El Museo Lázaro Galdiano abre hoy al público una nueva muestra en la que sus colecciones entran en diálogo con trabajos de artistas contemporáneos, diluyendo fronteras a veces artificialmente establecidas: esta vez es el fotógrafo David Trullo quien presenta, en la Sala 6 de la primera planta del centro hasta el 13 de noviembre, su proyecto “Coined-Acuñados”, que viene gestándose desde hace dos años y que, a la vez que da a conocer la originalidad del trabajo de Trullo, pone de relieve la rica colección de medallas y monedas del Lázaro, que puede pasar desapercibida para los espectadores proclives a fijarse en pinturas y esculturas.
El inicio de “Coined” lo componen una serie de 96 fotografías en las que Trullo retrató, siempre de perfil, a otros tantos amigos y conocidos con los que ha trabajado, nunca familiares: se trata de una suerte de autorretrato social teniendo en cuenta que una parte de lo que somos deriva de con quién nos relacionamos. Por su perfil y por la expresión seria de todos los retratados, las imágenes recuerdan las efigies de emperadores romanos (su número, además, concuerda con los habidos desde Augusto a Rómulo Augústulo). No le interesaba al artista generar retratos de carácter descriptivo sino subrayar las potenciales asociaciones simbólicas de estas obras con las representaciones clásicas del poder, y es en este punto donde Trullo percibió las relaciones posibles de su trabajo con las medallística del Lázaro Galdiano.
En su sala 6 no nos esperan (salvo algún ejemplo dispuesto en una vitrina con carácter didáctico) aquellas fotografías originales, sino su trasposición a cerámicas de diversos tamaños cuya presentación evoca tanto los retratos de cementerios como las disposiciones de obras en las wunderkammer o cámara de las maravillas. Le interesaba a Trullo analizar cómo podía abordar la imagen fotográfica como objeto y subrayar cómo, si bien la iconografía de monedas y medallas apenas se ha modificado con el paso de los siglos, la fotografía sí ha transformado las representaciones del poder y democratizado la imagen (todos podemos hoy contar con retratos de perfil, y estos también se asocian hoy a los realizados a criminales o a los presentes en las tumbas), además de llamar nuestra atención sobre el doble carácter, elitista y popular, de la cerámica como material artístico.
A la hora de trasladar a este medio sus 96 fotografías iniciales se sirvió de diversos soportes, como gres, barro refractario y porcelana, y de variadas técnicas, como el proceso de goma bicromatada o las calcas digitales, forzando a su manera los procedimientos para que ocurrieran cosas, para que se hicieran visibles desapariciones y fallos que imprimieran cierto aspecto arqueológico a estas obras contemporáneas, haciendo, además, referencia de este modo a la idea archifrecuente que asocia los museos a la conservación de restos pasados. Por esa razón, como, en ocasiones, bajo las representaciones de emperadores se borraban a propósito los retratos de los mandatarios anteriores, en algunos de estos ejemplos también se ha buscado lograr ese efecto.
El comisario de la exposición, Carlos Sánchez, ha explicado que el Lázaro Galdiano posee un millar de piezas de medallística muy representativas, fechadas entre la época romana y la actualidad. La selección de las 96 presentes en esta exposición para dialogar con el proyecto de Trullo (en algún caso, las alusiones son muy evidentes) se han escogido en base a sus perfiles, su calidad y también su no visibilidad habitual para el público. Destaca un bronce dorado veneciano que representa a Antonino Pío y un conjunto de efigies pintadas en esmalte sobre cobre de Limoges, pero también podemos ver sestercios romanos, placas esmaltadas y medallas dedicadas a monarcas, políticos, papas, militares, coleccionistas como el propio Lázaro Galdiano y su esposa Paula Florido, músicos y arquitectos.
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