Se forma con el pintor histórico Gregorio Lazzarini, adoptando él un estilo más rápido y libre. Hacia 1727 – 1728, al cambiar del óleo al fresco, rompe con la oscura tonalidad de su obra temprana optando por una más clara y luminosa, característica destacada de su obra. Hasta la década de 1740 se mantiene alejado de su ciudad natal, regresando a ella para realizar obras como la llevada a cabo en el Palazzo Labia (1745). La década de 1750 representa la cima de su trayectoria artística: de 1750 a 1753, decora el Kaiseraal y la gran escalinata del palacio del príncipe arzobispo en Würzburg. Son las habitaciones de la Villa Valmarana, cerca de Vicenza (1757), las que mejor muestran sus cualidades: color rico y brillante, grandeza y fantasía atemperada por humanidad en la narración, así como una perfecta concordancia con el marco arquitectónico. En España pasa los últimos ocho años de su vida, al servicio de Carlos III, siendo su principal encargo La Apoteosis de España (1764), en el techo del Salón del Trono del Palacio Real y la serie de retablos para la iglesia de San Pascual Bailón de Aranjuez, desplazados finalmente por siete lienzos de Mengs. En estos retablos mostraba Tiépolo un pathos y una intensidad psicológica nuevos en su arte. Su obra es reflejo del esplendor de la pintura decorativa italiana, y con él finaliza la tradición de fresco monumental iniciada por Giotto. Su obra gráfica influye notablemente en la producción de Goya. Sus hijos Giandómenico y Lorenzo, que morirá prematuramente en Madrid en 1776, seguirán la actividad pictórica y la realización de estampas.