Ayer Promoción del Arte presentó en la Tabacalera madrileña el trío de exposiciones que componen su programación de otoño y que podremos contemplar en Embajadores hasta el 10 de noviembre: dos individuales, dedicadas al escultor Francisco Leiro y al pintor Rui Macedo, y un proyecto conjunto de dos autores de generaciones distintas que comparten su afán de experimentación justamente con el medio pictórico: Miquel Mont y Guillermo Mora.
La antología de Leiro lleva el título gallego de “Roteiro” (recorrido) y propone uno por un centenar de dibujos y esculturas de este autor, fechadas entre los noventa y la actualidad, en el espacio de La Principal. Algunas de las obras han sido creadas específicamente para esta exposición y dialogan, desde su rotundidad, con el también imponente edificio industrial de Tabacalera.
Nos da la bienvenida la monumental Leviatán, que evoca aquella bestia dormida del Antiguo Testamento y que sirve de introducción a las seis secciones en las que se articula “Roteiro”, correspondientes a seis etapas en la carrera de Leiro: Tránsito, Frontera, Nichos, Lugar, Modelos y Caracteres.
Como los conocedores del artista saben bien, sus esculturas no invitan a mirarlas a los ojos sino a observarlas desde todos los ángulos. Sus dimensiones tienen claros objetivos: Leiro afirma haber aprendido de los griegos que trabajar por encima del tamaño natural dota a las figuras de poder y que reducir su escala favorece la cercanía con el espectador. Así, en función de su tamaño, unas y otras piezas nos transmiten potencia o fragilidad o implican que el espectador las experimente frente a ellas.
Esas impresiones se acentúan en la última sección de la muestra, Caracteres, donde veremos figuras de madera de gran formato, entre ellas cinco inéditas, las realizadas ex profeso que mencionábamos. Junto a ellas, encontraremos los que Leiro llama modelos: estudios que, no obstante, pueden funcionar como piezas autónomas.
Las influencias del autor son diversas, desde el surrealismo al pop art, desde la cultura grecolatina a la popular, pero el centro de su producción ha sido siempre la figura humana, como prueban los dibujos presentes en Tabacalera: ensayos volumétricos indispensables en su proceso de trabajo. Se sirve, como es bien sabido, sobre todo de la madera, pero también ha incorporado progresivamente a sus haceres el granito (en Vulcano o Dos cabezas), el vidrio o el mármol.
Justamente en mármol y bronce está realizada una de las obras más impresionantes de esta retrospectiva, Maio Longo, trabajo alegórico en el que vemos una musa escoltada por dos jóvenes que parecen descubrir justo en ese momento su belleza y la femenina en general.
También veremos piezas en cristal: duendes creados recientemente en La Granja segoviana que han permitido a Leiro adentrarse en caminos desacostumbrados, los de la transparencia delicada. Esos duendes nos hacen pensar en Nubes, aquella temprana obra onírica de comienzos de los noventa que convertía el líquido en vapor para suspenderlo en el aire.
En el espacio Estudios de Tabacalera nos espera el portugués Rui Macedo con “Sfumato”, un conjunto de treinta y tres óleos sobre lienzo que ha creado específicamente para este lugar y que nos proponen juegos de tensiones plásticas entre lo ilusorio y lo real y entre lo invisible y lo visible.
En un primer vistazo, es posible que solo vislumbremos aquí sensaciones difusas, pero una mirada detenida permite encontrar en estos trabajos lecturas poéticas: evocaciones de tiempos pasados, sugerencias de decandencia emparentadas con el espacio de los baños del edificio, proclamaciones de la sutilidad del fragmento y del poder de lo invisible. Los sfumatos de Macedo se integran llamatívamente bien en este lugar que parece llamado a no durar, al modo de trampantojos que introducen mayor incertidumbre. Castro Flórez dice de la estética de este autor que es, sin ningún género de dudas, una meditación sobre el bastidor del arte.
Por último, y ya en La Fragua, Miquel Mont y Guillermo Mora presentan “Horizontal”, un trabajo conjunto sobre las múltiples direcciones a las que sigue pudiendo apuntar el soporte pictórico, entendiendo este como fruto, más que de procesos físicos, de construcciones mentales. La pintura es telón de fondo para ambos, y esa manipulación de sus materiales el centro de prácticas ilimitadas (esas que se han dado en llamar pintura expandida, definición que hace tiempo que va quedándose corta).
En “Horizontal” sus trabajos no solo dialogan, sino que se apoyan y equilibran, profundizando en esos intereses compartidos: el repensar la disciplina clásica a partir de su materialidad, invitando al espectador a divagar.
Su punto de partida fue la historia y la construcción de La Fragua: una línea de pintura azul oscuro cubre las paredes desde el suelo hasta una altura de 1,70 metros; por encima de ella, los muros, mil veces repintados, son de color crema. Esa marca divisoria ha quedado oculta por los sucesivos paneles de dm incorporados a este espacio para acercarlo a la noción de cubo blanco expositivo, pero nunca se ha pintado sobre ella, así que puede apreciarse en los arcos que separan las tres áreas de este espacio.
Subrayando lo que esa línea tiene de arqueológico y llevándola a su producción, Mora y Mont han recubierto todas las paredes con gamas cromáticas que ambos han acordado: tonalidades fuertes en la parte superior y más claras en la inferior. Además, presentan, como decíamos, piezas propias donde se mantiene esa polaridad entre fragmentos superiores e inferiores, semejante a un juego de espejos.
Leiro. “Roteiro”
Rui Macedo. “Sfumato”
Miquel Mont y Guillermo Mora. “Horizontal”
TABACALERA. PROMOCIÓN DEL ARTE
c/ Embajadores, 51
Madrid
Del 20 de septiembre al 10 de noviembre de 2019
