Por su escala humana y su inquietante grado de realidad, miradas de lejos o por neófitos parecen tener vida propia. Contienen los más pequeños detalles, detalles que, cuando hablamos del rostro, pueden transmitir sensaciones complejas y emociones íntimas. Las figuras de Duane Hanson son características de la sociedad media americana, su modus vivendi y sus problemas característicos (la soledad, el consumo de masas, el tedio, la obsesión por el cuerpo), pero también emblemas universales de tipos individuales, cuerpos que, en sí mismos y sin ayuda de narración ninguna, explican vidas enteras.
Sus procesos de trabajo son minuciosos, como los resultados: creaba sus figuras en un proceso de vaciado, primero con fibra de vidrio y resina de poliéster y luego con bronce. Las piezas resultantes las pintaba después a mano, con el mimo necesario para replicar las variadas texturas y colores de las pieles de los personajes, sus arrugas y el fondo de sus ojos, muchas veces desesperanzado, porque Hanson confrontó ya esa idea de la sonrisa impecable y la felicidad obligada con el desencanto humano, la realidad frente a la apariencia. Para lograr esa meticulosidad en el acabado trabajaba con modelos vivos, prestando atención a pelos, venas, cardenales. La ropa y los accesorios son ya cosecha de Hanson.
El Nouveau Musée National de Monaco exhibe, hasta el próximo 28 de agosto, una muestra que repasa las cuatro décadas de carrera de este artista, explora su querencia por esculpir a las clases medias, pasando por alto las capas altas, y subraya sus puntos en común con el Pop Art: fundamentalmente su transformación de instantes banales de la vida cotidiana en material iconográfico susceptible de ser objeto de investigación artística.
Esta exposición ya ha visitado la Serpentine Gallery de Londres y cuenta incluso con obras tempranas cuya temática más tarde Hanson abandonaría: escenas a tamaño natural de soldados muertos en batalla, de escenas de brutalidad policial o dedicadas a personas sin hogar; obras que, en cualquier caso, nos enfrentan a realidades crudas, y que en ocasiones han cosechado fuertes críticas, como fue el caso de Abortion (1965), por su fuerte impacto visual.
Precisamente a raíz de la polémica que aquella escultura generó, el artista decidió continuar esculpiendo imágenes que expresasen violencia o miseria social con más convencimiento.
Fue a finales de la década de los sesenta cuando Hanson optó por centrarse en la realización de figuras que representasen, desde cierto enfoque satírico pero a la vez comprensivo, a la gente común; obras que podríamos entender como representaciones simbólicas de la clase media trabajadora en general; de hecho los títulos de cada escultura, que apuntan al oficio de los retratados y no a nombres propios, buscan llamar la atención sobre ese carácter invisible que es inversamente proporcional a la importancia en cuanto a función social de los aludidos por las imágenes.
Estas piezas, por las que la mayoría lo identificamos, las inició en 1968 con unos jugadores de fútbol a los que siguieron “invisibles” americanos como Housepainter (1984/1988) y Queenie II (1988). No podemos disociar el estilo hiperrealista de las esculturas de Hanson de su temática y del enfoque con el que el artista la trabajó.
Este año se cumplen precisamente dos décadas de su muerte.
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