Si estamos acostumbrados a asociar los azulejos a una decoración más o menos tradicional y liviana, obviamos una rica historia y múltiples capas de significado posibles. Nos lo recuerda Adriana Varejão, una de las artistas brasileñas actuales con mayor difusión internacional, que ha decidido dedicar su obra a reflexionar, desde un punto de vista crítico e incisivo, sobre la historia y la cultura de su país sirviéndose de aparentes baldosas de azulejo como herramienta. Optó por esa vía de trabajo en 1988, realizando pinturas que simulaban ser cerámicas y cuya presencia original en Brasil remite a las relaciones coloniales y comerciales de este país con Portugal. En nuestro país vecino, desde la Edad Media se han empleado azulejos con suntuosidad y sentido teatral para decorar tanto edificios religiosos como seculares, homogeneizando la arquitectura en conjuntos pictóricos ilusionistas.
Su evolución prueba lo abierta al diálogo que estuvo desde sus inicios esta forma de arte: en principio encontramos en ella la influencia de los artesanos moriscos de Sevilla o Valencia, más adelante adoptó las formas ornamentales del Renacimiento italiano o el exotismo chino y, tras un breve periodo de inspiración holandesa, se convirtió en formato perfecto para representar narraciones más o menos ficticias en tonos blanco y azul, los que más asociamos al azulejo hoy. En la propia obra de Varejão, este es metáfora de hibridación cultural, sea esta deseada o impuesta.
Los particulares azulejos de la artista están realizados sobre yeso o al óleo, dejando en el primer caso que las grietas vayan dejando su huella durante el proceso de secado, de modo que cada pieza sea única e irrepetible y parezca ser fruto de algún fenómeno geológico natural. A lo largo de los casi veinte años que han pasado desde que comenzó a crear estos trabajos, Varejão los ha dotado de distintas escalas o los ha dispuesto en paisajes naturales, como ocurre en el caso de Celacanto provoca maremoto (2004-2008), un delirio de imágenes fragmentadas en azul y blanco que dan forma a una cuadrícula de grandes proporciones que actualmente puede verse en el Instituto Inhotim de Minas Gerais, en su país.
Las piezas que hasta el 10 de diciembre pueden contemplarse en la Gagosian de Roma han sido realizadas específicamente para esta muestra, llamada precisamente “Azulejão”, y componen su mayor proyecto hasta la fecha: estos azulejos pintados unidos forman un gran cuadrado de 180 centímetros de lado.
Motivos como arquitecturas, rosas, conchas o cabezas de querubines se combinan con otros más abstractos dando lugar a una suerte de escultura totémica en la que tampoco está exento el trampantojo.
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