Alberto Giacometti: la escultura como tablero de juego

Alberto Giacometti. Mano aprisionada, 1932. Kunsthaus Zürich-Alberto Giacometti Stiftung, Zúrich © Alberto Giacometti Estate / VEGAP (España), 2013 Alberto Giacometti. Mano aprisionada, 1932. Kunsthaus Zürich-Alberto Giacometti Stiftung, Zúrich © Alberto Giacometti Estate / VEGAP (España), 2013

La Fundación MAPFRE analiza las relaciones espaciales que el artista establece entre sus esculturas en una espectacular muestra que incluye 190 obras

Madrid, 11/06/2013


“Giacometti. Terrenos de juego”

FUNDACIÓN MAPFRE. SALAS RECOLETOS
Paseo de Recoletos, 23
28004 Madrid
Lunes, de 14:00 a 20:00 horas
De martes a sábados, de 10:00 a 20:00 horas

Del 13 de junio al 4 de agosto de 2013, en la Fundación MAPFRE. Salas Recoletos

Comisarios: Pablo Jiménez Burillo y Annabelle Görgen-Lammers

Organizan: Fundación MAPFRE y Hamburger Kunsthalle

 

Tras dejarse fascinar por el sentido mágico de las esculturas de África y Oceanía y someter su obra a un proceso de simplificación de formas que seduciría a los surrealistas, Alberto Giacometti comenzó a plantear su producción escultórica como un lugar que el espectador puede transitar, un terreno de juego en el que cabían vida, muerte y arte y en el que el público cumple la función de ser una ficha más.

No sólo su obra, también su taller de Montparnasse, dieciocho metros cuadrados de un espacio creativo convertido en mito, fue para Giacometti un tablero en el que experimentar con la presentación espacial de sus trabajos y los nexos entre ellos. 190 piezas que el artista realizó a lo largo del conjunto de su trayectoria, seleccionadas entre las que más nos ayudan a comprender esa concepción lúdica de la escultura mantenida por el suizo, se exhiben desde el día 13 en la Fundación MAPFRE tras el paso de buena parte de ellas por Hamburgo.

Se trata de esculturas (en su mayor parte), pinturas, dibujos, fotografías y grabados que han cedido para la ocasión treinta y dos instituciones internacionales, entre ellas Kunsthaus Zürich, la National Gallery of Art de Washington, el MoMA, la Tate o el Centre Pompidou.

Las convenciones de la escultura tradicional pronto le resultaron estrechas a Giacometti, ya desde el inicio de su formación artística en París en 1922, y cabezas aplanadas y objetos sin pedestal tempranos que podían ser tirados o utilizados como instrumento de juego antecedieron esculturas horizontales que elaboró a comienzos de los años treinta y que concibió como maquetas de lugares en las que espacio y tiempo real parecían tener cabida. Diversos elementos dispuestos sobre una plancha que los une (un tablero metáfora de la vida) evocan el erotismo y la llegada de la muerte, aspecto ya presente en sus dibujos preparatorios y muy evidente en la obra Se acabó el juego.

Alberto Giacometti. Se acabó el juego, 1931-1932. National Gallery of Art, Washington

Alberto Giacometti. Se acabó el juego, 1931-1932. National Gallery of Art, Washington

Junto a sus esculturas, Giacometti dibujaba pequeñas figuras humanas que nos sugieren que estos proyectos podrían extrapolarse a plazas monumentales, a espacios públicos, cambiar de escala y convertir al espectador en sujeto activo. Evoca así las palabras de su padre: llegará el día en el que se puedan hacer grandes cosas al aire libre, en el que cada cual tendrá su oportunidad si es digno de ella.

Tras desligarse del Surrealimo en 1934 y dejar atrás la II Guerra Mundial, el creador de Stampa comenzó a otorgar mayor importancia a la presentación de la figura en su contexto esencial basándose en su propia experiencia y en la percepción de su entorno. Tuvo entonces una visión del tiempo como disco circular y horizontal de dos metros de diámetro que evocaba igualmente el espacio y su forma, aunque nunca llegó a ejecutarse como tal, sí se hizo presente en piezas como su Maqueta para una plaza, por la que el espectador podría transitar, una plaza que sería escenario físico de acontecimientos y de sentimientos.

También desde 1945, y siguiendo un proceso que él en sus escritos describe como inevitable, sus esculturas no menguaron en su tamaño pero sí fueron adelgazando, convirtiéndose en las figuras hiperestilizadas que hoy identificamos claramente con el autor y que se interrelacionan unas con otras sobre planchas de bronce que remiten a paisajes naturales o urbanos. Cambió también tras la guerra su visión de la ciudad y del campo: la primera se vuelve desconocida y había que redescubrirla, el segundo se convierte en tema de inspiración; el árbol, equiparado a la mujer erguida (Mujeres de Venecia), se hizo motivo recurrente y algunos de sus conjuntos escultóricos, creados a partir de la unión más o menos azarosa de piezas, nos recuerdan los bosques de Bregalia.

Alberto Giacometti. El claro, 1950. Colección particular. Alberto Giacometti Estate. VEGAP, 2013

 Alberto Giacometti. El claro, 1950. Colección particular. Alberto Giacometti Estate. VEGAP, 2013

Pero nunca perdió Giacometti su obsesión por experimentar con el espacio: a lo largo de casi cuatro décadas, empleó las mismas distancias en sus retratos y, en el suelo de su taller, una marca roja indicaba la posición en la que debía ubicarse la silla donde se sentara el modelo, que siempre debía ceñirse a “las reglas del juego”. Le interesaba más mostrar su percepción del retratado que al retratado mismo, de ahí que cuanto más miraba el rostro que le inspiraba, más ajeno se sintiera a él, y dentro de aquel rostro subrayaba los ojos como elemento vital que separa a los vivos de los muertos y que debía devolver la mirada a quien contemplaba.

Uno de los ejemplos más evidentes de sus juegos espaciales y de sus intentos por que sus obras pudieran entablar una relación casi corporal con el público lo encontramos en El hombre que camina, que diseñó ya en los sesenta para la Chase Manhattan Plaza y que se contrapone por completo al estatismo frontal de sus mujeres-árbol, como la Mujer grande de pie que diseñó también con motivo de este encargo, que no llegó a materializarse pero que sí fue recreado en varias exposiciones posteriores jugando con la posición y la relación de las tres figuras que lo componían.

Alberto Giacometti. Hombre que camina I, 1960. Fondation Maeght

 Alberto Giacometti. Hombre que camina I, 1960. Fondation Maeght

Ambas piezas, una que simboliza una vida que continúa y una imagen de culto, sirven de broche final a esta muestra.

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