Carla Souto, joven artista coruñesa nacida a mediados de los noventa, inició su trayectoria hace cerca de una década mostrando esculturas e imágenes enmarcadas que remitían a lo corporal -a veces explícitamente, y otras, desde lo amorfo y orgánico- y que contenían, por su disposición al exhibirse, el gesto de asimilarse a un paisaje del que el espectador también podía ser parte. De formas tan sugerentes como ambiguas, venían a remitir tanto al cuerpo como a su ausencia, a través de huellas sobre el material, y sus montajes destacaban por su expresividad: prescindiendo de vitrinas o peanas, se exhibían sobre el suelo, acortando así distancias con el público.
Tiene que ver, esa presentación, con el interés de esta autora justamente por lo que sucede sobre el suelo, y por la interacción entre la naturaleza y el espacio público y el modo en que las distintas políticas concebidas para el territorio afectan a los comportamientos humanos, para Souto incluso definiéndolos. Esos planteamientos redundan en que buena parte de sus proyectos los haya ideado específicamente para el emplazamiento donde se muestran, conforme a unos modos de hacer situados que atienden tanto a lo espacial y natural como a las acciones individuales y sociales.
Aunque paulatinamente ha abierto su producción a un mayor número de técnicas (pintura, vídeo, fotografía en ocasiones con carácter documental, performance), sus propuestas no han dejado de albergar rasgos escultóricos y gestuales, así como vínculos con la tierra y con la identidad de quienes la habitan; ha atendido igualmente la artista gallega a lo que los lugares pueden tener de símbolos de representación cuando albergan pasado, historia y experiencia.
Hasta el próximo 10 de marzo, Souto presenta en la Galería Vilaseco de su ciudad “La primavera silenciosa”, exhibición que ha tomado la forma de un pequeño jardín en el que saldrán a nuestro paso objetos susceptibles de ser usados y trasladados; es decir, un paisaje abierto al movimiento y también ligado al cuerpo, adaptable a él. Esos objetos, a veces, serán cotidianos y, en otras ocasiones, esculturas que pueden ser vestidas y piezas de pared elaboradas en distintos materiales; el propósito de este proyecto no reside tanto en incidir en sus potenciales utilidades como en reclamar las posibilidades de relacionarnos con esas piezas, de evidente inspiración orgánica, desde el afecto, difuminando barreras entre lo natural y nuestro ámbito doméstico, entre las rutinas humanas actuales y las flores y las plantas.
El tiempo adquiere relevancia en la exposición: aquellas esculturas cuyas formas evocan la botánica se nos presentan en un estado concreto de permanencia, metafóricamente alargado por el material; las plantas, flores u hojas que han salido de las manos de Souto recalcan la importancia del recuerdo de lo perecedero como forma única de su continuidad. La simbiosis entre metal y biología se acentúa, además, al cambiar la apariencia de ese material en el transcurso de las semanas; sus modificaciones harán referencia a los cambios, graduales y constantes, que afectan a las plantas y a todos. El tiempo se revela aquí como compañero ineludible de lo vivo y, a veces, también de lo inerte, y enlaza también con el gesto y el movimiento que implica el acto de portar los objetos reunidos.
Se acompaña esta muestra de una lista de Spotify donde podemos escuchar la música que acompañó a la artista mientras trabajaba en “Primavera silenciosa”, haciendo crecer y esperando el crecimiento de las obras.
Carla Souto. “La primavera silenciosa”
C/ Padre Feijóo, 5-1º
A Coruña
Del 14 de diciembre de 2023 al 10 de marzo de 2024
