A finales de los ochenta, cobran gran importancia sus agrupaciones de casas, que tienen en Joel Shapiro su referente más cercano: en este conjunto sobresalían unas esculturas realizadas en hormigón que suele situar entre la columna y la escalera, consiguiendo con ello que la percepción oscile entre la representación y la pura forma. En los años noventa persevera en estos aspectos pero de un modo más sutil, ya que tiende a sustituir el hormigón por una varilla de aluminio pintada de blanco en la que el espectador pierde la mirada.