En los inicios de su trayectoria realizó grandes instantáneas en blanco y negro en las que estudiaba con minuciosidad paisajes, interiores, bodegones y figuras en atmósferas de quietud. Estas fotografías, frecuentemente con valor simbólico e impresas sobre algodón, implican una experiencia física por parte del espectador y cuestionan el valor representativo de este medio. Premio Europeo de la Fotografía en 1991, su obra se ha mostrado en instituciones públicas y privadas europeas y norteamericanas, como el Victoria & Albert de Londres, el MNCARS, el Walker Art Center o el Koldo Mitxelena. Seleccionada para el Premio Turner en 1993, plasma en sus trabajos una honda reflexión en torno al paso del tiempo y su huella en las ciudades y las personas.