El Museo Universidad de Navarra presenta mañana la que será la primera exhibición que inaugure este año: se trata de “Universos”, un proyecto que resume lo esencial de la producción, los viajes y la exploración de la belleza del fotógrafo sevillano David Jiménez.
Hasta ahora su obra la conocíamos mucho más gracias a sus fotolibros que a sus exposiciones, de ahí la importancia, al margen de su valor antológico, de esta exhibición, que ya pudo visitarse en Madrid el año pasado, en la Sala Canal de Isabel II y coincidiendo con PHotoESPAÑA, festival que hace justo dos décadas le concedió su Premio Revelación.
Las imágenes de Jiménez resultan fácilmente reconocibles entre los autores de su generación, porque no documentan, ni denuncian, ni retratan, sino que crean mundos abiertos a la poesía, el misterio y el inconsciente en los que el espacio y el tiempo pierden, en la mayoría de los casos, toda relevancia; su serie Roma, de hecho, es la única en la que esa referencia geográfica se hace evidente.
En casi todas sus fotografías, a su vez, ha prescindido Jiménez del color para centrarse en la expresividad de la luz y las sombras, un Yin y un Yang que le permite ofrecernos una visión diferente del mundo. Tampoco encontraremos títulos individuales en las obras, solo el de sus series (junto a Roma, Aura y Versus), y el diálogo entre ellas es evidente, porque las concibe el artista como retazo de una larga historia, como elemento de un continuum siempre abierto, en proceso.
Ante sus trabajos hemos de olvidar en la medida de lo posible nuestra humana tendencia a racionalizar la comprensión de lo que tenemos delante, porque Jiménez camina en otra dirección y el significado de sus fotos reside más en la mirada (o en el horizonte) que en un contenido que literalmente se evapora, se hace humo, al servir a su enfoque lírico. De hecho, para el artista, una imagen no es siempre una fotografía, ni al revés, sino que puede nacer de la unión de varias. Y tampoco la realidad es una, ni se atisba quieta, sino que se trata más bien de un asunto de consenso entre las personas.
No busca, en sus palabras, ilustrar conceptos, sino más bien generar experiencias en los espectadores e invitarlos a reflexionar sobre la relevancia de la imaginación, dado que el mundo (el entorno, lo real), no es sino algo que estamos recreando y ver una imagen también es imaginarla.
Si en su serie dedicada a la capital italiana imaginamos Roma a la luz del fragmento, de los gestos de sus figuras halladas en ruinas y de claroscuros, en otros trabajos nos esperan las visiones que durante largos años desarrolló en India, haciendo hincapié en la convivencia en su cultura de lo espiritual, lo extraño y lo paradójico. Es nota común a su producción, pero se aprecia especialmente en Aura, el interés por las relaciones complejas que se establecen entre realidades que escapan a lo racional; Jiménez ha buscado recrearlas metafóricamente a partir de claves ocultas, de mutaciones visuales con lecturas múltiples en las que se roza la abstracción.
Del mismo modo, todos los proyectos de este autor se nutren de su archivo personal, en el que prescinde intencionadamente de añadir referencias temporales, pero ese modo de trabajar se hace especialmente patente en el caso de Versus, conjunto que consta de fotografías tomadas durante diecinueve años en países muy distintos, conforme a su noción de obra-río.
Se aleja el artista, sin ninguna duda ya, de lo narrativo, para explorar los límites de nuestra percepción a través de misterios desdoblados en escenas duales en las que realidades simétricas insinuan universos (y de ahí el título de la exposición) paralelos. El cuidado que presta a superficies y texturas obliga al que continúe deseoso de racionalizar a encontrar pistas significativas a tientas, nadando entre lo onírico y lo real. Porque el significado de estas fotos no deja de ser una visión efímera y casi fugitiva, como el aleteo de una mariposa. Encontraremos cielos y arenas blancos, pájaros negros y puertas cuya blancura hace más profunda y misteriosa su cerradura.
Una vez más, Jiménez da cuenta de que el estado esencial de toda fotografía es incompleto, ambiguo y abierto a nuevas miradas: nada hay en este medio (ni fuera) de permanente, y en todo lo que es real, o lo parece, reside un misterio a (no) desvelar. En su caso, su continua modestia ante lo que no puede aprehenderse se conjuga con un buen hacer técnico muy patente en su empleo de sombras y luces, que enseñan, y a la vez guardan. Y también en su afán por alcanzar, muy a menudo en sus motivos, una depuración extrema, minimalista. Recordaba David Campany en el catálogo de su exhibición en Canal la afirmación de Harry Callahan: Todo artista busca continuamente alcanzar el borde de la nada: el punto donde ya no se puede ir más allá.
La muestra del Museo UNAV se completa, este mismo mes de marzo, con dos talleres: La construcción de la imagen fotográfica, impartido desde hoy y hasta el día 6 por Jiménez, y uno infantil, Mi primera serigrafía, que tendrá lugar el día 28.
David Jiménez. “Universos”
Campus Universitario
Pamplona
Del 4 de marzo al 20 de septiembre de 2020
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