En el límite exterior del Casco Medieval de Vitoria-Gasteiz, el edificio se ordena en diferentes niveles alrededor y bajo una plaza central, con una superficie total de 13.000 m2. De ellos, 3.800 m2 están dedicados a exposiciones permanentes y temporales y en torno a mil a alojar las áreas museística y administrativas, incluida la biblioteca, y el resto a infraestructuras y servicios técnicos relacionados con las exposiciones. Su acceso principal, situado en la calle Francia y alineado con el antiguo cantón del Colegio San Prudencio, inicia el eje cultural del Casco Histórico.
El centro se inaugura el 26 de abril del 2002. Es creado con el objetivo de difundir el arte de nuestro tiempo a través de la exhibición de su Colección Permanente, de la organización de exposiciones temporales y otras actividades paralelas relacionadas con el pensamiento y la acción creativa.
La Colección, cronológicamente, abarca obras pertenecientes a las vanguardias de los años 20 y 30, que actúan como necesario y lógico prólogo de un fondo artístico que se nutre también de la creación más actual. Entre sus artistas figuran como representantes de las primeras vanguardias, Salvador Dalí, Pablo Picasso, Pablo Gargallo o José Caballero y Antoni Clavé o Antonio Saura como figuras claves de la renovación española. Entre otros de generaciones posteriores, la colección cuenta con obras de Antoni Tàpies, Joan Brossa, Manuel Viola, Rafael Canogar, Pablo Palazuelo, Jorge Oteiza, Rafael Ruiz Balerdi, Eduardo Chillida o Andrés Nagel. Del mismo modo, no se puede olvidar la decidida apuesta que este centro hace por creadores del presente como Txomin Badiola, Darío Urzay, Miquel Barceló, Cristina Iglesias o Juan Muñoz.
Esta colección, empezada a mediados de los años 70 por iniciativa de la Diputación Foral de Álava y que alcanza un total de 1.600 obras, procedentes en su mayoría del Museo de Bellas Artes de Álava,
está considerada, junto con la del Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, como una de las mejores colecciones de arte contemporáneo español. Entre las piezas más preciadas, se encuentra el mural de cerámica que Miró pintó para la Filmoteca Nacional de París y que el artista vendió a la Diputación alavesa en 1977.