Eduardo Nave y la dignidad del rastro

En las playas de Normandía, el fotógrafo valenciano Eduardo Nave inició en 2003 un proyecto fotográfico en el que reivindicaba que los lugares guardan memoria y que la imagen, desde su estatismo, puede capturar tiempos. Esa memoria es la del Desembarco crucial de los aliados en la II Guerra Mundial; de hecho, varias de esas playas son conocidas hoy por los nombres en clave que recibieron durante el conflicto: Utah, Gold, Omaha, Juno…

Desde su pulcritud depurada, y precisamente por ella, las imágenes de Nave conmueven y escuecen: medio millón de soldados murieron en estas muy bellas playas, escenario a la vez de desgracia y del principio de la esperanza. Ocurrió, en el fondo, ayer, por eso uno de los propósitos del fotógrafo con este proyecto es llamar la atención sobre los peligros del coqueteo con la sinrazón y de la ignorancia o el olvido de la historia; ya muchos de sus trabajos anteriores los llevó a cabo en escenarios donde habían tenido lugar acontecimientos destacados, explorando los recuerdos que esos espacios guardan y el modo en que pueden apelarnos.

Lo hace fotografiando en días grises o claros, con el mar en calma o bravo, a veces fijándose en las gaviotas que se posan sobre los restos de esa arquitectura militar o deteniéndose en paseantes apacibles entre vestigios del pasado. La paz que unos y otros desprenden no disminuye nuestra vasta sensación de que nos encontramos casi ante un gran templo del recuerdo, apto para el recogimiento aunque no tenga paredes.

Aquellos trabajos se han articulado en dos series: Les rivages du débarquement (2003-2005) y Mulberry Harbour (2004), pero en 2019, coincidiendo con el 75º aniversario del Desembarco, el fotógrafo regresó a esa región para reencontrarse con el lugar y fotografiar de nuevo su mar a la luz de su bagaje personal y creativo. Captó elementos y ambientes, también restos en la costa, que escaparon a su mirada en aquellos primeros viajes. Sirviéndose de nuevas tecnologías, ha completado su visión de este lugar, cerrando el proyecto presentando unas “normandías” diferentes.

Según el escritor Rafael Argullol, Eduardo Nave da cuenta exacta de la turbulenta dignidad del rastro. Su paseo por la luz de Normandía es memorable. Para mí, como alguien nacido en la orilla del Mediterráneo, con sus colores sensorialmente tan contrastados, la luz del Norte siempre tiene algo mágico, la promesa de una abstracción espiritual. De ahí el valor, revolucionario en su momento, de la pintura de Caspar David Friedrich con el que Nave está exquisitamente emparentado. La luz del Norte es especialmente difícil para un cazador de imágenes porque exige temple, sutileza y un activismo desenfrenado del ojo interior, el que mira el mundo desde dentro y hacia dentro.

Imágenes inéditas de sus dos primeras series, junto a una selección de las tomadas en 2019 y vídeos, pueden verse en la Galería Daniel Cuevas hasta el 20 de julio. Forman parte de la muestra “Normandías: Lugar y luz de la memoria”.

Eduardo Nave. Serie Normandías: Lugar y luz de la memoria, 2019
Eduardo Nave. Serie Normandías: Lugar y luz de la memoria, 2019

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