Pocos géneros pictóricos nos ayudan a entender la personalidad, no solo artística, de un creador como los autorretratos y, acotados a ciertos periodos fundamentales de la historia, también nos aproximan a sus experiencias particulares de conflictos que marcaron época.
La Neue Galerie de Nueva York, centrada en arte alemán y austriaco, presenta hasta el 24 de junio “The Self-Portrait, from Schiele to Beckmann”, una muestra que examina la vigencia del autorretrato entre los pintores de esas nacionalidades activos entre 1900 y 1945 a partir de setenta piezas de una treintena de autores, algunos conocidos, otros pendientes de ser reivindicados.
Llegados de colecciones públicas y privadas internacionales, estos autorretratos van en ocasiones más allá de la representación de la propia apariencia y de parte de las esencias para convertirse prácticamente en confesiones: en manifestaciones del deseo de compartir ideas y divagaciones sobre la autoimagen o sobre las relaciones entre individuo y sociedad. Atendiendo a un enfoque más universal, también podemos entender que exponen verdades o incertidumbres sobre la condición humana y no solo sobre sus artífices.
Quizá el ámbito germano fuese uno de los que registró una mayor vigencia del autorretrato en esa primera mitad del siglo XX, y no en un sentido uniforme. Egon Schiele, mirándose en un gran espejo de estudio, creó un número sin precedentes de autorretratos muy crudos, impactantes, en los que solo aparecía su cara y su cuerpo. Además de desprenderse de la ropa, se había quitado capas de convenciones sociales para exponer pensamientos y sentimientos también al desnudo.
Max Beckmann, cuya exploración del exilio y de la muerte recaló hace solo unos meses en el Museo Thyssen, prefirió cultivar en sus autorretratos un estilo abierto, usando contornos negros y pinceladas gruesas. Su poder expresivo remite al de los Maestros Antiguos.
Felix Nussbaum, por su parte, se acercó a la Nueva Objetividad para reflejar su ánimo miserable y las amenazas que corrió como judío perseguido pero también resuelto a registrar fielmente, pincel en mano, sus circunstancias. No faltan en “The Self-Portrait, from Schiele to Beckmann” representativos retratos de Paula Modersohn-Becker (los suyos fueron audaces e innovadores) y Käthe Kollwitz, que se detuvo con fijeza, una y otra vez, en su propio rostro, cansado del mundo.
Son muchas las posibilidades de autorrepresentación presentes en esta exposición; la mayoría destacan por involucrar al espectador de forma compleja y significativa.
“The Self-Portrait, from Schiele to Beckmann”
1048 Fifth Avenue
Nueva York
Del 28 de febrero al 24 de junio de 2019
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