No fue su faceta más conocida, pero además de arquitecto y artista (indeciso entre estudiar Arquitectura y Bellas Artes, se decidió por la primera, dado que la pintura le parecía demasiado individual y él buscaba que su obra tuviese una función social), José Manuel Pérez Latorre fue coleccionista, uno al que todo le interesaba, de ahí que sus fondos sean muy amplios en sus temáticas y en el carácter de sus piezas; y al que le importaba más poseer y descubrir los objetos que exhibirlos al público.
Un capítulo importante de ese acervo lo constituye el arte africano, protagonista hasta abril de una muestra en la Sala de Exposiciones de la Diputación de Huesca, comisariada por Ángel Martín, que recoge tanto obras fechadas entre el s. V a.C y el XX de nuestra era, seleccionadas por su valor etnográfico y artístico y atesoradas por Pérez Latorre con la asesoría de especialistas y conocedores de las culturas tribales del África Central y Occidental, como otras adquiridas atendiendo a su gusto y deseo personal, esto es, en función de su belleza más que de su autenticidad o significado antropológico. El conjunto de piezas puede dar pie a reflexionar, y con esas indagaciones se ha decidido que finalice el recorrido, sobre la transformación de la mirada occidental hacia la creación africana, desde una primera tendencia propensa a juzgarla por su interés plástico hasta corrientes más recientes que la valoran conforme a criterios étnicos o, como dijimos, antropológicos.
La primera sección de la exposición, El arte tribal africano, recuerda que, en este continente, como en cualquier otro y en toda época, el arte proyecta las cosmogonías con las que las sociedades han tratado de explicarse a sí mismas y al mundo. El animismo es la base desde la que comprender muchos de estos trabajos, sobre todo los dedicados a las fases de la vida de todo individuo, los ritos de paso, el equilibrio entre hombre y naturaleza o los ciclos de lluvias y sequías que a su vez determinaban los periodos de siembra y cosecha. Otras creaciones responden al deseo de neutralizar males y enfermedades o al de rendir tributo a los poderosos.
Entre las piezas que contemplaremos en este apartado destacan la máscara lwa-lwa de las sociedades cazadoras del centro de Congo, esculturas propiciatorias de los lobi de Burkina Faso, y sobre todo las cabezas de la cultura de Nok, las más antiguas esculturas realizadas en el África negra, antecedentes de los objetos en terracota de las culturas de Guimbala, fechados entre el siglo X y el XII, y de Djenné, datados entre el XI y el XVI, en ambos casos oriundos de Mali.
Aquellas obras que Pérez Latorre hizo suyas por personal instinto centran la sección Arte y copia en África: se trata de objetos que no tuvieron uso ritual ni pueden adscribirse a un contexto social, religioso o político concreto, sino que son copias, contemporáneas, de esas otras obras que sí se integraron en distintos sistemas de creencias. La elaboración de estas réplicas comenzó a llevarse a cabo a finales del siglo XIX para generalizarse a mediados del XX, dada su demanda en aumento por el público europeo y occidental (coincidiendo con el menor número de originales disponibles para la venta).
En un principio, estas copias se efectuaron en los países que fueron cuna de las piezas primeras, pero paulatinamente su realización se extendió al conjunto del continente y cuando su fidelidad era evidente se indicaba así en su cartela explicativa. Otras composiciones se llevaron a cabo con mayor libertad, sin partir de modelos específicos o mezclando rasgos de diferentes estilos, épocas y geografías: se catalogaron como copias libres. La mayor parte de los trabajos de este tipo en la exposición oscense responden al primer modelo: se realizaron en los países de origen.
Por último, como avanzamos, finaliza esta exhibición haciendo un poco de historia, repasando cómo el siglo XX fue aquel en el que, transportes y comunicaciones mediante, Occidente descubrió el arte africano desde una dimensión más próxima a su sentido originario: despojándolo de exotismo excesivo, o de su posible consideración como trofeo del viajero; los artistas de vanguardia no se sustrajeron a su influencia y los intelectuales y escritores lo convirtieron, en paralelo, en objeto de su pensamiento.
Esa evolución se produjo en diferentes etapas: desde la puesta en valor de su plasticidad hasta el conocimiento de su relación con las formas de vida y creencias de los durante mucho tiempo llamados pueblos primitivos. Coleccionistas públicos y privados tuvieron mucho que ver en esa transición desde la valoración estética a la científica, desde el estudio de su dimensión sagrada al de la creativa.
“Arte africano en la colección de José Manuel Pérez Latorre”
SALA DE EXPOSICIONES DE LA DIPUTACIÓN DE HUESCA
C/ Porches de Galicia, 4
Huesca
Del 28 de febrero al 27 de abril de 2025
