Tras las ambiciosas muestras que recientemente ha dedicado a Anish Kapoor o David Hockney, la Royal Academy of Arts de Londres abre al público, el próximo 27 de septiembre, la mayor muestra que el Reino Unido ha dedicado hasta ahora a uno de los creadores alemanes más significativos desde la década de los setenta del siglo pasado: Anselm Kiefer, descrito por algunos críticos como un “coloso del arte contemporáneo”.
La antología repasará sus cuatro décadas de carrera e incorporará un proyecto inédito diseñado específicamente para los espacios de la Royal Academy. Podremos ver en Londres un centenar de pinturas, esculturas e instalaciones monumentales que captan poderosamente la atención del espectador e inflexiblemente se sumergen en la historia, también la reciente e intencionadamente ignorada, la mitología germánica, la literatura, la filosofía o la ciencia.
Kiefer no cree sólo en la capacidad regenadora del arte, también en sus posibilidades como medicina ante horrores pasados
Alumno de Peter Dreher y Joseph Beuys, Kiefer ha plasmado en pinturas e instalaciones los rastros de la II Guerra Mundial que intencionadamente buscó en viajes por Europa en los inicios de su carrera; también ha explorado la región desde su vertiente metafísica, no tanto doctrinal y ha utilizado materiales como la tierra, el yeso, la paja o las flores con un valor simbólico y dotándolos de significados espirituales.
La primera obra del alemán que el público podrá ver en la Royal Academy es El destino de las naciones: la nueva teoría de la guerra, una gran vitrina ubicada en los jardines del museo en la que aparece el motivo, recurrente en Kiefer, del barco de plomo, naufragado o profundo, con referencias a la poesía futurista del ruso Khlebnikov.
Precisamente la poesía, entendida como recurso de salvación frente a abismos individuales, la arquitectura nazi o los bosques, como escenario romántico de la infancia y como escenario de batallas, son también muy habituales en la producción del alemán, que también ha aludido al uso propagandístico del arte por parte del nazismo.
No podemos hablar de Kiefer, en absoluto, como un pintor de historia en sentido estricto, sino como un creador que lleva a su terreno el pasado, a los Nibelungos, Wagner o Ícaro, para sintetizar anteriores tradiciones artísticas (de representación perspectívica y teatral) y de pensamiento y para, quizá, tratar de superarlas, ofreciendo distintos puntos de vista o interpretaciones aparentemente contradictorias sobre la magnificencia anterior.
El “coloso” no cree sólo en la capacidad regenadora del arte, también en sus posibilidades como medicina ante horrores pasados y como medio de búsqueda de una expiación.
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