David Hockney. Seis cuentos de los Hermanos Grimm

Por María Gómez López


“David Hockney. Seis cuentos de los Hermanos Grimm”

FUNDACIÓN CANAL. CANAL DE ISABEL II
Hasta el 14 de abril de 2013

Érase una vez un artista británico que, inserto en la modernidad de su tiempo, decidió recuperar del pasado dos de los grandes inventos de la Historia: el cuento y el grabado. Y sobre este regreso a la tradición modernizada es de lo que trata la exposición que acoge la Fundación Canal. La muestra expone 39 grabados de David Hockney realizados entre 1969 y 1970 sobre una selección de los cuentos menos ilustrados de los Hermanos Grimm, coincidiendo con el 200 aniversario de su primera edición. La exposición muestra los grabados junto a unos grandes paneles transparentes donde se pueden leer los cuentos con una fantástica ambientación lumínica que crea escenarios en cada sala.

El grabado ha sido utilizado por grandes artistas de todas las épocas como Mantegna, Durero, Raimondi, Van Dyck, Goya, Dai Daquan, Toshusai Sharaku, Gustav Doré, Daumier, Matisse, Derain, Picasso, Hopper, Warhol o Lichtenstein, preservando una técnica que se ha ido adaptando a las necesidades y creaciones de cada uno de ellos. El grabado comienza como método de difusión, siendo un curioso procedimiento en el que se imprimen las cicatrices de una plancha sobre el papel. Esta técnica sorprendió enormemente ya desde sus principios por la posibilidad que ofrecía de llevar a distintas partes del mundo lo que en otras se estaba realizando. Así pues, ya Van Gogh se enamoró de las estampas chinas y mandaba comprarlas a Teo o los Carracci decidieron “publicitarse” a través de esta técnica e incluso los talleres atesoraban piezas grabadas que eran usadas por los aprendices para su instrucción.  

David Hockney. Rapunzel creciendo en su jardín (izda.) y La princesa rescatada (dcha.)

David Hockney. Rapunzel creciendo en su jardín (izda.) y La princesa rescatada (dcha.)

No siendo un método gráfico o material, el cuento es un paralelo del grabado en la medida en que también es copia e imagen de la realidad así como vehículo de difusión a través de la palabra tanto hablada como escrita. Sobre la voz o el papel se imprimen aquellas historias que permanecen en la memoria y en el “boca en boca” de las gentes, y sus cicatrices, como las del grabado, perduran a lo largo de la Historia llegando hasta nuestros días.

Es interesante la reinterpretación que el artista concede a los famosos relatos de los Grimm desde una mirada simple, casi infantil, contaminada de la modernidad de nuestros tiempos. Hockney traslada a Rapuncel a un chalet que da a un huerto de lechugas, representa a un Juan sin miedo en vaqueros indiferente al fantasma del sacristán o a una princesa que llora por su hijo ante un enano simpático y peludo. El artista hace lingotes del oro que Rumpelstiltskin convertía en paja para la princesa y para el avaricioso rey, rompe con una bota de cordones de obrero la montaña de cristal donde la princesa con  lentes había permanecido atrapada y mete al candidato a la mano de la princesa en el vientre de un pez, simple armazón de líneas.

El interesante juego de luces y sombras que propone la Fundación te inserta en un ambiente de fantasía muy propicio para los relatos y para dejar volar la imaginación. Una serie de grandes pantallas reproducen los cuentos, transparentando a su vez los grabados que parecen ilustrar las páginas de un libro desmembrado a gran escala. En los muros y en el suelo se abren nuevos mundos: un camino rojo que empieza en el suelo, se pierde en el infinito en la pared de la segunda sala y en una de las paredes encontramos un bosque, escenario muy de cuento donde se esconden lobos y una bruja en su cabaña de chocolate. En definitiva, da la sensación de estar caminando en las entrañas de un cuento.

David Hockney. La cocinera (arriba izda.), El chico escondido en un pez (arriba dcha.), El sacristán disfrazado de fantasma (abajo izda.) y Suplicando por el niño (abajo dcha.)

Es curioso el discurso expositivo de la muestra, puesto que el principio y el final es siempre Catherina Dorothea Viehmann, la fuente principal de los Grimm para su recopilación de relatos populares. Todo empieza y termina en ella. Tras pasar por la vieja leonardesca que quería comer a Piñoncito, la rosa negra que fue refugio, la princesa en su torre de doce cristales o el enano descompuesto en una maraña de pestañas, ojo, mano regresas a Catherina. Desde su grabado, tributo de Hockney y portada de su edición ilustrada, parece haberte guiado por la exposición narrando en bajito cada cuento y ahora te mira casi pidiendo perdón por haber llegado a la última página del libro.

Uniendo tradición gráfica, oral y escrita se muestra la obra de Hockney, de los hermanos Grimm, de Cassel, de Catherina Dorothea Viehmann, de la “vieja María” y de todos aquellos que alguna vez pasamos el testigo de la abuela o de los padres a los más pequeños mientras ellos en vez de dormir, abren los ojos en la oscuridad atrapados desde el “érase una vez” hasta el banquete de las perdices. La exposición es un cuento más donde la simplicidad del mismo te hace olvidar por un rato el mundo exterior al que Hockney inevitablemente remite en su obra a través de estas estampas que son instantes fugaces del cuento, palabras antes de dormir, lecciones ilustradas, situaciones cotidianas envueltas en un halo de inverosimilitud que te hacen volver a ser un niño.

Exposición "David Hockney. Seis cuentos de los Hermanos Grimm" en la Fundación Canal
Exposición “David Hockney. Seis cuentos de los Hermanos Grimm” en la Fundación Canal


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