Se forma con su padre Ismael Mengs, quien le educa sobre los modelos de Corregio, Rafael y los del arte antiguo. Amigo de Johann Joachim Winckelmann, sus teórica le sirven de inspiración para su obra, siendo considerado una figura imprescindible del clasicismo. Llega a España por primera vez en 1761 para decorar los techos del Palacio Real de Madrid, ocupando puestos importantes tanto en la Academia de San Fernando como en la corte de Carlos III. Su estilo, rompe con el ilusionismo barroco en una nueva búsqueda por volver a los preceptos del “arte antiguo”, tratando la escena como si tuviera que ser contemplada a la altura normal de la vista y sustituye los colores cálidos por tonalidades mucho más frías. En sus retratos, simplifica los elementos escenográficos, y centra su atención en partes más expresivas de la anatomía: rostros y manos. Su huella es perceptible en Francisco Bayeu, Maella y Goya. Algunos ejemplos de sus retratos, pueden ser observados en el Museo del Prado, Madrid.