interactuar con las piezas y en qué casos podrán subirse en ellas, tumbarse, etc.
Queremos destacar tres de las propuestas: Trueque trueque, instalación compuesta por objetos cotidianos en torno a los que se han dispuesto bolsas de papel que contienen cuentas de cristal, es la primera. Hace referencia a los clásicos intercambios que nos invitan a dar más importancia a la justicia, la equidad y los valores humanos básicos. En Vendo caramelos, Neto reivindica la cultura popular vibrante de Río de Janeiro, su ciudad natal, a través de un entramado de coloridos tejidos realizados con ganchillo, y en Dulce borde Neto nos habla de las fronteras humanas, del borde como delimitación de cosas, interrupción entre cuerpos y también, y sobre todo, como generadores de vida: es en ellos donde confluye lo orgánico de la naturaleza. Encontraremos un bosque cuya luz es tamizada por un horizonte de poliamida que evoca, por su disposición, a los huni kuin, un pueblo chamánico del norte de Brasil que mantiene rituales que entablan conexión directa con la naturaleza.
En recientes declaraciones a El Cultural, Neto afirmaba: no estamos en el tiempo en el que el destino de una obra era un mecenas o un coleccionista, hoy el arte se mide ante un público que marca un territorio y pide un acontecimiento que sucede en la exposición. Ahora, la manifestación artística acontece en el museo y artista e institución trabajamos para el público, que es el receptor de la obra. Mi relación con las instituciones es muy fuerte, porque mi obra tiene una relación intensa con el público, y los responsables de las instituciones lo perciben. Que me inviten a colaborar resulta muy estimulante para el desarrollo de mi trabajo porque me enfrenta a públicos distintos, de diferentes países.
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