En un artículo de hace meses en Jotdown, que quizá hayáis leído si pertenecéis a la generación nostálgica de la EGB, recordaba Iñigo Domínguez que, en su infancia –en la de los bien adentrados en los treinta o ya en los cuarenta– y también en los tebeos de Mortadelo y Filemón, donde acababa la ciudad empezaba el campo. Junto al último barrio periférico estaban los solares, los árboles y el cielo abierto, cerca y presentes el uno para el otro. No hace falta contaros qué ocurre al intentar franquear hoy andando los límites de Madrid o Barcelona: después de horas entramos en el término de otra ciudad o en un polígono.
A aquella etapa, que muchos casi no hemos conocido, en la que campo y ciudad eran vecinos aún amigables y no vivían espalda contra espalda nos retrotraen también las imágenes de Enrique S. de San Pedro, el último fotógrafo en sumarse al programa Lanzadera de CentroCentro: el ciclo que Iñaki Domingo viene comisariando desde 2015 con el fin de ofrecer visibilidad y difusión a obras inéditas de autores españoles.
San Pedro cuenta ya con una trayectoria extensa: nacido en 1942 en Vitoria, se inició en el ámbito de la imagen artística en Londres, donde residió y trabajó once años para distintas publicaciones, como Studio International y Amateur Photography. A su regreso a España, decidió instalarse en Madrid, donde, además de desarrollar su producción personal de corte documental, trabajó en la recopilación y restauración de fotografías antiguas.
La capital ha sido muy a menudo su escenario elegido para esa creación propia y el fotógrafo vasco ha decidido fijarse en estampas cotidianas en las que encuentra poesía, en la posibilidad de intimismo en un entorno urbano que a priori le es hostil y en figuras –muchas veces solitarias, a veces solo evocadas– que introducen en sus trabajos cierta narratividad.
Y Madrid es también el protagonista de la serie Donde la ciudad termina, que inició en 1975, recién llegado de Londres, y que presenta ahora en el Palacio de Cibeles. En aquel año la capital inglesa ya se había expandido hacia sus límites actuales, pero Madrid no: su periferia se encontraba aún en construcción, trazada en torno a las líneas del metro –entonces Metropolitano– y pegada al campo.
El artista quiso dejar testimonio de aquellas vistas madrileñas que ya empezaban a no ser castizas y que estaban destinadas a no durar: descampados que se prestaban a la relajación y el juego y que los habitantes de la ciudad aún no sentían ajenos. Ni peligrosos. Su desorden atraía a la población porque escapaba a lo normativo, y también a la mirada de Enrique. En sus palabras, descubrí que hasta los lugares excavados eran ocupados por los madrileños de todas las generaciones con enorme naturalidad. No es casual que los niños aparezcan escalando montañas de arena en terrenos urbanizables, para ellos todos los terrenos son lugares de juego. En una vertiente, los edificios y las vallas publicitarias, en la otra, cazadores que volvían acompañados de sus galgos. Según creo, los lugares caóticos son más fotografiables que los enclaves ordenados del centro, plagados de minuciosos detalles que requieren distintos enfoques para captar todos sus ropajes. Que cada cual vea lo que quiera, pero lo que yo vi fue un Madrid en construcción bajo la atenta mirada de sus gentes.
“Enrique S. de San Pedro. Donde la ciudad termina”
CENTROCENTRO CIBELES DE CULTURA Y CIUDADANÍA
Plaza de Cibeles, 1
Madrid
Del 7 de julio al 15 de octubre de 2017
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