De familia de origen santanderino, estudia en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando entre 1900 y 1904, pero le interesa más pasear por las calles de Madrid y los barrios marginales y viajar por los pueblos de España. Más adelante estas visiones aparecen con cierta amargura en sus escritos. En estos primeros años de siglo frecuenta la tertulia literaria del Café de Levante, conoce a los Baroja, Valle-Inclán, Zuloaga y Ramón Gómez de la Serna. En 1909 se traslada con su familia a vivir a Santander, vuelve a Madrid en 1918 y asiste con regularidad al Café Pombo, donde tiene lugar la tertulia de Ramón Gómez de la Serna, tema de una de sus mejores obras de estos años. Autor de retratos, paisajes y escenas costumbristas que dejan percibir la herencia de Goya y las pinturas negras de Regoyos y de Zuloaga. Escenas taurinas, de carnaval, procesiones y marginados constituyen los temas preferidos de Solana, exponentes de una visión pesimista y sombría de la realidad española que consigue mediante una paleta oscura y muy empastada. La acentuación de los negros y las distorsiones de la figura ponen en relación su obra con la del expresionismo
del alemán Grosz y el belga Ensor. En 1928 viaja a París para exponer su obra, al igual que en 1936 lo hará en las colectivas de arte español contemporáneo del Jeu de Paume y, en 1937, en el pabellón de la República Española en la Exposición Internacional. Durante la Guerra Civil permanece en París y los años posteriores, ya en España, recibe importantes premios internacionales. La Exposición Nacional de Bellas Artes le concede la Medalla de Honor, que tanto había esperado, con carácter póstumo en 1945.