Madrazo y Kuntz, Federico de

Roma, 1815 – Madrid, 1894 Pintor español.


Hijo de
José Madrazo y Agudo, pertenece a una de las dinastías de artistas más influyentes del siglo XIX. En 1818, y tras haber seguido su familia en el exilio a los reyes Carlos IV y María Luisa, se instala en Madrid formándose cerca de su padre, de quien hereda un gran talento para el dibujo, y junto con otros artistas del neoclasicismo español como Juan Antonio de Ribera y José Aparicio. Figura respetada del arte de su tiempo, inicia la vertiente purista del
romanticismo español, referencia estética de gran importancia para una sociedad anclada en los valores artísticos antiguos. En 1831, y gracias a su obra La continencia de Escipión, en la Academia de San Fernando de Madrid, es nombrado académico de mérito, estudiando en París a partir de 1833, atraído por el purismo de Ingres, de quien toma la firmeza del dibujo y la disposición armónica de los colores dentro de composiciones de gran equilibrio y serenidad. A esta época pertenece su lienzo Godofredo de Bouillon proclamado rey de Jerusalén, pintado para el palacio de Versalles por encargo del rey Luis Felipe. En 1839 viaja a Roma donde coincide con Overbeck, quien le inicia en la corriente del purismo nazareno. Reflejo de ello es su gusto por los rostros ovalados y de gran dulzura, tal y como se observa en Las tres Marías ante el sepulcro (1842) Reales Alcázares de Sevilla. Su regreso a Madrid en 1842 supone el inicio de una prolífica carrera de retratista en la corte española, que culmina con su nombramiento como primer pintor de cámara en 1857. Si bien es cierto que en un principio éstos se caracterizan por unos perfiles nítidos y por un colorido frío propio de los retratos de tipologías antiguas, los posteriores analizan más los contrastes lumínicos y los detalles, llegando así a los años 60 cuando la frescura de lo inmediato y la expresividad se adueña del lienzo. En todos ellos, impecables en cuanto a técnica, resulta esencial la representatividad del personaje, que capta través del lujo y la aparatosidad del vestido, así como a través de su pose y de su integración en el escenario, introduciendo para ello elementos íntimos con los que trata de establecer comunicación con el espectador. Leocadia Zamora (1847) y su retrato infantil de Vicente Beltrán de Lis (1850), son ejemplos de su buen hacer. En 1866 es nombrado director de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, cargo que comparte con el de director del Museo del Prado entre 1860 68 y 1881 94, y con las numerosas condecoraciones internacionales y nacionales que le son otorgadas.

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