El Macbeth más oscuro

28/12/2015

MacbethEs posible que Macbeth sea la obra de William Shakespeare donde el inglés se sumergiera de manera más abierta y visceral en la naturaleza dual del ser humano: la codicia y el ansia de poder transforman al que fue guerrero leal a su monarca y padre doliente tras la muerte de su hijo en el asesino que da muerte a quien antes sirvió, y después a una larga lista de víctimas inocentes en una espiral de violencia y tiranía de fácil entrada y complicada salida. Persiguiendo la gloria alcanzó la miseria más plena.

El viernes pasado se estrenó en cines la última versión fílmica de la obra, a cargo del director australiano Justin Kurzel, con Michael Fassbender y Marion Cotillard en los papeles de Macbeth y de Lady Macbeth. Antes adaptaron el texto de Shakespeare al cine Orson Welles, Akira Kurosawa (Trono de sangre) y Roman Polanski, pero este último Macbeth sorprende y atrapa aunque se hayan visto esas versiones anteriores por su potencia visual: la del físico de sus personajes y la de sus expresivos paisajes, majestuosos y adaptados al contenido profundamente dramático de Macbeth. Esa turbulencia visual paralela a la del contenido, que lo potencia y no lo disfraza aunque a veces tenga toques de irrealidad, es lo más significativo de la película de Kurzel, y al servicio de la negritud de la historia queda también el trabajo de los planos, ralentizados en las secuencias de batalla o próximos al rostro de Lady Macbeth cuando, devorada por la culpa, no puede limpiar las manchas que ve en sus manos ni dejar de llorar.

Fassbender cumple con la potencia física y temperamental que se espera del personaje, y Cotillard con el semblante fuerte y el carácter ambicioso al que asociamos a Lady Macbeth, madre de todas las femmes fatales antes de quedar trastornada por la culpa. Este Macbeth de Kurzel, a diferencia de los anteriores, sobre todo el de Kurosawa, no hace hincapié en la maldad de ella (que anima a su esposo, en inicio, a matar a su primo para conseguir el poder, pero no respalda la deriva posterior de su crueldad y se suicida abrumada por el peso de su conciencia) sino en las consecuencias, en Macbeth, de ese primer acto de violencia: la sangre llama a más sangre y le resulta más fácil continuar destruyendo que detenerse y enfrentarse a su pasado.

 

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