Los colores de nuestro tiempo

Por Susana Blas

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Acostumbrados a tantos proyectos artísticos en los que abundan las referencias a las cuestiones sociales, al llamado mundo real, puede llegar a sorprendernos un trabajo que de forma tan firme encuentre sus claves en el arte mismo. Sin embargo, no serán la pureza, ni la búsqueda de concreción las que definan la obra de Guillermo Mora, que reflexionando sobre la práctica de la pintura abre al espectador un sinfín de posibilidades interpretativas.

Ahora tenemos oportunidad de ver una muestra individual del artista en un espacio peculiar por el contraste que establecen las obras con un edificio histórico como es La Casa de la Entrevista de Alcalá de Henares.

    

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Para el artista la pintura lejos de ser un sistema de representación es un debate en torno al propio medio. Hace tiempo que no se preocupa de los que le acusan de “no hacer pintura” sino algún tipo de proceso escultórico, o de ensimismarse en su arte. Precisamente esa impureza es la que le atrae y le mueve, la fusión dispar de elementos en la que el azar y la intención trabajan a partes iguales. Su trabajo traza puentes con obras de autores como Arturo Herrera, Jessica Stockholder o Ángela de la Cruz. Sus piezas parten de ensayos con materiales en el estudio, de neo-bricolajes, de desmembrar, de desmontar, de ajustar las gamas cromáticas para ir generando y degenerando piezas en potencia que siempre están en proceso e inacabadas pues ni siquiera la selección de una de ellas por parte de Guillermo para una exposición les asegura una larga vida. (Es bastante habitual que recicle elementos de una obra o que incluso las destruya terminada una exposición).

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De ahí que la instalación de las obras en el espacio sea crucial en su proceso y por eso tiene un interés especial ver cómo han dialogado estas piezas en el entorno histórico como La Casa de la Entrevista de Alcalá de Henares, lugar donde se entrevistó Cristóbal Colón con los Reyes Católicos, de ahí su nombre. (Posteriormente fue un convento franciscano y actualmente funciona como sala de exposiciones). Este curioso diálogo genera una extrañeza, una ambigüedad creativa que se convierte en reto para el artista. “Me parece muy estimulante la tensión física que se puede crear entre mis obras y esa especie de bunker de ladrillo del siglo XVI”– me comenta Mora al respecto.

Sin embargo, sus restos no son asépticos… no dejan de remitirnos a un tiempo concreto, el nuestro, y en este sentido su gama es la más definitoria: esos azules, los rosas…los fluorescentes… Su pantone aproxima al espectado a un tiempo que toca resortes inconscientes de su memoria y hace a sus obras tremendamente contemporáneas “En cuanto al color me interesa su grado de artificialidad actual. Hay una dulcificación ácida del color en cuanto sales a la calle. No es que no tenga interés por los colores de la naturaleza, o por esos grises de la historia de la pintura, pero creo que debemos usar los colores de nuestro tiempo. Luis Gordillo en una entrevista afirmaba cómo el color debe definir tu tiempo. Trabajar con los colores  de tu tiempo es igual de importante y revelador como trabajar con los conceptos e inquietudes de tu actualidad.” G.M

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Sus despojos me remiten a pérdidas de deseos ya olvidados, a ideales sin destino.

“Todo lo roto, desmembrado o fragmentado tiene algo más de humano. Es como si perteneciese más a nosotros que a cualquier otra cosa.” G.M


“Guillermo Mora. De un soplo”
Casa de la Entrevista, Alcalá de Henares (Madrid)
Del 6 al 29 de noviembre de 2009.

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