La ilusión del Lejano Oeste
MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA
Pº del Prado, 8
Madrid
Del 3 de noviembre de 2015 al 7 de febrero de 2016
Las pinturas y fotografías de quienes se adentraron en el s XIX en el Oeste de Estados Unidos para representar o captar sus paisajes y las formas de vida de los indios no han sido suficientemente divulgadas en Europa, y las que se conservan en los museos de nuestro continente tampoco suelen ser demandadas en aquel país por cuestiones de distancia, según ha comentado Guillermo Solana.
Por eso la muestra que mañana se abre al público en el Museo Thyssen-Bornemisza, “La ilusión del Lejano Oeste”, tendrá un doble valor: el de presentar obras no demasiado conocidas cedidas por instituciones de ambos lados del charco (los centros prestadores españoles han sido, entre otros, el Archivo General de Indias sevillano, el Museo Naval, el de América y el Nacional de Antropología, además del propio Thyssen) y el de haberse concebido como una muestra diferente a las acostumbradas por la variedad y el carácter de las piezas presentadas.
Solana ha recordado que el coleccionismo actual tiene su precedente en las wunderkammer renacentistas, cuartos de maravillas o gabinetes de curiosidades donde se mezclaban obras artísticas y piezas naturales, todas atesoradas por su capacidad de generar asombro. Y esta exhibición, que ha sido comisariada por el artista Miguel Ángel Blanco, busca recuperar ese espíritu: sorprendernos, mostrarnos lo que no esperábamos ver en el Thyssen, en lugar de apostar por generar un relato más en relación con movimientos o artistas modernos más o menos conocidos.
En la estela de los gabinetes de curiosidades, donde se mezclaban obras artísticas y piezas naturales para generar asombro, esta muestra busca recuperar ese espíritu: sorprendernos
La exhibición, abierta hasta el 7 de febrero, recupera la producción de aquellos fotógrafos y pintores que dejaron testimonio de las formas de vida, la vestimenta y las creencias de los indios americanos antes de que un programa colonizador e ideológico acabara con ellos. Entre ellos destacan Karl Bodmer, George Catlin, Albert Bierstadt, Edward S. Curtis, Henry Lewis o Carleton E. Watkins. Sus obras contribuyeron a que germinase en Occidente una visión romántica y tópica de su cultura y su relación casi de hermandad con la naturaleza, una visión que quedaría en parte rota por el cine que mostró los últimos días de los indios desde el punto de vista de los ocupantes de su territorio.
El prólogo de “La Ilusión del Lejano Oeste” se dedica a la labor de los primeros exploradores españoles que entablaron contacto con las tribus entre los siglos XVI y XVIII, etapa en la que los expedicionarios, en búsqueda de riquezas que no terminaban de hallar, acamparon en el sudoeste de Estados Unidos y la cuenca del Misisipi. Testimonios artísticos de aquella etapa hay pocos, pero sí podemos ver en el Thyssen cartografías que incorporan a veces dibujos de figuras y tipis.
Tras aquellos exploradores, abrieron vías hacia el Oeste tramperos y compañías de comercio de pieles, y más tarde científicos y militares que se hicieron acompañar por artistas que ilustraban sus hallazgos naturales o a los pobladores originarios. El ferrocarril les facilitó el trabajo y propició también la llegada del turismo a la zona (Yosemite, el Gran Cañón, Yellowstone), posteriormente protegida a través de la creación de parques nacionales.
No fue fácil la representación de paisajes de esta envergadura, sin referencias conceptuales o visuales previas. Lo intentaron, desde parámetros románticos, los pintores Cole, Bierstadt y Hill y los fotógrafos Watkins, Timothy O´Sullivan y William Henry Jackson, de quien os hablamos este verano. Su obra resultó muy influyente en la imagen que los propios estadounidenses tienen del Oeste de su país.
Entre aquellos primeros artistas que en la década de 1830 se adentraron en el llamado Salvaje Oeste predominaron los retratistas, por encima de los paisajistas, y muchos tenían intereses ligados a la etnografía. Catlin, Bodmer y Neuwied nos legaron valiosas imágenes de los campamentos indios, de la caza del búfalo y de las fisionomías y atuendos de este pueblo, temas que en la segunda mitad del s XIX se convirtieron en un muy aceptado subgénero pictórico, con la figura del gran jefe indio como protagonista.
Destaca la gran iniciativa editorial y fotográfica que fue El indio norteamericano de Curtis, que se ha perdido en buena parte pero del que podemos ver algunas imágenes en el Thyssen junto a trajes, objetos rituales y cotidianos, adornos y armas.
No faltan tampoco en “La ilusión del Lejano Oeste” libros, cómics, carteles de cine y películas prestados por la Filmoteca Nacional, por Alfredo Lara y la Baronesa Thyssen, ni una selección de trece objetos-caja de Miguel Ángel Blanco que forman parte de su Biblioteca del bosque, proyecto en el que lleva treinta años trabajando, y que se relacionan con el Oeste de Estados Unidos.
Se trata de una iniciativa a medio camino entre el proyecto escultórico y la biblioteca en la que el artista recrea paisajes, visiones y experiencias a partir de materiales tomados de la naturaleza. El propio Blanco ha creado además para la exposición una instalación con cráneos de animales simbólicos para los indios y una intervención sonora, que podemos escuchar al inicio del recorrido de la muestra y que evoca el galope de una manada de búfalos.
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