A Bernardí Roig lo asociamos sobre todo a esculturas y fotografías con una poderosa vertiente teatral y poética. Su centro es el cuerpo humano y este le sirve, representándolo a tamaño natural y en atmósferas lumínicas diversas, para abordar los conflictos internos que cobija, apelando en ocasiones a los lenguajes estéticos de épocas pasadas. Podemos entender esas piezas como herramientas de comunicación de mensajes que las conectan con el pasado y el futuro, como obras cuyo dramatismo desafía a su evidente silencio.
Aunque no es siempre así: es menos conocido, pero este artista mallorquín también ha desarrollado su producción en el medio audiovisual desde hace casi veinte años, invitándonos a contemplar sus escenografías en profundidad, a entender las espirales de vacío en las que atrapa a sus figuras solitarias, hechas carne, mientras portan la luz a sus espaldas o se cosen la boca. Esos filmes protagonizan la muestra que hasta septiembre le brinda Es Baluard en su planta 0: se trata de un recorrido por dieciocho piezas fechadas desde 2000 a la actualidad, tres de ellas, las últimas, inéditas, y todas pertenecientes a la colección de este museo.
La primera y anterior en el tiempo es El hombre de la lámpara, en la que vemos a un individuo dando confusas vueltas por la Casa de Campo madrileña llevando a su espalda una lámpara de araña. Es de noche y, cuando menos lo esperamos, sale a su encuentro para fundirse con él una figura sin género que es rechazada, como no podía ser de otra manera, por quien se indispuso a amar y desear definitivamente. Quizá del único modo posible: arrancándose los ojos. Puede que algunos recordéis el estreno de este vídeo en la Galería Max Estrella.
En el Círculo de Bellas presentó por primera vez, dos años después, Leidy B, inspirándose en la sugerente Obra maestra desconocida de Balzac. Situándose a medio camino entre la masturbación y la crueldad, nos propone reflexionar sobre la importancia de la mirada como elemento que puede garantizar acontecimientos, aunque no sea imprescindible para que sucedan. Y en 2003 llegarían The man with the fire eyes y Father; la primera recupera al hombre de la lámpara, que ya ha absorbido la luz con la que cargaba y ahora la expulsa a través de su mirada mientras busca el amor perdido -hay que recordar que los individuos como él, trajeados y con ojos ardientes, son habituales en la iconografía de Roig al margen de los formatos-; la segunda, que formó parte de una videoinstalación, la primera del artista balear, está protagonizada por un personaje en actitud recriminatoria que podemos identificar con su padre, frente a una figura de sí mismo, sentada y tapándose los oídos. No oímos su enfado, pero sí nos situamos frente a la cólera originada por lo reprimido, asistimos a la filmación del insulto inútil.
También se exhiben en Es Baluard Smokebreath (The Monologue), inspirada en Beckett, que nos presenta a un hombre agarrando con fuerza su cabeza y dialogando consigo mismo; Repulsion Exercises (Salome), donde aborda el mito del triunfo de la belleza sobre la palabra recurriendo de nuevo al sexo, o Insultos al público, una adaptación muy personal de un guion teatral de Handke que tuvo su precedente en El arte de insultar de Schopenhauer. La protagoniza el crítico Fernando Castro Flórez, que insulta a una audiencia pasiva… y ausente, en una revisión original del teatro del absurdo.
Si asististeis a ARCO hace diez años quizá recordéis Aliento de humo (el clown), pues formó parte de la instalación que Roig mostró en el stand del periódico El Mundo. Tomando como punto de partida los corredores de Bruce Nauman, dispuso a los espectadores frente a inquietantes risas dionisiacas salidas de una boca-ciénaga, risas que remitían a orgasmos y que no tenían causa.
También en el cine ha encontrado referencias Roig: Otras manchas en el silencio parte de El año pasado en Marienbad de Resnais: el artista se apropió de escenas iniciales de la película para insertarse a sí mismo en la trama como hombre que, sin mover más músculos que los imprescindibles, se cose la boca delante de un público que lo aplaude. Así, no solo denuncia la alienación humana, también nos sitúa en el contexto que la posibilita: el olvido de las pasiones.
Un año después de este ejercicio de crueldad, realizó en el Museo Lázaro Galdiano, con motivo de su exposición “El coleccionista de obsesiones”, Ejercicios de invisibilidad. El artista, de nuevo trajeado y ciego, porta sobre la cabeza una luz que le abrasa la frente, lleva sus ojos cerrados y nos muestra por salas oscuras de este centro obras que no podemos ver. Y uno de sus proyectos más recientes y comentados fue POET (2014), el soporte visual de su serie de fotografías 99 hombres y una mujer barbuda, esta última él mismo. Lo rodó en Senegal, caminando como un peregrino descuidado por un paisaje que podemos entender como metáfora de su propia cabeza, y también podemos verlo en Palma.
Los autorretratos que entre 2012 y 2014 realizó Roig son el germen de Naufragio del rostro, con un fondo sonoro al que no podemos permanecer indiferentes, para hablar de la pérdida del aura del sujeto a la que se refirió Benjamin. Pudieron verse, en versión fotográfica, en “Cuidado con la cabeza”, la exhibición que en la primavera de 2016 llevó a Alcalá 31. En aquella muestra rodó un vídeo fruto de la instalación de la obra El baño de Acteón en un pozo de ventilación del metro, haciendo converger lo monumental y lo reprimido.
Puede verse en Es Baluard junto a las tres obras más recientes en vídeo de Roig: Wittgenstein House (Vienna), Primera Directísima a la cabaña Wittgenstein (Skjolden, Noruega) y J.F. Concierto para la mano izquierda de Ravel (a Paul Wittgenstein). La primera se filmó de noche en el interior de la Casa Wittgenstein, donde un personaje (de nuevo Castro Flórez) pasea ansiosamente y a oscuras vistiendo una túnica donde está escrito Ética y estética son una y la misma cosa. No puede escapar de un edificio que es símbolo de los límites de su lenguaje.
La segunda obra, interpretada por el escritor Agustín Fernández-Mallo, contiene una escalada a la cabaña noruega de Wittgenstein, filmada en blanca y negro para acentuar su dramatismo, porque, atendiendo al lenguaje de los escaladores, ese ascenso equivale a la subida por la línea que seguiría una gota de agua que cayese directamente desde la cumbre, es decir, se trata de una acción demencial y condenada al fracaso, nunca hecha; una metáfora del esfuerzo inútil.
La última obra recoge una versión para guitarra eléctrica del Concierto para la mano izquierda en Re Mayor para piano y orquesta que Ravel compuso en honor a Paul Wittgenstein, pianista, manco tras la I Guerra Mundial y hermano del filósofo. Podía tocarse con un solo brazo; con guitarra eléctrica… la cosa cambia.
Tienen en común estos trabajos la apropiación de imágenes mentales de otros, el cultivo de lo absurdo, de la repetición que no lleva a ninguna parte, la reflexión sobre la incomunicación y la ceguera voluntaria. Como es difícil poder ver todos los vídeos en una única visita, Es Baluard nos hace un favor: con una única entrada, podemos visitar la exposición dos veces.
“Bernardí Roig. Films 2000-2018”
ES BALUARD. MUSEU D’ART MODERN Y CONTEMPORANI DE PALMA
Plaça de la Porta de Santa Catalina, 10
Palma de Mallorca
Del 21 de abril al 2 de septiembre de 2018
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Una respuesta a “Bernardí Roig, vídeos para atrapar la espiral”
Emmanuel Roca
Muy buena información la necesitaba demaciado especial el arte que nos muestras