Compartieron obsesión: la representación de la figura humana y de la identidad a través de ella. A priori, no pudieron hacerlo de forma más distinta: estilizando, depurando y casi espiritualizando uno, y convirtiendo el cuerpo, el otro, en territorio de energías en disputa, de tensiones vivas. Sin embargo, es mucho lo que tienen en común Alberto Giacometti y Francis Bacon, que casi compartieron también generación: ambos trataron de encontrar el alma en el cuerpo, de capturar lo esencial, y recurrieron para ello a modos muy distintos de trabajar con la materia y el fragmento.
Durante este verano, hasta el próximo septiembre, la Fondation Beyeler de Basilea pone de relieve las evidentes distancias en el modo de acercarse al cuerpo humano del suizo y el irlandés, y sobre todo lo mucho que, en cuanto a inquietudes, los unió, en una muestra extensa cuyo enorme poderío plástico nace del diálogo entre las producciones de ambos (llegaron a conocerse). Se articula en secciones que ensalzan, ante todo, esas pasiones comunes, comenzando por sus miradas sobre una misma modelo, Isabel Rawsthorne, la pintora británica más recordada como musa de tantos que como autora, y finalizando por las recreaciones audiovisuales de sus estudios, excepcionalmente pequeños, estrechos hasta lo claustrofóbico y muy desordenados, sobre todo el de Bacon.
No podemos decir que en sus obras (aquí se exhiben más de un centenar, entre pinturas y esculturas) no haya figuración, porque nada es más reconocible en ellas que la figura humana, alienada o traducida a su pureza básica, pero podemos afirmar también que tanto Giacometti como Bacon se encaminaron a la abstracción en la tarea de hacer subjetivos y propios los cuerpos y convertirlos en escenario universal de sus pulsiones individuales, artísticas y también personales (estas últimas sobre todo, de nuevo, en el caso de Bacon).
La muestra, que ha sido organizada en colaboración con la Fundación Giacometti parisina – prestadora de muchas de las piezas de ese autor, bastantes de ellas inéditas – cuenta también con obras bien conocidas y esenciales en la trayectoria de los dos, como Woman with chariot, la única escultura que Giacometti llevó a cabo en los años de la II Guerra Mundial escapando a su firme tendencia al empequeñecimiento, a la casi invisibilidad de las piezas (se inspiró, por cierto, en la imagen de su amiga Rawsthorne en la memoria); el retrato de Bacon del etnógrafo y escritor Michel Leiris, un amigo común del suizo y el británico del que solo dejó intacto el ojo izquierdo, convirtiendo su rostro en la pura sensación; la enigmática Suspended Ball de Giacometti, que en 1930 entusiasmó a los surrealistas -hubo quien vio en esta obra, previa a su estudio a fondo del cuerpo, la expresión de fantasías sexuales-; o uno de los últimos autorretratos de Bacon, datado en 1987, cinco años antes de su muerte en Madrid. Tenía expresión cansada y parece que se identificaba con una frase manejada por Jean Cocteau cuando trabajaba sumido en el pesimismo de su final: Cuando miro al espejo, veo la muerte trabajando. Tampoco faltan sus visiones del Inocencio X velazqueño ni retratos de su pareja George Dyer, quizá sus dos grandes obsesiones temáticas.
Al final de la exhibición, podemos tener la tentación de saltarnos la recreación multimedia de sus talleres, pero merece la pena detenerse. Se trata de un vídeo de solo dos minutos y medio en el que podemos ver las instantáneas que del estudio de Giacometti tomaron René Burri, Sabine Weiss, Robert Doisneau y Ernst Scheidegger, así como las múltiples fotografías que poblaron el de Bacon y que le sirvieron de inspiración; todo ello mientras escuchamos grabaciones de sus voces.
En paralelo, la Fondation Beyeler exhibe imágenes de naturalezas contemporáneas de los fondos del coleccionista y bellísimos trabajos, con la misma temática, de Lucas Arruda y Ernesto Neto. En su jardín, puede sorprenderos aún algún coletazo de la exhibición que Tino Sehgal presentó aquí el año pasado: quizá propiciéis, mientras paseáis con vistas a los maizales, una de sus constructed situations y una intérprete cante ante vosotros alguna canción bien fácil de reconocer. El proyecto se llama This You y, cuando tiene lugar en Riehen, busca reivindicar la idea de los jardines o parques como espacios de interacción social y la de la obra de arte como propuesta que no tiene necesariamente que ser ni inamovible, ni estática ni silenciosa.
“Bacon-Giacometti”
c/ Baselstrasse, 101
Riehen, Basilea
Del 29 de abril al 2 de septiembre de 2018
OTRAS NOTICIAS EN MASDEARTE: