En el conjunto de su trayectoria se mantiene una fuerte identidad insular. Influido por el surrealismo, Klee y Miró, sus primeras “Pictografías” de temática típica guanche están marcadas por su constante interés por la antropología. Desarrolla un papel fundamental en la renovación del ambiente artístico de las islas con la creación del vanguardista grupo Ladac (1950), además de mantener un estrecho contacto y participar en iniciativas del mismo signo que se producen en la península, como fue la Escuela de Altamira (1948). En 1955 se instala en Madrid y empieza a pintar dentro de un estilo cercano a un informalismo
muy violento. En 1957 participa en la fundación del grupo El Paso.
El interés por la materia y sus texturas le lleva a crear sus primeras “Arpilleras” en las que introduce arena y madera. Sus telas, en un cromatismo limitado al negro, blanco y rojo, quedan perforadas, salpicadas de nudos, “maltratadas”, para expresar el cinismo y la violencia de la humanidad y sociedad de su época. A finales de los años sesenta su estilo se hace más sosegado, se aclaran los colores y se suavizan los grafismos.