Ya sabéis que, en su sala Film &, Video, el Museo Guggenheim Bilbao viene presentando proyectos destacados de artistas que han convertido la imagen en movimiento en el eje de su lenguaje artístico: este espacio se estrenó, de hecho, con el emblemático The Clock de Christian Marclay, en 2014.
El último en presentar allí su trabajo es el venezolano Javier Téllez, uno de los grandes de la videoinstalación latinoamericana, que ha desarrollado su producción hasta ahora a partir de dos líneas temáticas: por un lado, la reflexión sobre el vídeo como manifestación artística y lenguaje social y sobre los protocolos que le son específicos; por otro, la atención, desde una perspectiva humanista, a grupos tradicionalmente excluidos de proyectos artísticos (queremos pensar que cada vez menos): pacientes psiquiátricos, refugiados, discapacitados… En esta última vertiente podemos enmarcar las dos obras que hasta noviembre nos enseña el Guggenheim: Bourbaki Panorama y Teatro de sombras, creadas ambas para Kunsthaus Zürich hace cuatro años.
La primera es un film mudo de 35 mm en el que vemos a un grupo de refugiados caminando en círculo en torno a la pintura panorámica del mismo nombre, Bourbaki Panorama, que puede verse en Lucerna y representa la entrada del ejército francés en Suiza en 1871, después de la guerrafrancoprusiana. Buscaban asilo tras la derrota, estaban heridos o moribundos y aquel episodio ha tenido mucho que ver con la proverbial neutralidad suiza conflicto a conflicto. Por el espíritu que podemos considerar precinematográfico de la pintura, Téllez se ha valido de su carácter inmersivo para hacer desfilar a refugiados de hoy (los soldados franceses lo fueron), moviéndose atrapados en el bucle infinito de una historia que se repite en escenarios distintos. Uno de ellos lleva una escultura: es La mano de Giacometti, una pieza que el escultor suizo elaboró tras la II Guerra Mundial evocando la visión de un brazo amputado.
Las posibilidades de lectura de esa presencia de La mano en este vídeo son varias: puede sugerir tanto lo fragmentado de nuestra sociedad como el desgarro que padece el refugiado o su desconocimiento del pasado y el patrimonio del lugar que lo acoge. También, quizá, puede hacernos pensar en la obra de arte como objeto migrante depositado en museos que le son ajenos pero que la protegen de los conflictos del mundo. Conflictos que también evoca el sonido repetitivo y mecánico de los proyectores.
Teatro de sombras es también una película muda, que se proyecta en 35 mm y se rodó con la colaboración de refugiados, pero esta vez en blanco y negro. Ellos ejercen aquí tanto de actores como de guionistas y cuentan, a través de escenas breves y fábulas, la dureza de su vida, pero sin palabras: únicamente a través de sus cuerpos, y sobre todo de sus manos.
El hecho de que no se recojan aquí ni voces ni sonido alude a su silenciamiento (a la posible censura en sus países de origen y a su invisibilidad en los de llegada) y de nuevo aparece La mano de Giacometti convertida en emblema. Esta vez se trata de su versión original en yeso, que se transforma en sombra negra al proyectarse en la pared y también en elemento narrativo. Por cierto, a Giacometti le dedica el próximo otoño una retrospectiva el propio Guggenheim; son bellos los lazos entre el venezolano y el suizo.
Javier Téllez. “Teatro de sombras”
Avenida Abandoibarra, 2
Bilbao
Del 12 de julio al 18 de noviembre de 2018
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